En el frente de Donbass: «¡Han matado a mi marido y a mi hijo! ¿Para qué? ¿Para qué?»
El horror cae sobre los habitantes de Bajmut, localidad cercana al frente de Donetsk y objetivo prioritario de Rusia
Muchos civiles han decidido resistir: «No nos vamos a ninguna parte porque esta es la ciudad donde hemos nacido»
Mónica G. Prieto
«¡Han matado a mi marido y mi hijo!» El grito desgarrado emergía de la garganta de la mujer rompiendo la extraña quietud que flotaba en el almacén de material de construcción Real Bud, un complejo de tres naves con palés de madera, ladrillos y ... sacos de arena donde poco antes un cohete ha trastocado su vida para siempre. No se atrevía a atravesar la puerta, apenas se asomaba antes de romper en llanto de nuevo y apartarse con otros familiares para aguardar la llegada de los voluntarios encargados de llevarse los cadáveres.
Cuando por fin aparcaron su furgoneta blanca en la entrada, tres trabajadores con guantes y una camilla impoluta se ocuparon primero de los restos en peor estado: un hombre, según ellos en la treintena, del cual sólo quedaba la parte superior ennegrecida por la explosión. Sus extremidades inferiores simplemente habían desaparecido, y las quemaduras desfiguraban su rostro. A dos metros del mismo, el cadáver de otro varón, con vaqueros y camiseta negra , yacía con la cadera retorcida de forma imposible. Frente a él los restos de tres perros que siguieron el mismo destino de sus dueños yacían en una hilera.
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Tras envolver los restos del primer hombre en una manta a cuadros azules y amarillos, los operarios lo trasladaron a la morgue; media hora después, regresaron para hacer lo propio con el segundo cadáver. Esta vez, la camilla plástica de color blanco venía manchada de sangre. Envolvieron el otro cuerpo en una sábana blanca, con delicadeza, pero tras taparlo por completo una mujer en la treintena, con el pelo rubio y corto y ojos azules inundados en lágrimas, irrumpió de la nada corriendo y destapó su cuerpo, agachándose para descubrir el cadáver de su marido. « ¿Para qué, para qué? », atinaba a decir en voz baja, ahogada por las lágrimas, mientras le acariciaba la pierna y los brazos con ternura obviando las heridas que presentaba en su costado y en la frente. «Kolia, Kolia», repetía como un mantra, usando el diminutivo de Nikolai, explorando su rostro con los dedos. Los operarios, que se habían alejado a un extremo de la nave, regresaron para depositar junto al cadáver del hombre una pierna quemada que habían recogido con una bolsa blanca. «¿Es suya?», les preguntó espantada, revisando sus pantalones, incapaz de entender nada. «No, no», respondió uno de ellos mientras tapaban las extremidades con una sábana.
Víctimas civiles
Bajmut, una localidad cercana al frente de Donetsk y objetivo prioritario de las fuerzas rusas que anhelan completar la conquista del Donbass , volvió ayer a teñirse de muerte sobre las dos de la tarde. Roman, uno de los cinco trabajadores de la empresa de construcción, llegó un rato después para reconocer los cadáveres de sus compañeros y los daños del lugar. Frente a la construcción principal, un edificio alargado de piedra donde se acumulaban los materiales a la venta, los cadáveres; a la derecha, una nave metálica que se había abombado por la fuerza de la explosión, convirtiéndose parcialmente en metralla. A la izquierda, otro edificio de ladrillo con su interior calcinado había volado parcialmente por los aires y frente a él, el cráter de la munición. No se apreciaba a simple vista ningún objetivo militar en las proximidades. Una mujer abrazada a un diminuto chihuahua recorría el interior del lugar aturdida y conmocionada. «Yo también trabajo aquí. Me marché una hora antes de la explosión para visitar otro de nuestros almacenes pero al escuchar la explosión tuve la intuición de que podía haber ocurrido algo terrible», explicaba con un hilo de voz. «Eran mis compañeros, yo podría ser una de ellos…», añadía. «Pobre mujer, su marido y hijo... Y hace poco enterró a su padre».
La escena resumía a la perfección el frente bélico de Donbass. Civiles que mueren por intentar seguir con sus vidas , por tratar de alimentar a sus familias en medio de un conflicto que les condena al desempleo o a la muerte. El vicealcalde, Maxim Sutkoyi, había advertido del hecho sólo minutos antes a ABC. «Tres trabajadores han muerto hoy, hace media hora, y se suman a una decena desde el inicio de la guerra». En Donetsk, al menos 415 civiles habían muerto a día de ayer en los tres meses de la invasión rusa, según el gobernador de la provincia Pavlo Kirilenko, que también informó de 1.146 personas heridas, datos que no incluyen las víctimas de la ciudad de Mariúpol. Según el presidente Volodímir Zelenski, Rusia tiene 20 veces más equipamiento militar en el Donbass que en el resto de Ucrania.
Nadie duda de que Bajmut, por su tamaño y su localización, es un objetivo primordial para Moscú y las frecuentes explosiones lo recuerdan
Bajmut, fundada hace 450 años y una de las ciudades más antiguas de la provincia, representa la entrada a Donetsk -ocupada al 70% por los rusos- desde la vecina Lugansk, donde menos de un 10% permanece en manos del Ejército ucraniano . En esta última aún resisten Severodonetsk, situada a 60 kilómetros de Bajmut y donde otro ataque contra una empresa metalúrgica mató ayer a cuatro personas, según anunció el gobernador Serhii Gaidai, y Lisichansk, a 50 kilómetros, así como decenas de aldeas situadas en los alrededores que están siendo sometidas a un constante fuego artillero. Ayer mismo se confirmaba la conquista de Svitlodarsk, 30 kilómetros al sureste de Bajmut, donde por la mañana fue alzada la bandera rusa en la sede administrativa y permanecen aún 10.000 civiles, confirmó el responsable local Serhii Hoshko a medios ucranianos. La víspera había caído Mironovsky, a 8 kilómetros de la anterior, confirmando la rapidez del avance de las tropas rusas que logran capturar ciudades tumbando las posiciones ucranianas como si se tratasen de piezas de dominó. Dichas conquistas permitirán al Kremlin atacar Bajmut desde el sur y el oeste.
Nadie duda de que Bajmut, por su tamaño y su localización, es un objetivo primordial para Moscú y las frecuentes explosiones lo recuerdan. «Ayer bombardearon desde la mañana hasta la noche», explicaba Svetlana, empleada en una residencia estudiantil reconvertida en centro de acogida de desplazados. «Atacaron tanto que el transporte público dejó de funcionar». Ella vive a unos 40 minutos a pie de su trabajo, «20 minutos cuando bombardean, porque hago la ruta corriendo», dice con media sonrisa. «Yo no me puedo ir de aquí porque me necesitan y porque no tengo otro trabajo. Mi familia depende de mí. Si las cosas se ponen muy mal, si los rusos amenazan con conquistar la ciudad, me iré con mi marido y mi yerno a la aldea, donde tiene un sótano preparado con víveres».
Resistencia psicológica
En la ciudad ya no hay gas, como en el resto del Donbass, pero aún hay agua y electricidad. Sorprenden los jardines bien cuidados, los trolebuses funcionando y el respeto a las señales de tráfico de los vehículos militares y de los pocos coches civiles que recorren sus calles fantasmagóricas mientras retumban las explosiones de artillería. Algunos operarios identificados con chalecos reflectantes cortan el césped y barren las calles. En las zonas atacadas, otros operarios se afanan en reparar las cañerías o el sistema eléctrico afectado, así como los semáforos abatidos. « Mantener el orden en las calles nos ayuda psicológicamente . Por un lado, ayudamos a nuestra ciudad y a nuestro país, como hace el Ejército, y por otro permite que los funcionarios sigan haciendo su trabajo. Es vital en estos momentos que todos tengamos una ocupación», explica Sutkoyi, cuya alcaldía no presenta sacos terreros ni cinta adhesiva en las ventanas para prevenir lluvias de cristales.
«Para el mundo somos un gran tablero de juegos, y para ustedes, los europeos, los primeros. A nadie le importó la guerra de 2014 porque tenían sus necesidades cubiertas, pero ahora que el gas está en juego se enfadan mucho e intervienen con sus armas. Todo es un juego, solo un juego…»
«La situación se puede definir como críticamente estable», dice el vicealcalde, quien asegura que de los 100.000 residentes habituales permanecen en la ciudad unos 30.000 pese a sus llamamientos a la evacuación. « La línea de frente se acerca peligrosamente . Si Severodonetsk y Lisichansk caen, cabe pensar que seremos rodeados por los agresores, pero sólo podemos confiar en que nuestras fuerzas armadas lo eviten. No nos vamos a ninguna parte, porque esta es nuestra ciudad y aquí hemos nacido».
Eso mismo aduce Vladímir, un jubilado de 75 años que no comparte precisamente la opinión de sus autoridades. «Estas bombas son regalos de las dos partes, rusos y ucranianos, que sólo pretenden arruinar Bajmut. Los ucranianos sitúan sus posiciones militares entre nuestros edificios y los rusos disparan sabiendo que matarán civiles», protesta mientras su esposa Katerina asiente con la cabeza, ambos sentados en un banco de la calle Nezalezhnosti. «Para el mundo somos un gran tablero de juegos , y para ustedes, los europeos, los primeros. A nadie le importó la guerra de 2014 porque tenían sus necesidades cubiertas, pero ahora que el gas está en juego se enfadan mucho e intervienen con sus armas. Todo es un juego, solo un juego…»
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