Del 'pleno del porro' a las narcosalas en los poblados chabolistas de Madrid
HISTORIAS CAPITALES
Las a veces polémicas iniciativas de las autoridades madrileñas contra el consumo de estupefacientes en los tiempos más negros de la droga
MADRID
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Iniciar sesiónHubo una reunión plenaria de la Corporación municipal madrileña en la que se propuso legalizar el porro. Tuvo partidarios, entre ellos el concejal más joven del PSOE, presidente de la Comisión de Estudio de los Problemas de la Juventud, y otros apoyaron que el ... tema «se afrontara sin hipocresías», recogen las crónicas de la época. El alcalde, José Luis Álvarez, se mostró completamente en contra de la iniciativa, que obviamente, no salió adelante. Corría entonces el año 1979, y los periódicos dieron en llamar a aquel acto 'el pleno del porro'.
La polémica estaba servida: en aquella reunión plenaria, salieron a relucir los porros, pero también otras sustancias de consumo habitual, como los chatos de vino, los carajillos o el tabaco. Eran las vísperas de la aparición y extensión de la heroína, una pesadilla que se prolongó durante más de diez años y que dejó una estela terrible de muertos y sufrimiento en las familias.
Años más tarde, otro alcalde, José María Álvarez del Manzano, emitía un bando -en octubre de 1991- prohibiendo el consumo de droga en las calles, bajo multa de 2,5 millones de pesetas, y 10.000 de sanción por tirar jeringuillas al suelo.
El espectáculo de los jóvenes que deambulaban como zombis en busca de su dosis, o intentaban dar con espacios inverosímiles de su cuerpo para inyectársela, y la acción decidida de la organización Madres contra la Droga, generaron un estado de opinión contrario al consumo de estas sustancias. Barrios enteros, no sólo los del extrarradio, sino también algunos muy céntricos, como Malasaña o Chueca, se convirtieron en reductos donde comprar y consumir heroína.
Salas de venopunción
Y otro político, el entonces presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, dio el aldabonazo definitivo al plantear la construcción de las salas de consumo supervisado de drogas, popularmente conocidas como «narcosalas». Una iniciativa que, de entrada, tuvo muchísima oposición interna: en el PP no terminaban de entender la medida, que algunos en el partido veían como una renuncia a recuperar a estas personas, tirar la toalla ante su adicción.
Ruiz-Gallardón tuvo muy claro desde el principio que el drogadicto necesitaba ayuda. Y por eso siguió adelante con su plan: abrir instalaciones sanitarias donde, bajo supervisión profesional, los consumidores habituales de droga pudieran pincharse en condiciones higiénicas y de seguridad. Estaban, como la lógica indicaba, en los llamados «supermercados de la droga», el principal de los cuales era entonces el poblado chabolista de Las Barranquillas, en Vallecas, donde se dice que acudían hasta 5.000 toxicómanos al día en busca de su dosis.
La primera se abrió allí en el año 2000, bajo el nombre de «Dispositivo Asistencial de Venopunción». No sólo se le atendía y ofrecía un lugar limpio y seguro para pincharse -en lugar de hacerlo en cualquier rincón-, sino que podía analizarse la sustancia a inyectar, y había atención médica por si tenían algún problema tras recibir su dosis. Y también se les ofrecía información y derivación, si la querían, hacia la red asistencial, que podría ponerles en camino hacia la rehabilitación. La foto de los políticos mezclados en la sala de espera junto a los drogadictos recién inyectados era toda una paradoja en sí misma. Como también lo fue que, según publicaba ABC, el día antes y al día siguiente morían dos toxicómanos por sobredosis en la misma puerta de la instalación. 1992 fue el año con más muertes por esta causa en Madrid: 270 personas fallecieron por efecto de las drogas este año; a partir de esa fecha, la cifra se fue reduciendo.
Once años después, en 2011, la narcosala de Las Barranquillas cerraba, con el poblado ya prácticamente desmantelado.
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