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EN OBSERVACIÓN

Dos discursos del Rey

Del 'procés' a la riada, la Corona es y está cuando el Ejecutivo se encapsula

Halloween en Gaza o humor inteligente

La máquina que nos gobierna

Jesús Lillo

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Ahora que el presidente del Gobierno se pitorrea incluso de los mensajes navideños del Rey –orgullo y admiración, dice ante la revuelta callejera que le sirve de hoja de cálculo para su pulsión chavista– resulta oportuno reivindicar los dos discursos que fuera de programa y ... agenda, forzados por la coyuntura, han marcado el reinado de Felipe VI, el primero pronunciado como respuesta constitucional al alzamiento independentista del 1 de octubre de 2017, de aniversario mañana, y el segundo, más reciente y deslavazado, improvisado sobre la marcha, atrás para algunos, el que a cuerpo gentil y con el paraguas plegado, expuesto de forma voluntaria al barro que le arrojaban en Paiporta, hilvanó a trompicones para tratar de sofocar la indignación de las víctimas de la riada, de aniversario el mes que viene. La inmediata canonización –'santo subito'– del discurso del 7-O, modélico como acto reactivo de la Corona ante la quiebra del orden constitucional y la impotencia del poder ejecutivo, ha impedido dimensionar como merece el que con cuatro frases más o menos conexas y sin otro guion que el de los reflejos y la responsabilidad pergeñó en el barranco del Poyo, de lodo hasta las trancas. En ambos casos es la ausencia del Estado, la desaparición de la autoridad competente de una crisis ante la que se tapa (1-O) o sale corriendo (27-O), la que fuerza la irrupción de la figura del Rey.

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