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El canciller austriaco Sebastian Kurz elogia la política exterior de Donald Trump

La pequeña república alpina ha ocupado titulares internacionales por su abstención del pacto migratorio de la ONU, que provocó un efecto dominó en Europa

Rosalía Sánchez

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Se trata de un hecho simbólico, más que sustancial. Ni las relaciones entre EE.UU. y un país tan pequeño como Austria son capaces de volcar la balanza geopolítica ni el mensaje vertido se concreta en ninguna medida de gobierno, pero es un símbolo de gran poder corrosivo en el seno de la UE. El canciller de Austria, Sebastian Kurz , que pertenece al Partido Popular Austriaco ÖVP y que gobierna en Viena en coalición con la extrema derecha del FPÖ, visitó anoche en Washington a Donald Trump y ambos se intercambiaron piropos, posando ante la prensa como los «mejores amigos», según la descripción de la prensa vienesa. Kurz declaró durante la visita, concretamente, que la política exterior del presidente estadounidense Donald Trump es «muy activa y exitosa» y elogió el respaldo del mandatario estadounidense a Israel y las gestiones para la paz en la península coreana. Es cierto que anotó sus diferencias con Trump en materias como comercio y el acuerdo nuclear con Irán, pero condescendió sonriente con las amenazas que Trump profirió contra la UE

Aprovechando que recibía en la Casa Blanca al canciller de Austria, Trump afirmó que la idea de los gravámenes a los vehículos europeos es «algo en lo que piensa», y que podría ocurrir si «no se cierra el acuerdo» comercial que busca alcanzar con la UE. «Estamos tratando de alcanzar un acuerdo. Es muy difícil llegar a un acuerdo con ellos, con la UE. Si no llegamos al acuerdo, haremos lo de los aranceles», resumió.

Trump ha insistido desde que llegó al poder en la necesidad de que la UE facilite el acceso de productos estadounidenses al mercado europeo, y ha amenazado con aplicar aranceles de hasta el 20 % a las importaciones de automóviles europeos y de otros países a EE.UU. La pasada semana, el presidente estadounidense recibió un informe confidencial del Departamento de Comercio sobre el impacto en la economía estadounidense de la importación de automóviles y partes de vehículos a EE.UU.. La comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo ha dado su visto bueno a que la UE abra negociaciones comerciales con EE.UU., y ha aprobado que en esas conversaciones se incluyan los coches, pero los eurodiputados abogaron, no obstante, por suspender las negociaciones si EE.UU. impone más aranceles a productos europeos, y se espera que tanto el pleno del Parlamento comunitario como los ministros se pronuncien en marzo sobre esas negociaciones.

En este contexto, la visita de Kurz a Washington constituye y una foto que no agrada precisamente a la diplomacia europea, mucho menos acompañada por palabras como las que Trump ha dirigido al canciller austriaco: «Es un líder muy joven y me gusta mucho, tenemos, muy buenas relaciones, en asuntos comerciales y también en otros». Estas declaraciones seguían la línea marcada por el embajador estadounidense en Alemania, Richard Grenell, que ya hace meses marcó la consigna al afirmar que «Kurz es una estrella de rock y yo soy muy fan suyo». Es un secreto a voces que Grenell ha estado muy implicado en el hecho de que, después de 13 años, un canciller austriaco haya sido invitado de nuevo a la Casa Blanca. El último había sido Wolfgang Schüssel, invitado por George W. Bush.

Al margen de las relaciones que Trump pretende establecer con países europeos en cuyos gobiernos aparezcan los partidos más a la derecha del continente, o sencillamente hostiles a la canciller alemana Angela Merkel, Kurz lleva a Washington su propia agenda. Necesita deshacerse de la imagen pro-rusa que causó la aparición de Putin como invitado en la boda de la ministra austriaca de Relaciones Exteriores Kneissl. Además desea tender lazos trasatlánticos que los desencuentros de Trump con los gobiernos de Francia y Alemania están dañando hasta niveles insospechados. «Este viaje es su coronació», dice el experto estadounidense Heinz Gärtner, de la Universidad de Viena. «En resumen, está logrando que Austria haya ganado más peso y atención, tanto positiva como negativa. Es visto en su país como un líder capaz de hacer valer los intereses de Austria en el mundo», concluye.

En los últimos meses, la pequeña república alpina ha ocupado titulares internacionales por su abstención del pacto migratorio de la ONU, que provocó un efecto dominó en Europa, y por criticar abiertamente la política fronteriza y de refugiados de Merkel. Kurz, que llegó al poder a finales de 2017 y cuyo gobierno aboga por reforzar las fronteras, un discurso afín al de Trump, ha defendido en el despacho oval que Austria tiene mucho que decir porque es «un país pequeño, pero económicamente potente» en el «corazón» de la UE.

La reunión mantenida por las dos delegaciones duró una hora, tras la cual Donald Trump y Kurz se reunieron durante quince minutos para hablar en privado. Después disfrutaron de una cena con Ivanka Trump y Jared Kushner, en la que Kurz, ante su propia generación, volvió a presentarse como un «constructor de puentes».

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