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Kissinger, el amigo americano de China

Artífice de los lazos diplomáticos con Estados Unidos, fue el valedor del régimen de Pekín y se reunía hasta con el presidente Xi Jinping en sus viajes privados a China

Muere Henry Kissinger, figura central de la política exterior de EE.UU. en el siglo XX

Pedro Rodríguez: El misterio de Kissinger

El presidente Xi Jinping recibía a Kissinger incluso en sus viajes privados a Pekín reuters
Pablo M. Díez

Pablo M. Díez

Corresponsal en Asia

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En uno de sus viajes a Pekín años después de ser secretario general de la OTAN y Mr. Pesc, contaba Javier Solana en un corrillo con periodistas en la Embajada española que se había sorprendido de tropezarse con Henry Kissinger en Diaoyutai, la residencia oficial para los altos invitados extranjeros que visitan China. En realidad, no era tan extraño. Desde que en 1971 hizo su primer viaje en secreto para empezar a normalizar las relaciones entre Estados Unidos y China, Kissinger ha visitado este país más de cien veces, como recordaba con cierto orgullo el obituario de la agencia estatal de noticias Xinhua.

Primero de forma oficial como responsable diplomático de la Casa Blanca y luego con carácter privado como «el amigo americano» que el régimen de Pekín siempre le consideró. En julio, durante su última visita como ciudadano particular, hasta fue recibido por el presidente Xi Jinping, un honor que este no le dispensó a otros altos cargos de la Administración Biden que también pasaron por Pekín el pasado verano, como la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, y el enviado especial para el cambio climático, John Kerry.

En dicho viaje, Kissinger incluso se entrevistó con el entonces ministro de Defensa chino, Li Shangfu, luego purgado por Xi Jinping al igual que el titular de Exteriores, Qin Gang. Más allá de este pequeño detalle, tan habitual en la China de hoy como en la de Mao, lo importante es que Kissinger seguía siendo respetado por el régimen de Pekín y visto como un puente con Washington. Y no solo porque mantuviera un cargo honorario como vicepresidente del Comité Nacional para las Relaciones entre EE.UU. y China, sino por haber sido el arquitecto de sus lazos diplomáticos y uno de sus principales valedores ante el mundo.

En una gala ofrecida por dicho Comité en octubre para celebrar su centenario, el embajador chino en Washington, Xie Feng, leyó una carta del presidente Xi con su «más calurosa felicitación» y llamándolo «pionero y rompehielos». Fiel a su pragmatismo, y también a sus intereses económicos como consultor con fuertes vínculos con China, Kissinger alertaba contra la vuelta a la época de la Guerra Fría en dicho acto. «Juntos, EE.UU. y China tienen una habilidad única para traer la paz y el progreso al mundo. Separados, para destruirlo», aseguraba ante una audiencia extasiada con su protagonismo en la historia del siglo XX.

Desde otros lugares de Asia, como Camboya, no lo veían con tan buenos ojos. En 1973, el propio Pentágono reconoció que Kissinger aprobó personalmente cada uno de los 3.875 bombardeos que arrasaron ese país durante la guerra de Vietnam para cortar los suministros del Vietcong, lo que luego propició la revolución y el genocidio de los Jemeres Rojos.

En el peor momento de sus relaciones diplomáticas, en el que cada vez más voces en EE.UU. reclaman una postura más dura con China y hasta un desacoplamiento de sus economías, el autoritario régimen de Pekín echará mucho en falta a un «viejo amigo americano» como Kissinger.

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