Javier Ruibal: «Los músicos somos unos 'sonaos' que viven en un sueño de adolescente»

¿Va a trasladar el espíritu cabaretero a la puesta en escena en el Price?

Sí, vamos a estar la orquesta, dos bailarines y una escenografía para trasladarnos psicológicamente a esa época. A esos tiempos difíciles, con destellos de libertad que eran codiciados al máximo. El cabaret tenía eso, era un reducto donde podía escucharse un chiste pasado de rosca, ver a chicas ligeras de ropa... cosas que no se pueden ver hoy en día por culpa de una visión infantil de las cosas, y que entonces eran un tesoro por culpa de las prohibiciones.

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¿Hay cada vez menos libertad para ser un poco gamberro sobre los escenarios?

Hoy por hoy se ha oficializado un bastión de defensa de una supuesta moral, que creíamos que habían caído en el olvido. O mejor dicho en el desuso.

Menudo reclamo tiene el concierto: quien se quedara con la espinita de no poder despedirse de Serrat, va a poder verle cantar por primera vez desde su retirada.

Sí, va a ser una 'delicatessen' del concierto. Va a cantar conmigo una de las canciones que más quiero del repertorio, y se ha brindado gentilmente a hacerlo después de anunciar su jubilación. Y no nos olvidemos de Miguel Poveda, que está en el esplendor de su carrera. Para mí los dos son excelentes amigos, y artistas descomunales a los que admiro. Que me hagan un regalo así... es que no tengo palabras para describirlo.

¿De qué cosas hablan tres genios como ustedes cuando se toman una cerveza?

Bueno, bueno... Hablamos sobre todo de lo estupendo que es haber llegado hasta aquí sin achaques (risas). De lo maravilloso que es haber puesto en práctica una travesura como la de vivir de la música y seguir con ella tantas décadas después. Nosotros somos unos 'sonaos', unos tipos que viven sueños de adolescente. Hablamos de lo divertido que es esto, sobre la fiesta colectiva que es la música, más allá de conversaciones sobre composición o cosas parecidas. Sobre todo, porque todos los que tenemos este oficio pensamos que los demás son mejores que nosotros. El síndrome del impostor lo tenemos todos, y es para toda la vida.

¿Cómo está viendo la pospandemia de la industria musical?

Veo que hay mucha gente que se está retirando de la fiesta de los conciertos. Lo cual es grave para nosotros, porque la fuente de ingresos discográfica es cada vez más residual. Se ha perdido mucho interés por los discos, y también el sentido de la complicidad entre la gente y los artistas. La infinita cantidad de contenido musical que hay en la red ha generado esa tendencia.

Y mientras cuesta llenar las salas, los Bernabéus y WiZinks se agotan en horas.

Es el signo de los tiempos. Siempre ha habido artistas muy divulgados, y otros muy poco. Pero ahora, esa brecha es cada vez más grande.