Las mejores pautas para actuar ante los estallidos emocionales

En primer lugar apuntan que es importante entender lo que le está ocurriendo a nuestro hijo, puesto que tener información sobre el problema aporta seguridad a los padres para saber cómo actuar en cada caso. «Entender que se ha quedado atrapado en una emoción de la que no sabe salir ayuda a cambiar la perspectiva y a ver la situación con otros ojos. De esta forma resultará más sencillo ayudarle a reconocer e identificar sus disparadores, los pensamientos en su cabeza y las señales que siente su cuerpo en ese instante», aseguran.

Resulta adecuado, además, saber elegir el momento, puesto que al estallar un conflicto ni niños ni adultos están en las mejores condiciones para razonar. Ambas expertas aconsejan dejar pasar un tiempo, que pase la tormenta y, cuando vuelva la calma, hablar con los hijos para explicar cómo se sintieron, lo que ocurrió y proponerles estrategias más efectivas de regulación.

Con el fin de reforzar esta vuelta a la calma se puede dar una caricia al niño, lo que le ayudará a sosegarse y a bajar la intensidad de sus impulsos. En lo que sí insisten Silvia Álava Sordo y Ruth Castillo es en que no hay que ceder ya que «muchas veces por terminar lo antes posible la rabieta o por miedo a que vaya a más, los adultos cedan. Esto lo único que provoca es que se refuerce más su conducta y aprendan que es una forma válida de conseguir sus objetivos».

Reconocen que, en muchas ocasiones, a los primeros que les cuesta regular sus emociones es a los padres, para lo que aconsejan contar con estrategias y trabajar la propia consciencia emocional para saber regular las emociones. Es muy complicado enseñar a los hijos a regularse si los padres no saben hacerlo. Por ello proponen cuatro prácticas para los adultos:

1.-Hacer respiraciones profundas para soltar tensiones y tratar de analizar cuáles son los pensamientos en ese momento, visualizándolos, observando las emociones que se sienten en el instante, cómo afectan al resto del cuerpo y no dejar de centrar la respiración inspirando y exhalando. Conectar con uno mismo siempre es muy positivo.

2.-Escribir lo que se siente tiene gran sentido para trabajar la comprensión emocional y reconocer mejor las emociones de los hijos.

3.-Perder el miedo a conectar con los sentimientos. Silvia Álava Sordo y Ruth Castillo apuntan que una de las razones por las que vamos con el piloto automático es, precisamente, el miedo que tenemos a echar una mirada a nuestro interior. «Conectar con nuestros sentimientos nos hace más inteligentes emocionalmente y más fuertes», puntualizan.

4.-Observar las necesidades de nuestros hijos, puesto que a veces reaccionan en forma de conflicto por necesidades fisiológicas (sueño, cansancio, hambre...) o emocionales (afecto, comprensión...).

Prosiguen recomendando que se nombre lo que sienten. «Es importante que identifiquen lo que les pasa y qué pueden esperar si les vuelve a ocurrir. Además es una buena ocasión para que entiendan que su respuesta fue desproporcionada y cómo pueden expresar lo que sintieron de otra forma más moderada».

También consideran muy positivo crear un rincón de la calma para compartir maneras de manejar las emociones. Se trata de un lugar donde pueden acudir si perciben que sus emociones les desbordan, quieren gritar o pegar. Lo más adecuado es que sea un sitio cómodo donde tengan algún libro que les guste, peluche, fotos o dibujos que les ayuden a volver a la calma.