LAPISABIéN
La vaticanista
Muy pía, casi levita como en tiempos pareciera hacer (lo de levitar). Mensajera en trance y con un anuncio de paz y de fraternidad en la boca. Yolanda Díaz ha valorado al nuevo Papa con palabras de buen futuro, y León XIV puede dar ya por bendecido ... su papado desde la España que conoce de los colegios agustinos. Yolanda Díaz hay días en que remueve el vacío y sonríe con un lazo, pero hay otros en que se vuelve espiritual y le puede cómo el Papa Francisco la conmovió en una epifanía que ella se llevó a su terreno. Aquellos días no había mayor defensora de la Santa Sede que Yolanda Díaz, que la sacaron de los arrumacos a los agentes sociales y le cambiaron la vida. Bien está, no obstante. Lo de Yolanda Díaz viendo en León XIV a Francisco revivido tiene algo de los milagros carpetovetónicos, que uno ve y acaban viendo todos. Yolanda Díaz no es pastorcilla de Fátima, sino la más devota del papado de Francisco, y garante de que Prevost siga las líneas maestras de Bergoglio.
Lo cual que al nuevo Papa deberán ponerle en situación pronto de cómo funciona el país que fue Luz de Trento. Ya se vio a Bolaños, con expresión de monaguillo, valorar del nuevo Santo Padre su pasado misionero en una intervención temprana en el canal de todos: el mismo que saqueó moralmente Roma llevando una conexión en directo de su 'Sálvame' al Vaticano. Que esa es otra, la de hacerle pasar al espectador la plaza de San Pedro por la puerta del Metropolitano o la calle Preciados de Madrid. Una cosa está clara. Y es que Yolanda Díaz es, en esto que no hace nada, una vaticanista fetén. Los pecadores le vamos viendo su transmutación en mantilla y agradecemos estas transformaciones que redundan en provecho de los creyentes y de los contribuyentes.
De momento, Yolanda Díaz es la parte del Ejecutivo este que tenemos más a bien con los nuevos aires que soplan en Roma. No es baladí el asunto. Muchas veces el mundo de la diplomacia viene por una iluminación. Lleva Yolanda Díaz la luz del mundo pese a los apagones. Es quien mejor nos promueve la interlocución con Roma.
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