La odisea del crucero español en el rescate de 2.000 marinos nazis flotando en el Atlántico durante la IIGM
Cuando la Royal Navy dio caza y hundió al acorazado más potente y temido de la historia de Alemania, el Bismarck, el Canarias partió desde Ferrol para recoger a los tripulantes que quedaron flotando sobre el agua
Israel Viana
Los únicos restos que se encontraron flotando sobre las aguas del Atlántico Norte, el 27 de mayo de 1941, fueron los cadáveres de cinco marinos alemanes. Desde entonces, el acorazado de guerra más potente y temido de la historia de Alemania, el Bismarck , ... permaneció olvidado a 4.791 metros de profundidad, con más de dos mil hombres en su interior, hasta el 8 de junio de 1989 en que fue descubierto por Robert Ballard , el oceanógrafo responsable del hallazgo del Titanic.
El almirante Eric Raeder , comandante en jefe de aquella Armada alemana, había dicho antes que, «por su extraordinaria potencia de fuego, su gran resistencia y sus condiciones de flotación, resultaba superior a casi todos los barcos de guerra enemigos, siempre y cuando se tratase de combatir barco contra barco». Era gigantesco y, según pensaban, también invencible. Por eso su última batalla es recordada como uno de los episodios más épicos e impresionantes de la Segunda Guerra Mundial . Lo que mucha gente no sabe, sin embargo, es que fue la Armada española la que acudió rauda a la llamada de auxilio enviada por el almirante Otto Schniewind pocos minutos antes de que el barco se fuera a pique para siempre.
El Bismarck desplazaba más de 50.000 toneladas cuando estaba totalmente armado y con los depósitos de combustible llenos. Era, junto al Tirpitz , el barco de guerra más grande del mundo. «El crucero de combate británico Hood , que había entrado en servicio veinte años antes, en 1920, y que era el orgullo de la Royal Navy , tenía 71 pies más de eslora, pero un blindaje sensiblemente menor y, por consiguiente, desplazaba menos tonelaje», explica Craig L. Symonds en «La Segunda Guerra Mundial en el mar» (La Esfera de Los Libros, 2019).
El acorazado alemán iba armado con ocho cañones de 380 mm montados en cuatro torretas de dos cañones. Cada cañón medía 17 metros de largo, pesaba 122 toneladas y disparaba proyectiles de 809 kilogramos a una distancia de hasta 32 kilómetros. Las mejoras en materia de tecnología de control de fuego confería a estos una precisión y fiabilidad mayores que la artillería de cualquier barco de la Segunda Guerra Mundial. Además, contaba con 12 cañones de 152 mm, 16 de 100 mm y otros 16 de 38 mm. Su interior, por último, había sido sellado con un sistema de compartimentos estancos y el exterior, con un cinturón de blindaje de 33 centímetros de grosor.
«Imposible de hundir»
Todas estas características hacían que, a juicio de Raeder, este barco fuera «imposible de hundir». Pero se equivocaba, como pudo comprobar el crucero español. «El gran almirante Raeder felicita a la marina española por el gesto gallardo e hidalgo del Canarias», contaba ABC , sobre este episodio llevado al cine por el director británico Lewis Gilbert en la década de los 60, que comenzó el 21 de mayo de 1941, cuando el Bismarck partió de la costa noruega con la misión específica de destruir el tráfico comercial que se realizaba en el Atlántico Norte.
Las primeras informaciones sobre la misión de combate del acorazado nazi llegaron a oídos a la Royal Navy por los observadores suecos, que presenciaron el paso del Bismarck por el estrecho de Kattegat, en la costa de Suecia, y transmitieron la noticia a los noruegos. Esto, a su vez, la compartieron con los británicos. Y, al día siguiente, un piloto de la RAF, a bordo de un avión Spitfire especialmente equipado para el largo alcance, informaba de la presencia de «dos cruceros». Cuando el piloto regresó a la base y se revelaron las fotos, descubrieron que uno era, efectivamente, el Bismarck.
La RAF preparó inmediatamente una misión de bombardeo, pero antes de que pudiera despegar, un frente nubló los cielos de Noruega y redujo la visibilidad a cero. Los bombarderos no consiguieron localizar al buque alemán, aunque la caza había comenzado. A las diez de la mañana del 18 de mayo de 1941, daba comienzo la operación bautizada con el nombre en código de « Rheinubung », en la que participaron los cruceros pesados británicos Suffolk y Norfolk , a los que se unieron el acorazado Prince of Wales y el crucero de batalla Hood .
El hundimiento del Hood
El último de estos barcos fue el que disparó primero. Pensaba que había lanzado su proyectil contra el Bismarck, pero en realidad era otro crucero alemán, por lo que el acorazado respondió rápidamente y con tal potencia que el Hood explotó y se hundió en cuestión de segundos. Desaparecía el buque más grande de la Royal Navy, orgullo de la flota británica desde hacía más de veinte años. Y de los más de 1.500 hombres de su tripulación, solo sobrevivieron tres. «Vi una montaña de llamas y una bola de fuego blanca-amarillenta que salía disparada de entre los mástiles del barco y ascendía hasta el cielo», recordaba uno de los testigos de la batalla.
El Bismarck apuntó después contra el Prince of Watts y uno de sus proyectiles de 380 mm impactó contra su puente, matando a todos los presentes salvo al capitán, al jefe de administración y al jefe de transmisiones. Hubo tal carnicería en el puente que la sangre corría por el tubo de voz y caía sobre los mapas, pero el barco pudo huir maltrecho. Todo parecía ir a las mil maravillas para los nazis. Churchill se encontraba en Chequers, la casa de campo de los primeros ministros de Gran Bretaña, al norte de Londres, y aún dormía a las 7 de la mañana del 24 de mayo cuando le despertaron con la alarmante noticia de la destrucción del Hood. «Aquello fue una tremenda decepción», escribiría mucho tiempo después.
El Bismarck no salió indemne, vio afectados sus depósitos de combustible y reducida su velocidad máxima. Lo peor, sin embargo, era la delatora estela de diesel que dejaba a su paso, aunque consiguiera eludir en un primer momento a sus perseguidores. Y la royal Navy, humillada por el hundimiento del más emblemático de sus buques, inició la persecución del acorazado alemán con todos sus medios disponibles. La venganza debía servirse en caliente.
Navegando en círculos
Un día después de haber perdido el contacto con la nave enemiga, un hidroavión inglés de reconocimiento logró localizar al Bismarck de nuevo, camino del puerto de Brest, para su reparación. Entonces, una serie de aviones torpederos Swordfish, despegados del portaaviones Ark Royal, lanzaron un ataque a la desesperada con las últimas luces del 26 de mayo. Si la misión fracasaba, nada podría impedir que el acorazado nazi llegara a su destino. «Estimo que no ha habido impactos», anunció media hora después el comandante de vuelo británico, sin ser consciente de que uno de los últimos torpedos había logrado impactar contra la popa del buque y dejar inutilizados los timones. La suerte estaba echada.
El Bismarck empezó a navegar en círculos gigantescos en el sentido contrario a las agujas del reloj. Ernst Lindemann , el hombre al mando, intentó contrarrestarlo por medio de los motores, pero estos no eran capaces de superar la presión de los grandes timones. El conductor, Günther Lütjens , notificó a Berlín que «el buque ya no es gobernable», aunque se encontraban a solo 640 kilómetros de su salvación. Pero viendo que era ya imposible, se volvió a dirigir a la capital alemana e informó: «El buque es incapaz de maniobrar. Lucharemos hasta el último proyectil. Viva el “Führer”».
Al amanecer del 27 de mayo, la escuadra perseguidora alcanzó por fin al Bismarck, que no pudo escapar a su destino. A las 8.47 de la mañana, dos acorazados y dos cruceros pesados comienzan a disparar contra el buque alemán. Tras más de 70 minutos de cañoneo, y después de un castigo que ningún otro navío hubiera podido resistir, el Bismark aún permaneció a flote durante un tiempo, con su bandera de combate en el mástil, pero agonizando. Los británicos dejaron de disparar a las 10.21, salvo el crucero pesado Dorsetshire, que recibió la orden de torpedear al enemigo hasta acabar con él.
El hundimiento
Tres proyectiles después, el Bismark volcó lánguidamente sobre su banda de babor y se hundió a las 10.40 horas, pocos minutos más tarde de que el almirante Otto Schniewind hubiera enviado su mensaje de auxilio. El crucero español Canarias, con alrededor de 1.000 tripulantes, partió inmediatamente del puerto de El Ferrol a las órdenes del capitán Benigno González-Aller y Acebal, mientras el Dorsetshire huía de allí tras haber rescatado a tan solo 110 de los 2.206 miembros de la tripulación del Bismarck. Los pocos supervivientes que quedaron, resistían como podían agarrados a los restos del famoso acorazado nazi.
El día 28 de mayo a mediodía, el Canarias llegó a la zona del hundimiento del Bismarck y anunció por radio que una tormenta y la situación del mar hacían «extraordinariamente» difícil que se encontrara a algún supervivientes, salvo que fuera «por casualidad». Era demasiado tarde y el crucero español se había jugado prácticamente su existencia, dadas las condiciones del mar, sabiendo que a lo mejor ya no encontraba a nadie vivo.
Poco después de las 14.00, sin embargo, el Canarias contactó por radio con el submarino alemán U-74, que le indicó las coordenadas de «numerosos cadáveres y restos» del acorazado nazi. Los españoles estuvieron buscando pistas hasta bien entrada la noche, cuando el mar se calmó. Sin embargo, no fue hasta la mañana siguiente que comenzaron a avistar restos del Bismarck y manchas de aceite, aunque ni rastro de supervivientes.
En su camino, el Canarias se cruzó con numerosos submarinos alemanes que también buscaban a sus compatriotas, con nulos resultados. No fue hasta el 30 de mayo que nuestro crucero encontró a los dos primeros cadáveres flotando, los cuales izaron a bordo. Por sus placas de identificación, descubrieron que se trataba de un músico, Walter Grasczak, y de un señalero, Heinrich Neushwander. La misión se dio por cumplida y el crucero puso rumbo a La Coruña. Antes, el mando ordenó que los dos cadáveres fueran devueltos al mar con honores militares. ABC llevó a su portada el intento del rescate.
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