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La Huella sonora

Melania

Parece diseñada por un dios aburrido, uno que, entre copa y copa, hubiera decidido juntar en ella todas las cualidades para que el mundo se arrodillara

La noche americana

Una boda española

Melania, detrás de Donal Trump, durante la toma de posesión Afp
José F. Peláez

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Melania es un enigma de alta costura, una interrogación de piernas largas, una 'femme fatale' vestida de botella de Tío Pepe que, a su paso, detiene la respiración y los relojes. Yo la miro en el Capitolio, vertical como un arañazo, y ... me embeleso, me derrumbo, confieso que me atrapa en su perfección eslovena –en su perfección inmigrante–, en esos dos ojos envueltos en sombras blancas que prefieren no mirar para no ver lo que se les viene encima. Es como un cuadro carísimo en el salón de alguien que no sabe de arte, una figura de porcelana blanca en medio de un estruendo sucio, callada pero presente, como si de alguna manera hubiera llegado a la conclusión de que, en el silencio, su poder se multiplica. Melania es una suicida con vocación de esfinge.

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