25 aniversario del Acuerdo de Viernes Santo: sin bombas ni reconciliación en Irlanda del Norte
Más de 3.700 personas murieron y unas 45.000 resultaron heridas en el llamado 'conflicto norirlandés'
Irlanda del norte y los riesgos del nacionalismo
Lourdes Gómez
Londres
Oficialmente se denomina «El Acuerdo» y fue suscrito en la tarde del 10 de abril de 1998. Era Viernes Santo y con esta designación religiosa se reconoce, entre las comunidades nacionalistas y republicanas irlandesas, el crucial entendimiento político que creó una nueva estructura constitucional para Irlanda del Norte ... y facilitó la conclusión de tres décadas de terror sectario. Para sus vecinos unionistas y lealistas probritánicos es el Acuerdo de Belfast, en referencia a la ciudad donde los Gobiernos del Reino Unido e Irlanda se reunieron con líderes de ocho formaciones políticas del conflictivo territorio a fin de dar un impulso definitivo a la negociación del proceso de paz norirlandés.
Fueron cuatro días y noches de tensa negociación, con el senador estadounidense George Mitchell presidiendo los plenos y las sesiones bilaterales en un edificio anexo del Parlamento de Stormont, sobre derechos, intereses, perspectivas y objetivos tanto o más dispares que la división sobre el título del tratado que todavía distingue a los grandes bloques sociopolíticos de la isla de la Esmeralda. El proyecto zozobró en sucesivas ocasiones y, en las horas previas a la firma del documento, se temió por la brusca retirada de David Trimble, líder del Partido Unionista del Úlster (UUP, por sus siglas en inglés), mayoritario entonces en la región, o por el tantas veces anticipado abandono del cónclave político de la delegación republicana del Sinn Féin, capitaneada por Gerry Adams y Martin McGuinness.
Una llamada clave
La actuación de urgencia de los primeros ministros, el británico Tony Blair y el irlandés Bertie Ahern, y, con más sonado impacto, la intervención directa del entonces presidente estadounidense, Bill Clinton, evitaron el fracaso del proceso en ese Viernes Santo. Informes británicos contemporáneos desvelan que el mandatario demócrata llamó personalmente a Adams en la madrugada del 10 de abril y a Trimble por la tarde, minutos antes de la firma del acuerdo. La cuenta atrás para alcanzar una resolución había comenzado la noche anterior, de acuerdo con el calendario dispuesto por Mitchell.
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«Hacia las 4 de la tarde, el presidente Bill Clinton llamó a la oficina para pedir a David que apoyara el pacto. Hubo más conversaciones internas y luego David llamó al senador Mitchell confirmando que apoyábamos el acuerdo», ha recordado David Kerr, asesor del ya fallecido Trimble. Una hora después, el moderador y el resto de los participantes comunicaron el éxito de la operación ante las cámaras de televisión. Sólo Adams rehusó aprobar los términos y compromisos recogidos en el texto final esa jornada histórica de abril.
El veterano dirigente del partido asociado al IRA informó a las bases republicanas del resultado de la negociación en un congreso celebrado diez días después en Dublín, con la asistencia de delegados de Herri Batasuna entre otros invitados extranjeros. Adams confirmó finalmente el respaldo de Sinn Féin al Acuerdo de Viernes Santo y pidió el «sí» en el referendo correspondiente, que se celebró concurrentemente en las dos partes de la dividida isla el 22 de mayo de 1998. Había obtenido además el consentimiento interno del movimiento para eludir la tradicional política de «abstencionismo» y permitir que los cargos electos del partido ocuparan sus escaños en la Asamblea de Irlanda del Norte, creada en el nuevo pacto suscrito por la mayoría de las formaciones norirlandeses. Fue un paso trascendental para un movimiento que negaba la existencia de Irlanda del Norte desde su creación en 1921.
El Partido Unionista Democrático (DUP, por sus siglas en inglés), fundado y dirigido por el reverendo Ian Paisley, boicoteó el proceso desde que el Sinn Féin fue admitido a las negociaciones políticas, en septiembre de 1997, sin dar garantías del desarme del IRA. Atrajo el voto del unionismo airado por las apercibidas concesiones de Trimble y diez años más tarde se hizo con el timón del gobierno compartido de Irlanda del Norte, que sorprendentemente estrenaron en la práctica el reverendo presbiteriano en su cargo de ministro principal y McGuinness como viceministro principal. Se había certificado un par de años antes la destrucción del arsenal republicano y el apoyo de Sinn Féin al nuevo servicio de Policía regional. Fue el remate de una estrategia de alto el fuego seguido de treguas rotas con atentados mortales y ataques de menor intensidad que abocó al declarado «fin de la campaña armada». Los presos del IRA y de las bandas paramilitares lealistas comprometidos con la paz fueron excarcelado «bajo licencia» para el año 2000.
Miles de víctimas
Más de 3.700 personas murieron como consecuencia de la violencia en el llamado 'conflicto irlandés', desde la reactivación del Ejército Provisional del IRA, en 1969, hasta el Acuerdo de Viernes Santo. Los heridos se estiman por encima de 45.000 y un tercio de los 1,8 millones de adultos residentes Irlanda del Norte sufre algún tipo de trauma derivado de la violencia. Un estudio independiente avalado por la Universidad Queen's de Belfast calcula que 154 individuos han sido asesinados por disidentes republicanos y criminales lealistas en los últimos 25 años.
«No es un acuerdo perfecto, pero condujo al final de la violencia, trajo paz y esperemos que sea una paz duradera», comenta Ahern en un podcast lanzado en ocasión del aniversario. La mayoría de los protagonistas en el proceso coinciden en que la situación ha mejorado «inmensamente», pese a la persistente amenaza de la disidencia republicana opuesta al proyecto de paz y los periódicos ajustes de cuentas entre bandas exparamilitares, que hacen mella en las barriadas protestantes menos favorecidas por los réditos del fin de 'The Troubles' (la violencia).
«Ha habido altibajos a lo largo de estos 25 años, muchos tira y afloja, pero una cosa es cierta: nos encontramos todos en un sitio mejor… y el futuro es prometedor pese a los desafíos», dijo Adams este Viernes Santo aludiendo a las «incontables vidas» que el acuerdo ha podido salvar. El anterior presidente del Sinn Féin brindó homenaje a los partícipes en las negociaciones que han perecido desde entonces. Destacan entre ellos Trimble y el nacionalista John Hume, quienes compartieron el Nobel de la Paz en 1998; Mo Mowlam, que combatía un tumor cerebral mientras conducía el proceso como titular de Irlanda del Norte en el gobierno de Tony Blair; o David Irvine, expreso lealista y portavoz en la mesa de diálogo del pequeño partido Progresista Unionista (PUP, por sus siglas en inglés), quien defendía que no existe una «jerarquía de víctimas» en ningún conflicto.
Las negociaciones celebradas en abril de 1998 estuvieron a punto de fallar, pero la intervención de Bill Clinton las salvó
La masiva victoria laborista de 1997 permitió a Blair relanzar las conversaciones políticas sin miedo a las fisuras internas ni la dependencia en el unionismo moderado del anterior gobierno conservador. Pero el impulso y el patrón de la negociación se remonta al liderazgo de John Major. Bajo su mandato se restablecieron contactos secretos entre el Servicio de Seguridad (MI5) y el IRA, que estuvieron activos en los años setenta y durante las huelgas de hambre de presos republicanos de los ochenta. El dominical 'The Observer' se hizo eco de esta vía extraoficial de comunicación en noviembre de 1993, pero el efecto de la filtración, según recuerda Niall Ó Dochartaigh, profesor de la Universidad de Galway, no fue otro que acelerar el «progreso hacia una paz negociada».
En diciembre del mismo año, Major y su homólogo irlandés, Albert Reynolds, presentaron la Declaración de Downing Street, fundamental guía de principios para el diálogo entre los partidos norirlandeses con vistas de gestar un acuerdo constitucional. Abría por primera vez la puerta a las formaciones vinculadas con grupos armados que «establezcan un compromiso con métodos exclusivamente pacíficos» y respeten el proceso democrático.
Estructura cuestionada
Este acuerdo bilateral introdujo el concepto de «consentimiento concurrente» como garante del derecho de autodeterminación de la «población de la isla de Irlanda». Para ello, Londres aceptó la vieja reivindicación nacionalista de que corresponde a los irlandeses decidir sobre su futuro sin renegar de la garantía dada a los unionistas de que Irlanda del Norte únicamente se integrará en la República con el consentimiento del electorado de la región. A su vez, Dublín accedió a enmendar la Constitución nacional y sustituir la reclamación de soberanía sobre los condados del Norte por el «firme deseo» de «unir a la población» de la isla, reconociendo que la reunificación solo tendrá lugar con el «consentimiento de la mayoría en ambas jurisdicciones».
El impulso y el patrón de las conversaciones se establecieron durante el gobierno del ex primer ministro John Major
El Acuerdo de Belfast extiende los principios de la Declaración de Downing Street a los tres estratos del nuevo arreglo constitucional: gobierno autonómico compartido entre unionistas y nacionalistas; Consejo ministerial Norte/Sur con diversas competencias en toda la isla; Consejo británico irlandés como foro de diálogo y cooperación Este/Oeste, es decir, entre los gobiernos centrales y autonómicos de Reino Unido y de Irlanda.
Veinticinco años después, la pactada estructura hace aguas y la reforma parece inevitable para afrontar las consecuencias del Brexit, que llevó al DUP a boicotear el autogobierno. El proceso político se ha estancado y el ánimo de reconciliación apenas se siente. Como ha identificado el jefe de la Iglesia católica irlandesa, el arzobispo Eamon Martin, el principal problema parte de la «inhabilidad, y quizás nuestra renuencia, de decomisar mentalidades y encontrar un modo sensible de abrir las heridas del pasado y dejar que se curen en su interior».
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