En observación
Ya éramos rojos y maricones
Sobre 'La familia de la tele' y la confusión sanchista de lo público y lo privado
Fumata negra de ciclo combinado
No os preocupéis, que es en toda la calle
Cuando en septiembre de 2014, nada más tocar pelo y moqueta en Ferraz y en la bancada socialista, Pedro Sánchez entró en directo y por teléfono en 'Sálvame', el programa que presentaba Jorge Javier aún no se había autodeterminado como «de rojos y maricones». ... Se le veían de lejos, sin embargo, la pluma y el plumero, complementos de una militancia de progreso que la tertulia de Telecinco hacía compatible con la vejación a la que de forma simpática y sistemática, a carcajada limpia, era sometida la figura de la mujer, eje de lo que luego fue la acción ejecutiva del Gobierno más feminista de la historia. Sin escrúpulos desde primera hora, Sánchez buscaba ya votos debajo de las piedras.
La mudanza de las alegres comadres de 'Sálvame' a los estudios de TVE, escenificada a través de un ejercicio de exhibicionismo similar al de cualquier cabalgata de presuntos perseguidos por el fascismo –Orgullo Gay, 8-M, Primero de Mayo, etcétera–, no puede ni debe inquietar a una audiencia televisiva ya aclimatada, por decreto y a precio de marisco, al entorno de los rojos y los maricones. No desentona esta nueva 'familia de la tele' en una emisora devenida clan, pandilla, secta y trama. En los dieciséis tipos de familia que figuraban en aquella delirante taxonomía de Ione Belarra alguno habrá que se ajuste al resultado del proceso de adopción –fichaje en términos mercantiles– con que la cadena pública ha renunciado a la virtud de la innovación reproductiva para adquirir a salto de mata y matorral los subproductos de la competencia que hoy conforman su parrilla, abierta incluso a la activista que presidió, también desde Telecinco, el tribunal del juicio paralelo del caso Rociito. Votos debajo de las piedras.
No es casual que el deterioro del servicio que presuntamente presta RTVE coincida en el tiempo con la operación militar especial lanzada desde La Moncloa sobre un Ibex en el que el Gobierno toma posiciones y cuyos movimientos entre particulares veta o somete a consulta. El sector público nunca fue para Sánchez la sanidad o la educación, ni siquiera el feminismo, sino una fusión por absorción de cualquier iniciativa privada que cuadre con su hoja desplegable de ruta, roja y maricona.
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