El Muro que dividió el mundo y separó familias, y que tiró abajo la presión social hace 34 años

Organizada por Musealia y la Fundación Muro de Berlín, para reunir todo el material que enseña ha contado con la colaboración de otras instituciones como los Archivos de la Stasi o el Museo Memorial de la Paz de Hiroshima. La historia que relata es la del horror de un mundo dividido tras la II Guerra Mundial en dos bloques, incluso físicamente, y de la dramática decisión de levantar ese telón de acero que partió por la mitad barrios y vidas. Y que acabó sucumbiendo por la presión de los nuevos tiempos y esa «revolución pacífica» de los ciudadanos.

El Muro comenzó a construirse el 13 de agosto de 1961, a primera hora. Primero, como alambradas, y luego ya con bloques de hormigón. Se pasó de la realidad de una ciudad dividida en cuatro sectores –Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia– pero con fronteras abiertas –un vídeo muestra a unas niñas jugando al truque mientras saltaban de un lado al otro de la línea divisoria–, a levantar una barrera física infranqueable, porque intentar sortearla suponía jugarse la vida.

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La construcción fue rápida y pilló por sorpresa a la población. En algunos casos, como en la calle Bernauer Strasse, el muro limitó con bloques de viviendas, cuyos habitantes observaron con pavor cómo les tapiaban puertas y ventanas con ellos dentro, mientras los vecinos saltaban para evitar quedar encerrados. Una de ellas fue Helga Kuhn, embarazada de nueve meses, que saltó dos pisos y a los pocos días tuvo a su hija, Marina, afortunadamente sana y salva. Una pareja de recién casados, inmortalizados en una instantánea, se despiden entre lágrimas de sus parientes, que han quedado atrapados del lado oriental.

Las familias y amigos de un lado no podían visitar a los del otro lado; hasta el Metro quedó dividido, con entradas de estaciones cerradas con cadenas, como en la Postdamer Platz; y había un sistema de barreras subterráneas en los túneles, para impedir que los ciudadanos escapasen a pie.

Christian Buttkus, de 20 años, recibió la orden de alistamiento en el lado oriental en 1965, y decidió fugarse con su novia, Ilse, saltando el Muro. No lo consiguieron: él recibió 25 disparos, y ella 199.

El mundo vivía aterrorizado por la amenaza nuclear, y ahí están para recordarlo piezas que nos hacen estremecer: la blusa de Asaya Tagawa, de Hiroshima, que estaba cerca de la bomba atómica que explotó en su ciudad y murió al día siguiente; o las chapas metálicas para identificar a niños en caso de ataque nuclear que se repartían en los colegios norteamericanos en 1952.

Pero el mundo cambiaba y eso nadie pudo pararlo: la presión en las calles hizo que el Muro terminara cayendo en 1989 porque nada es más fuerte que el deseo de libertad de los pueblos.