La Guerra Civil no estalló el 18 de julio de 1936: el alzamiento en Villa Sanjurjo que se adelantó a Franco
Esa fue la fecha prevista y la que han dado por buena los libros de historia, pero lo cierto es que hubo una unidad de soldados regulares que se adelantó dos días a la declaración de Mola, Fanjul y compañía, aunque sea un hecho que casi nadie conoce hoy
Israel Viana
Son tantas las veces que nos han repetido que la Guerra Civil española comenzó el 18 de julio de 1936, que resulta prácticamente imposible convencer a alguien de lo contrario. Es cierto que esa fue la fecha prevista por los golpistas, y la misma ... que han dado por buena la gran mayoría de libros de historia, pero lo cierto es que hubo una unidad de soldados regulares del protectorado de Marruecos que se adelantó dos días a la declaración realizada por Franco , Emilio Mola y Joaquín Fanjul, entre otros, en la Península y las islas Canarias.
Este primer golpe fue protagonizado por un desconocido comandante catalán llamado Joaquín Ríos Capapé , en cuya necrológica publicada por ABC, en 1963, ya se le calificaba como «el primer sublevado». «El 16 de julio de 1936 inició el Movimiento Nacional en su circunscripción de Torres de Alcalá, en el Riff, dirigiéndose a Alhucemas por orden del jefe de la Intervenciones Militares en Marruecos, el cual dio la orden del alzamiento». Sin embargo, nadie se acuerda hoy de él, a pesar de que durante la dictadura ocupó cargos de responsabilidad, como el de director de la Escuela Superior del Ejército. La fama del asalto al Cuartel de la Montaña de Madrid, el 18 de julio, considerado habitualmente el primer episodio de la guerra con sus 150 muertos, según las fuentes más optimistas, y 900, según las más pesimistas, le hicieron sombra.
Uno de los supervivientes de aquella masacre, Bibiano Morcillo , lo reconocía a ABC en 2011. Tenía solo 18 años cuando se presentó en el mencionado cuartel cerca de Plaza España, el día 18 por la mañana, y el oficial al mando le recibió muy emocionado: «¡Hombre, Morcillo! Usted por aquí. Me alegro mucho de verle. Mire, me va a hacer un favor. Se va a ir a casita a vestirse de soldado y se viene para acá, que esta misma tarde tomamos militarmente Madrid». Su sorpresa fue tan grande que salió de allí corriendo, sin que su jefe hubiera mencionado a Franco, Mola ni, por supuesto, al tal Capapé, que se había alzado ya en armas, 48 horas antes, en Villa Sanjurjo, al frente del III Tabor de Regulares de Alhucemas.
«Se notaba que el oficial tenía unas ganas enormes de que comenzara el golpe», subrayaba Morcillo, que intentó poner remedio a lo que estaba apunto de suceder, sin saber que ya llegaba tarde. Estaba tan nervioso que interrumpió a un grupo de jóvenes que se encontraban en un bar, para contarles lo sucedido. Después se fue a la sede del Partido Comunista para informar a sus responsables y, de allí, al Ministerio de Guerra. En las escaleras fue interrumpido por un coronel afecto al golpe, que le gritó: «¿Usted no sabe que los militares no debemos meternos en política? ¡Váyase a su casa ahora mismo, vístase de soldado y preséntese a su oficial!».
El 18 de julio, Fiesta Nacional
Ese mismo día, el general Mola repasó minuciosamente su bando de declaración del estado de guerra en Pamplona. Franco hacía lo propio al llegar por la mañana a Tenerife para asistir al entierro del comandante militar Amado Balmes, muerto en extrañas circunstancias, firmar el documento y volar inmediatamente a Tetuán. Se consumaba así la traición, aunque en realidad esta ya llevaba dos días en marcha. Es más, el futuro dictador contribuyó a consolidar esta creencia con el decreto de julio de 1937: «Se declara día de Fiesta Nacional el 18 de julio, fecha en que España se alzó unánimemente en defensa de su fe, contra la tiranía comunista y contra la encubierta desmembración de su solar».
El día 19 era anunciado por los periódicos. ‘La Voz’ lo hacía con el siguiente titular: ‘Una parte de Marruecos se ha levantado en armas contra la República’. ABC, con un «número visado por la censura», mientras que la radio, con el mensaje del Gobierno de Santiago Casares Quiroga , que fue emitido a las ocho y media de esa mañana: «Se ha frustrado un nuevo intento criminal contra la República. Una parte del Ejército que representa a España en Marruecos se ha levantado en armas, sublevándose contra su propia patria y realizando actos vergonzosos contra el poder nacional. El Gobierno declara que el movimiento está circunscrito a determinadas ciudades de la zona del Protectorado y que nadie, absolutamente nadie, se ha sumado a tan absurdo intento en la Península».
Como se puede observar, nadie mencionaba el 16 de julio como el día en que se inició la sublevación que dio paso a la Guerra Civil. El pistoletazo de salida estaba previsto, exactamente, para las 5:00 horas de la madrugada del sábado 18 en todo el territorio español a la vez. Sin embargo, la unidad de Capapé se adelantó a la noche del jueves, cuando le ordenó al coronel Juan Bautista Sánchez González que saliera del cuartel y ocupara la localidad de Villa Sanjurjo, para marchar después, en las primeras horas de la mañana siguiente, hacia Melilla.
Bajo amenaza de muerte
En esta última ciudad se reunieron los oficiales golpistas el día 17 por la tarde, en la sala cartográfica de la Comisión de Límites de África, donde sus planes resultaron descubiertos por un grupo de guardias de asalto enviados por el comandante en jefe de la zona oriental del Protectorado, el general Manuel Romerales Quintero, quien llegó al edificio y exigió registrarlo. El jefe de la conspiración en Marruecos, Juan Seguí Almuzara, jefe de Falange en Melilla, optó entonces por adelantar el golpe y, pasadas las 16:30 horas, mandó a una unidad de la Legión que detuviera a esos mismos guardias que les habían interrumpido.
«Seguí entró más tarde en el despacho del general Romerales y le conminó a que se rindiese, bajo la amenaza de dispararle allí mismo. Solo ofreció resistencia la base de hidroaviones del Atalayón, cuyo jefe era el comandante Virgilio Leret Ruiz, que entregó la base a dos tabores de Regulares tras dos horas de combate. Y controlada Melilla, esa misma noche lideraron la sublevación los tenientes coroneles Sáenz de Buruaga, en Tetuán, y Yagüe, en Ceuta», cuenta el historiador Juan José Primo Jurado en ‘Los generales de África’ (Almuzara, 2017).
El primero de estos exigió la rendición del alto comisario, Arturo Álvarez Buylla, quien decidió aguantar alentado por el Gobierno de Madrid y animado por la resistencia que estaba mostrando el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, primo hermano de Franco, en el aeródromo militar de Sania Ramel. Sin embargo, fuerzas de la Legión unidas a la rebelión ocuparon esa misma noche el Alto Comisariado y el aeródromo. En Ceuta, por su parte, Yagüe no tuvo que disparar una sola vez, ya que la ciudad estaba en manos de los alzados a las 23:00 horas del 17 de julio, mientras que en Larache, la sublevación se inició a las 2:00 horas de la madrugada del 18.
Dragon Rapide
Fue al día siguiente cuando Franco aterrizó en Tetuán, tras el famoso vuelo desde Canarias a bordo del Dragon Rapide, y se puso al frente del Ejército de África. Para ello tuvo que detener al anterior jefe, el general Agustín Gómez Morato, y al comandante de la Circunscripción Oriental, Manuel Romerales Quintero. El primero permaneció en prisión hasta 1952 y el segundo fue fusilado el 29 de agosto de 1936, según detalla Primo Jurado en su libro. El comandante de la Circunscripción Occidental, el general Osvaldo Capaz, se encontraba de permiso en Madrid, donde también fue arrestado y fusilado por los milicianos anarquistas el 23 de agosto de 1936.
En aquellos dos días previos de sublevación en África, Yagüe asumió el mando y todos los miembros del Ejército que se negaron a apoyarle fueron fusilados. Entre ellos, el primo hermano del futuro dictador . Y eso que, según contaba Pilar Jaraiz , conocida como la ‘sobrina roja del general Franco’, en su libro ‘Historia de una disidencia’ (Planeta, 1981), ambos «eran más hermanos que primos, pero de adultos se habían agudizado sus diferencias ideológicas. Franco lo había sustituido de su puesto durante la revolución de Asturias, en octubre de 1934. En una de las muchas discusiones que tuvieron, este llegó a advertirle: 'Un día de estos voy a tener que fusilarte'». Y así ocurrió.
El 18 de julio, finalmente, la sublevación se generalizó a toda España. El Gobierno de la Segunda República, desbordado, decidió armar a los partidos y a las organizaciones obreras y revolucionarias. «Armar al pueblo», lo calificaron… Y comenzaba la mayor tragedia fratricida que ha vivido nuestro país en la historia contemporánea.
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