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BALA PERDIDA

País de rebajas

Los telediarios reúnen un menú de chaladuras, más el hombre del tiempo

El caniche desgrava

Recoletos para los lectores

Ángel Antonio Herrera

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Las pulseras fallidas son una evidencia última, o penúltima, de que estamos en un país de rebajas, en una España de la baratura. Importa más, en general, la propaganda que la claridad. Importa la controversia, y poco o nada la solvencia. No miro solamente hacia ... el sanchismo y sus órbitas sino también hasta el costado contrario, donde sólo aprecio una mejoría de memeces. Nos acorrala el abaratamiento, que va desde una pulsera de avería hasta unos trenes que descarrilan en la demora alegre Es escalofriante pensar que la vida de una mujer depende de un trasto de aliexprés. Como para no tener el corazón de susto. El país se pone de rebajas a diario, cuando la dimisión es una costumbre extinguida, y se emplea un diccionario de barbarie, que pasa por llamar Sarajevo a un domingo de Madrid o emboscada política a un dosier de jueces. Insisto en que da más bien igual donde vayas y mires. Yo aprecio en el peatonaje un hastío ya incalculable, que es como decir un cabreo crónico, porque vivimos divididos entre fachas que no lo son y rojos que no son tampoco. La política cunde como un 'Sálvame' donde no se salva nadie, salvo el Rey, que resuelve en todo trance la figura de retrato y ejerce el aseo de la coherencia. Me importa que se use ya, invariablemente, la palabra de desvarío para ir embruteciendo un debate diario que no desemboca en nada, salvo en tirarse la cháchara de bulos a la cabeza del contrincante, que unas veces se llama Miguel Tellado y otras Óscar Puente. No digo yo que nuestros mandamases tengan que practicar la elocuencia de Winston Churchill, pero están en un refinamiento brutal del cuñadismo que no hay quien los soporte, coño. La polémica que sucede a la polémica de hoy que mañana morirá a cambio de otra polémica que resucite o se invente nos tiene muy al tanto de cosas importantísimas que no importan nada. Los telediarios reúnen un menú de chaladuras, más el hombre del tiempo. Aceptaríamos reformas. Incluso mejoras.

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