El calvario de Loli llega a su fin: recupera su casa okupada y podrá pagar la residencia a su hermana

La comitiva judicial llegaba puntual a las 10 de la mañana. A esa hora también llegaba Loli hecha un manojo de nervios. Y es que, en la orden de desahucio únicamente figuraba el nombre del inquilino moroso. Sin embargo, desde hace aproximadamente dos meses había más personas viviendo en la casa, presuntamente subarrendados por el ocupa. Existía la posibilidad de que la comitiva solo desalojara al inquilino principal y que hubiera que comenzar un nuevo proceso judicial para echar a los nuevos moradores del piso.

Sin embargo, todo ha sido mucho más sencillo y más rápido de lo esperado. El ocupa abandonaba la vivienda por su propio pie y sin oponer ningún tipo de resistencia. Una vez la comitiva judicial, acompañada de una patrulla de la Ertzaitnza, ha hecho acto de presencia, ha salido con varias bolsas y mochilas. Pocos minutos después, también ha abandonado el piso otra de las personas que estaba con él.

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«No pensé que fuera a ser tan fácil», reconocía Loli, todavía incrédula porque la larga «pesadilla» haya llegado a su fin. El calvario de esta mujer de Sestao comenzó en marzo de 2022. Por aquella fecha, su prima Isabel Moreno, de 83 años y propietaria de la vivienda, comunicó a los inquilinos que no renovaría el contrato. Dos de ellos accedieron a marcharse en el verano, pero el tercero se atrincheró y ha continuado ocupando la casa hasta que un juez le ha obligado a marcharse.

Desde entonces, comenzó a acumular una deuda que a su marcha supera los 7.000 euros. Aunque para Loli, lo más duro ha sido el deterioro que ha sufrido la salud de su prima, a la que considera su hermana porque se criaron juntas desde pequeñas. En enero no tuvieron más remedio que ingresarla en una residencia de Palencia, lo que hizo aún más desesperada su situación. La familia necesitaba vender la casa ocupada para sufragar los gastos del ingreso de la mujer octogenaria.

La situación terminó por volverse crítica hace dos meses. En vista de que el proceso judicial se demoraba, optó por vender su vivienda familiar hace un mes, con el objetivo de trasladarse al piso ocupado en cuanto el inquilino se fuera. «Me veía en la calle», reconoce a este periódico. Afortunadamente, los compradores le dieron unos meses de margen para ver si podía solucionar la situación. «Se han portado genial», agradece.

A pesar de ello, nunca decayó en su lucha. En estos meses ha realizado concentraciones y manifestaciones por el municipio. Incluso llegó a apostarse todas las mañanas frente al portal con una pancarta que rezaba 'Okupak kanpora' (Ocupas fuera). En el camino también ha tenido que afrontar varias citas judiciales, la última un juicio al que el inquilino ni siquiera se presentó.

«Hoy se ha acabado la pesadilla», reconoce aliviada y con las llaves de la que fue su casa de la infancia en la mano. Loli la ha podido recuperar pasadas las once de la mañana y aunque «está un poco sucia» podrán habitarle en poco tiempo con una «buena dosis de limpieza». Lo primero que ha hecho, nada más entrar, ha sido llamar a Isabel. La pena de Loli es que, aunque el inquilino abonara su deuda, algo que muy probablemente no ocurrirá, ya nada podrá devolverle a Isabel la salud perdida.