El Ventorro del Chaleco, el barrio donde tomaba el aperitivo Luis Candelas y vivió de niño Manolo Santana

HISTORIAS CAPITALES

Las leyendas decían que el famoso bandolero madrileño escondió sus botines en la zona, y más de un vecino se aventuró en su busca

Luis Candelas, el enemigo público número 1 del Madrid del siglo XIX

Vecinos explorando una cueva de la zona del Ventorro del Chaleco, en 1927, a la busca de los posibles botines escondidos allí por Luis Candelas Portela

La historia de Madrid es un pozo sin fondo. Y en ocasiones, la noticia surge allí donde menos se espera. En un gran palacio o en un humilde barrio; en un rascacielos o en una cueva en las afueras de la ciudad. Este es hoy ... el caso: el de unos vecinos que, a comienzos del siglo XX, excavaron en varias cuevas del extrarradio en busca del tesoro que podría haber dejado allí el bandolero Luis Candelas y su cuadrilla.

Pero vayamos por partes: Candelas nació en Lavapiés en 1804. Y cuando ya se dedicaba a su actividad delictiva, decían que frecuentaba la zona del Ventorro del Chaleco. O del 'tío Chaleco', porque al parecer el nombre le viene al barrio de un vigilante que mandó a la zona el dueño de las tierras, el duque de Pastrana, y que acostumbraba a vestir con esa prenda.

El caso es que al parecer, frecuentaba la zona, próxima al arroyo Abroñigal y a lo que ahora es el barrio de la Prosperidad, el célebre bandolero madrileño, un tipo singular que gustaba de disfrazarse y camuflarse para muchos de sus robos, y que se preciaba de no haberse manchado nunca las manos de sangre, que no es poca cosa. De nada le sirvió, no obstante, pues cuando fue detenido y juzgado, se le condenó a la pena máxima, a morir por garrote vil. Tenía sólo 33 años.

En vida, y cuando ya se dedicaba al negocio de apropiarse de lo ajeno, recalaba Candelas al parecer por la zona del Ventorro del tío Chaleco. Hay quienes lo sitúan, a él y a su cuadrilla, escondidos en cuevas en la zona, que estaba lo suficientemente apartada -donde acababa Madrid- como para ser un buen escondrijo, y donde además se podía comer y beber puesto que era lugar de parada habitual para los que viajaban desde o hacia Madrid.

Había un bar en el ventorro llamado 'La Favorita', situado en plena carretara de Hortaleza, donde a principios del siglo XX era frecuente programar actuaciones de todo tipo: los carteles que se conservan indican que el 23 de noviembre de 1024 triunfaron las Hermanas Brasil, «con sus sugestivos bailes y bonitos cuplés»; y por esas mismas fechas, actuó también la compañía de comedias y zarzuelas que dirigía el primer actor Luis Coronel, con «el gracioso juguete cómico en un acto 'La casa de los milagros'».

Pico y pala

Comenzó a extenderse el rumor por las calles del Ventorro de que hasta allí se llegó Luis Candelas no sólo para guardarse de la Justicia mientras tomaba algunas libaciones, sino también para esconder sus tesoros. Los vecinos de la zona, muy necesitados de un golpe de suerte que les sacara de su miseria, no dudaron en organizarse en cuadrillas y lanzarse a buscar, en todo orificio que encontraron en los montes colindantes, restos de aquellas riquezas que imaginaban y, a medida que lo hacían, iban agrandándose en sus mentes.

Así que a pico y pala, y con la fe de los desesperados, acudieron allí por decenas los residentes del Ventorro del Chaleco, y allí es donde les captó el reportero gráfico de ABC Portela, en la entrada de una de las cuevas que habían quedado al descubierto en el entorno y que muchos creyeron que podía ser el antiguo refugio del bandolero Luis Candelas. No hallaron nada, por descontado, pero la posibilidad de salir de pobres por esta vía les tuvo entretenidos durante semanas.

Al Ventorro y su parroquia se les menciona con frecuencia en la prensa de comienzos de siglo, y casi siempre en relación con algún escarceo con la justicia. Los cronistas lo cuentan con la gracia y el estilo de la época, menos formal y por supuesto sin un ápice de corrección política. En abril de 1921, por ejemplo, fue detenido Alfonso Agudo Abella, un joven «que vive en el Ventorro del Chaleco» porque «vio en la calle de los Milaneses un caballo y sobre el caballo una manta, de la que se apoderó inmediatamente. Los guardias se apoderaron de Alfonso y este pasó a los calabozos del Juzgado», resumía la nota. Un perla este tal Alfonso, habitual en los calabozos y también en los periódicos: años antes de este hecho, el 17 de agosto de 1918, se le relacionaba también con otro hecho delictivo. En concreto, por el denunciante Baltasar Abella Pérez,trapero domiciliado en el Ventorro del Chaleco y tío de Alfonsito, que aseguró las autoridades que denunció a su sobrino por «haber desaparecido, en unión de 5.000 pesetas de Baltasar que guardaba en una bolsa entre los colchones de la cama».

Poco después, en septiembre de 1925,daba cuenta también la prensa de otro sucedido que tuvo su origen y su desarrollo en el referido Ventorro: «Ante el comandante del puesto de la Guardia Civil de Chamartín de la Rosa denunció anoche Mariano Gómez Vicente que de un cajón de una vaquería establecida en el Ventorro del Chaleco le quitaron 375 pesetas». Un dinero, para la época.

Como en todo barrio humilde, había también muchas familias honestas y trabajadoras, que fueron asentándose en la zona y la convirtieron en una barriada bastante popular a mediados del siglo pasado. De hecho, en aquel barrio de casas bajas con su poquito de patio algunas, en una vivienda situada en el remate de la calle de López de Hoyos, vivió y creció nada menos que Manolo Santana, el genio nacional de la raqueta -con permiso de Rafa Nadal-. Allí le sitúa su biografía cuando tenía 4 o 5 años, y otros autores le dibujan acompañado en su infancia de compañeros de juegos como 'el Cojo', 'el Monstru' o 'el Lorilo'.

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