Trump presiona a Erdogan para cortar el petróleo ruso y le abre la puerta a multimillonarios acuerdos militares
Washington y Ankara negocian el regreso de Turquía al programa de los cazas F-35, ventas de F-16 y misiles Patriot, mientras Trump reclama a su aliado que deje de financiar la guerra de Putin en Ucrania
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Corresponsal en Washington
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Iniciar sesiónDonald Trump recibió a Recep Tayyip Erdogan en la Casa Blanca con una mezcla de cordialidad personal y presión política para que corte lazos con Rusia. En el Despacho Oval, el presidente estadounidense insistió en un punto que ha repetido a otros aliados como ... India o la Unión Europea: deben dejar de comprar petróleo ruso.
«Es una vergüenza, una pérdida de vidas humanas absolutamente innecesaria. Han muerto millones ya, y para qué, para nada», dijo Trump. «Mientras Rusia siga con su escalada contra Ucrania, ningún aliado debería estar sosteniendo a Putin con dinero del petróleo».
Erdogan escuchó en silencio, asentía de vez en cuando, pero evitó comprometerse públicamente. El gesto de Trump fue calculado: presionar a Ankara en un tema clave de la guerra en Ucrania, pero sin romper la escenografía de amistad que ambos líderes han cultivado desde su primer encuentro en 2017.
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Al mismo tiempo que lanzaba esa exigencia, Trump tendía la mano con promesas de acuerdos multimillonarios. Sobre la mesa estaba el regreso de Turquía al programa de los cazas F-35, del que fue expulsada en 2019 tras la compra del sistema de defensa ruso S-400. Trump reconoció que Ankara «siempre quiso esos aviones» y dijo que estudiaba fórmulas para reincorporarla. También habló de cerrar la venta de nuevos F-16 Viper y de avanzar en un paquete con misiles Patriot, un viejo reclamo de los turcos desde que Barack Obama y Joe Biden, según él, cometieron el «error» de negárselos.
El componente económico era igual de relevante. Turkish Airlines negocia con Boeing la compra de hasta 300 aviones comerciales, en un contrato que podría superar los 10.000 millones de dólares. Trump lo presentó como parte de un intercambio «beneficioso para ambas economías» y señaló que Ankara fabrica «productos fantásticos, grandes manufacturas» que Estados Unidos quiere seguir comprando.
La reunión, tras la participación de ambos en la Asamblea General de Naciones Unidas, fue también muestra de las dinámicas que Trump quiere imponer: la de un Estados Unidos que vende, no regala, armas a sus aliados, y que exige lealtad política a cambio de acceso a su mercado de defensa. «Estamos vendiendo cantidades tremendas de armamento a la OTAN, a precio completo, no como Biden, que lo regalaba», dijo, insistiendo en que el gasto en defensa de los socios había subido del 2% al 5% del PIB bajo su presión directa.
La visita dejó clara la contradicción que define la relación entre ambos líderes. Trump exhibe cercanía personal con Erdogan, lo elogia como «un hombre fuerte, respetado en su país y en Europa», y le recuerda favores pasados, como la liberación del pastor evangélico Andrew Brunson en 2018. Pero, al mismo tiempo, le exige alinearse con Washington en su pulso con Moscú, cortando el flujo de petróleo ruso, justo cuando Turquía depende de esa energía para mantener su economía a flote.
Conlicto entre Siria y Turquía
Sobre el conflicto en Siria, y la caída de la familia Al Asad, Trump dijo que fue una rutilante victoria de Erdogan. Lo describió como una operación de manual: «nadie sabía quién era la otra parte», explicó, «pero yo sí: eran Turquía». Según su relato, Erdogan tomó el control, organizó a los combatientes y provocó la caída de Bashar al Asad con un «golpe poco amistoso», rápido y sin el derramamiento de sangre que muchos temían. Fue, en sus palabras, un movimiento quirúrgico que alteró el tablero en Oriente Próximo.
Trump insistió en que no buscaba crédito para sí mismo, sino que reconocía la autoría turca: «Yo lo sé, ellos lo hicieron», dijo, desligándose de la operación pero subrayando que entendió antes que nadie lo que ocurría. A petición de Turquía, Arabia Saudí y Qatar, su Gobierno retiró además las sanciones a Siria y el propio Trump se ha reunido dos veces con el nuevo presidente, Ahmed al Sharaa. Un personaje polémico: antiguo yihadista, encarcelado años en prisiones de EE.UU., sobre cuya cabeza llegó a pesar una recompensa de cinco millones de dólares, apoyado por facciones islamistas como la de Abu Mohamed al Jolani.
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