especial alemania y españa: destino común
Proyecto en común
Las buenas relaciones hispano-alemanas empezaron en la era democrática mucho antes de las primeras elecciones españolas, y han involucrado a mandatarios de distinta ideología
enrique serbeto
Cuando Alemania y los otros cinco países fundadores firmaron el Tratado de Roma instituyendo la Comunidad Económica Europea, en marzo de 1957, España empezaba a salir apenas de la posguerra y reconstruía en solitario una economía con tendencias autárquicas. Los ... primeros emigrantes españoles emprendían el silencioso camino hacia el norte de Europa en busca de un empleo en las cadenas de montaje de la pujante industria alemana, que también emergía de la devastación de la guerra mundial.
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Medio siglo después, con los dos países convertidos en socios de una consolidada Unión Europea, muchos españoles emprenden estos días mismo camino hacia Alemania, afortunadamente en circunstancias muy diferentes. Tan diferentes que en estos momentos hay más alemanes residiendo en España que españoles en Alemania. Unos 130.000 españoles viven en la República Federa l, mientras que más de medio millón de germanos residen en nuestro país durante más de tres meses al año. Sin contar con los cerca de diez millones que vienen a pasar sus vacaciones. Europa ha cambiado por completo a los dos países y la manera en que interactúan sus respectivas sociedades. Y aunque la perspectiva de la crisis económica es mucho más dura en España en estos momentos, no se puede perder de vista que Alemania es el segundo socio comercial de España, no lejos del primero.
El canciller Willy Brandt era una figura muy popular en nuestro país
Las relaciones políticas hispano-alemanas en la era democrática empezaron mucho antes de las primeras elecciones, con la ayuda estratégica de las fundaciones de los principales partidos políticos, los democristianos y los socialdemócratas , a las entonces incipientes fuerzas políticas que han acabado siendo los dos grandes partidos políticos en España. El canciller Willy Brandt era una figura muy popular en nuestro país, mucho antes de que se hablase de la proverbial «química» entre Felipe González y el democristiano Helmut Kohl , figura esencial en el camino de ingreso de España en la Unión Europea.
Kohl fue también el gran canciller de la unificación alemana, que ha sido sin duda uno de los grandes acontecimientos de la vida política comunitaria, apoyado siempre por España. Hasta la aprobación del Tratado de Lisboa en 2009, dos décadas después, no se consumaron las consecuencias institucionales de aquel hecho, puesto que a pesar de haber sumado un país de 14 millones de habitantes (la antigua RDA), Alemania continuó teniendo el mismo número de votos y de diputados que los otros tres países con los que se pactó una paridad histórica: Francia, Italia y Gran Bretaña. Ahora, Alemania tiene el mayor número de diputados, el mayor número de votos en el Consejo y ejerce una influencia formidable en la vida europea.
Antes del euro, ya se propuso la idea de liberalizar el uso de divisas
Cuando se estudiaban las fórmulas para la creación del euro , entre otros métodos se llegó a proponer la idea de liberalizar el uso de cualquier divisa europea en todos los países, de modo que se habría dejado que las fuerzas del mercado hubieran tomado la decisión de cuál era la moneda preferida por los europeos. Es decir, que cada ciudadano acordase libremente en sus transacciones si quería tener la cuenta corriente, la hipoteca o el alquiler en tal o cual moneda. Es una imagen que hoy puede ayudar a entender por qué el euro se ha convertido en los hechos en una especie de moneda alemana, o, al menos, gobernada en parte desde Alemania , y no solamente porque la sede del Banco Central Europeo se encuentre en Fráncfort. El eje franco-alemán sigue siendo el núcleo del corazón de la Unión Europea, pero la tendencia de los últimos años confirma que Alemania necesita también equilibrar su política de alianzas, para por un lado no perder de vista a su vecindario oriental, sin ignorar a los grandes países del sur como España o Italia.
Para la política europea de España, Alemania ha sido el gran contribuyente de los fondos estructurales que han llenado la Península Ibérica de autovías y vías de tren, por las que circulan las mercancías y los turistas alemanes. Más de 1.100 empresas alemanas establecidas en nuestro país se benefician de estas infraestructuras. No cabe duda de que el balance de las inversiones europeas en España ha sido plenamente satisfactorio, especialmente para Alemania y también para Francia, aunque en el caso de nuestro vecino transpirenaico las relaciones políticas no siempre lo han reflejado. La ventaja de las relaciones con Alemania no es solo que compartimos los elementos básicos de la civilización europea , sino que además no somos vecinos, lo que nos libra hasta de ese catálogo de contenciosos históricos y de susceptibilidades fronterizas que, aunque diluidas por la convivencia en la UE, todavía interfiere en las relaciones con Francia o con Portugal.
Eso no impide que se produzcan desencuentros; a los españoles no les gustó nada la gestión que hizo Alemania de la mal llamada crisis del pepino , igual que a los alemanes les pareció irritante que Rodríguez Zapatero presumiera de adelantar económicamente a Italia cuando todo el mundo (y especialmente Alemania, que ya empezaba a aplicar reformas) estaba pensando en la crisis.
La célebre escena de 1999 del entonces presidente del Gobierno José María Aznar jactándose de haber mantenido en jaque al canciller socialdemócrata Gerhard Schroeder «fumando un puro en la esquina, con los pies encima del piano» en una cumbre en Berlín, durante la disputa del reparto de los fondos europeos, probablemente no responda tampoco a lo que ha sido una asociación fluida y fructífera en el seno de las instituciones europeas. Y, de hecho, según cuenta un diplomático español que ha asistido a muchos de estos encuentros, «aunque aquella salida poco diplomática de Aznar no sentó bien a la opinión pública alemana —y con razón— en general sus relaciones con Schroeder no fueron nunca tan difíciles o desagradables como se cuenta».
Mariano Rajoy , a quien se atribuye también un gusto por los puros, conoce bien a la canciller Merkel, con la que desde hace tiempo coincide en las reuniones de líderes del Partido Popular Europeo. En todas sus visitas a Madrid nunca dejó de guardar un momento para entrevistarse con él cuando era el jefe de la oposición, y en los primeros meses del nuevo Gobierno la actitud de la canciller ha servido para reforzar el efecto de las primeras medidas de reforma económica en la estabilidad de los mercados.
No estarán siempre de acuerdo en todo, como se demostró en la redacción de una carta que pedía el uso de estímulos al crecimiento, firmada por España e Italia y otros diez países entre los que no estaba Alemania. Pero será probablemente un periodo de gran sintonía.
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