La Semana Santa de Viveiro mezcla la influencia castellana, la marinera de la costa lucense y el carácter franciscano de una orden asentada en el municipio, donde se celebra la Pasión desde hace siglos. Prueba de ello es el Encuentro en la mañana del Viernes Santo en el que participan cuatro imágenes articuladas, que otros lugares perdieron y que otorgan realismo a la escena. Tiene lugar a las 10.00 horas en la Plaza Mayor y el atrio de Santa María. Participan Jesús con la Cruz a cuestas, conocido como «El Cristo que cae», del siglo XV. Le acompañan San Juan y la Verónica (Juan Sarmiento, 1775) y la Dolorosa de 1741.

Con solo cinco cofradías, la Semana Santa de Ferrol -que junto a Viveiro ha recibido recientemente el título de Interés Turístico Internacional- organiza una veintena de procesiones en unos intensos días que viven su punto álgido a las 13.00 horas del Viernes Santo, con el Santo Encuentro en la plaza de Armas entre el Nazareno, San Juan, la Verónica y la Virgen de los Dolores. Los desfiles de la ciudad naval están influidos de su historia militar y sus pasos -de los más antiguos hasta la Esperanza que debuta este año- se caracterizan por la cantidad de hermanos que los portan con carga exterior.

La Semana Santa -declarada de Interés Turístico Nacional- son días grandes en Finisterre, un pueblo con una devoción antiquísima por el Santo Cristo. Pero la mayor singularidad de esta localidad de la Costa da Morte no la define su patrimonio artístico, sino el etnográfico. Los lugareños teatralizan los momentos centrales de la Pasión con textos que se llegan a remontar a la Edad Media: la Última Cena y la Oración en el Huerto (Jueves Santo, 20.00 horas) y, sobre todo, el anuncio de la Resurrección a mediodía, cuando tres vecinas -las Tres Marías- se acercan al sepulcro vacío de Cristo donde el ángel les da la buena noticia.

Otro destacadísimo ejemplo de religiosidad popular que implica a todo un pueblo es Cangas do Morrazo, en la provincia de Pontevedra. Su Semana Santa, no podía ser de otro modo, está influida por su ubicación en la ría de Vigo. También en esta localidad se conservan imágenes articuladas. Se puede situar en la tarde del Jueves Santo uno de sus momentos centrales, con el desfile del Paso de la Mesa, una Última Cena acompañada de productos naturales. Pero el Viernes también es jornada grande con el Encuentro y el Descendimiento. El Sábado, en el templo parroquial, varias tallas veneran a Cristo muerto.

La parroquia de Santa María de Paradela, en Meis, cuida como un tesoro su Semana Santa, donde la madera o la orfebrería no son protagonistas. En esta localidad pontevedresa el matiz está en la representación viviente de la Pasión, desde el Domingo de Ramos a la Ultima Cena, el Prendimiento de Jesús y las Negaciones de Pedro, el juicio ante Pilatos y Herodes, la vía dolorosa hacia el Calvario, el Desenclavo (del que hay constancia desde 1800) y la Resurrección. El evangelio a través de los propios vecinos ataviados con ropajes de la época, diálogos y una puesta en escena que trasladan al Jerusalén del siglo I.

El peso de la tradición jacobea en Santiago es superior al de la tradición cofrade. No podía ser de otro modo en el lugar donde termina el Camino del Apóstol. Sin embargo, esta celebración también moviliza a numerosas personas en la ciudad a través de doce cofrafías que organizan una quincena de procesiones en continua expansión. La Cofradía de la Vera Cruz de San Francisco tiene especial protagonismo en momentos como el Domingo de Resurrección, cuando una niña vestida de ángel retira el luto a la Virgen en la plaza de la Quintana. Algunas procesiones atraviesan la Catedral del Obradoiro.

La gran particularidad de la Semana Santa de Lugo, que persigue ser declarada de Interés Turístico Nacional, es la Exposición Permanente del Santísimo en la Catedral, algo que ocurre desde hace siglos y de lo que en la ciudad amurallada presumen como privilegio único en el mundo. En 1963 se añadió un segundo aspecto distintivo el Jueves Santo: antes de la reserva de la Sagrada Forma, se traslada en procesión por las calles en el paso de la Última Cena, con tallas a tamaño natural de los apóstoles y, en el centro, un tabernáculo. El cáliz en el que se coloca fue donado en 1461 por el obispo Baamonde.

La Semana Santa actual de La Coruña es un fenómeno moderno. Eclipsado por otras de la provincia como Ferrol o Finisterre e incluso por Santiago, la ciudad herculina no obstante ha venido impulsando sus procesiones desde los noventa, recuperando cofradías extinguidas con el apoyo de la Orden Franciscana Seglar. Así ha alcanzado la docena de desfiles que recorren sus calles estos días. La jornada que más destaca es el Viernes Santo, como tiende a ser habitual, con un vía crucis, el Santo Encuentro, el Santo Entierro y la procesión del Cristo del Amor y Nuestra Señora de la Esperanza.

Lo apuntaba hace pocos días su pregonero, el vicecanciller del Arzobispado de Santiago: «Me ha sorprendido lo completa que resulta la Semana Santa de Pontevedra, los pasos importantes de la pasión y la gran cantidad de gente que mueve, tanto a cofrades como a la gente que hay en la calle». La ciudad cuenta con siete hermandades y siete procesiones, entre las que destaca la Procesión de los Pasos del Jueves Santo, en el que participan todas. Completan a otros municipios de la provicia, que encabezan las destacadas Cangas do Morrazo y Paradela. Son entre otros, Tui, Baiona, O Grove, Cambados o A Guarda.

La Semana Santa procesional no es una costumbre arraigada en Orense. En la capital -tercera ciudad por población de Galicia- solo un par de cofradías organizan sencillos cortejos para con los instantes clave: la entrada de Jesús en Jerusalén, el Santo Entierro, la Soledad o la Resurrección. En la provincia, se vive la Pasión -más allá de lo litúrgico- en pueblos con Celanova, Oimbra, Ribadavia o Xunqueira de Ambía. Pero es O Carballiño, con el respaldo del obispo, quien se ha propuesto liderar los desfiles orensanos a través de la Cofradía de la Vera Cruz con una programación desde Ramos hasta la Resurrección.