el garabato del torreón

Armando López Salinas

Con excepción del profesor Alonso Montero, nadie en Galicia evitó que pasase inadvertida la noticia de la muerte de uno de los más cualificados representantes del llamado realismo social

Juan Soto - Actualizado: Guardado en: Galicia

Con excepción del profesor Alonso Montero, memoria, erudición y cordialidad en una pieza, nadie en Galicia evitó que pasase inadvertida la noticia de la muerte de Armando López Salinas, uno de los más cualificados representantes del llamado realismo social, una de las corrientes de la narrativa española del franquismo más despectivamente tratadas por la crítica exquisita. Le sobra razón al presidente de la Real Academia en su perspicaz reproche: la condición biográfica de comunista perturba las labores bibliográficas. Y comunista fue, hasta su muerte, el pasado 25 de marzo, este intelectual madrileño, hijo de lucense y autor, con el pontevedrés Javier Alfaya, de «Viaje al país gallego», un libro que desde hace años figura en el limbo de los «agotados y fuera de edición».

Queda dicho que el padre de López Salinas era lucense de nación. De cerca de A Tolda, a orillas del Miño. Con catorce años se escapó de casa y se hizo a pie el viaje hasta Madrid, huyendo de la eventualidad de ser reclutado para el seminario diocesano y evitando así pasar a formar parte de la leva campesina que por entonces llevaban a cabo muchos párrocos entre los chicos de las familias campesinas. En la capital de España, el muchacho trabajó en un comercio de ultramarinos y se afilió a la CNT, donde alcanzó rango dirigente y llegó a ser amigo de Durruti. Pese a tales antecedentes paternos, Armando orientó su activismo político hacia el comunismo: formó parte del comité central del PCE, fue director de Mundo Obrero (en una redacción, por cierto, en la que también estaba Javier Alfaya) y, si la memoria no nos engaña, redactor de la legendaria Radio Pirenaica. Su preocupación social, su compromiso solidario y la calidad de su escritura se revelan conjuntamente en «La mina», una novela demasiado molesta para la crítica española de su tiempo: por eso la ninguneó a conciencia y la sepultó en un silencio del que todavía nadie la ha redimido.

Salvo información en contrario, creemos que en los últimos años Armando había causado baja en el PCE, aunque no en el comunismo, que es cosa bien distinta. En su recuerdo, ayer mismo volví a las páginas del «Viaje al país gallego». Es un libro de 1967. Le pesan los años, cierto. Pero no tanto que veten su reedición.

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