«Así corrí el primer maratón de Madrid»

«Iba con mi primo y con un amigo; yo tenía 17 años, y recuerdo haber realizado los 42 kilómetros y 195 metros del recorrido la mitad corriendo y la mitad andando; tardé cinco horas», relata. Javier sigue corriendo; hay pasiones que ni el tiempo aplaca. Pero reconoce que las cosas son ahora muy diferentes a entonces, «cuando nos lanzábamos al asfalto con nuestras zapatillas Tórtola» . Nada que ver con las modernas y ultraligeras deportivas que ahora se fabrican, especiales para los maratones.

Recuerda que en la salida de la carrera, junto a la Casa de Fieras del parque de El Retiro, «estaban montando las casetas de la Feria del Libro, pero estaban aún a medias, vacías y sin puertas; y allí mismo nos quitábamos la ropa sobrante para empezar la carrera».

Ante la ausencia absoluta por aquel entonces de roperos o consignas donde dejar las cosas, aquellos primeros maratonianos dejaron sus chándales y mochilas en el interior de las casetas, «y allí recogí mis cosas al terminar; seguían donde las dejé, debajo de una especie de mostrador que había».

De Retiro a Alfonso XII, Puerta de Alcalá, Cibeles, y subida a Sevilla para luego bajar a Sol, según marca con detalle el itinerario del recorrido de este primer maratón, que señalaba con todo rigor la altimetría de la carrera , y que Javier conserva como la pieza de museo que es. Un folleto en el que escribió de su puño y letra la hora de salida y llegada y el tiempo que hizo en la carrera. De Ferraz a Princesa había una cuesta importante; para compensar, en el Paraninfo de la Universitaria comenzaba una bajada interesante, hasta más allá de la sede del Consejo Superior de Deportes.

Llegar al Parque de Atracciones suponía haber hecho casi la mitad del camino: 20 kilómetros, para luego descender suavemente por el paseo de Extremadura -«aún me acuerdo de esa cuesta abajo»- hasta el Puente de Segovia.

Poco más adelante, al salir de Antonio López, se entraba en uno de los tramos más rocambolescos de esta carrera, un recorrido ahora inimaginable por el lateral de la M-30, donde previamente se había cortado el tráfico. «Sí, sí, corríamos por el asfalto de la M-30» , afirma Javier. Lo hicieron, de hecho, durante unos cuatro kilómetros en este primer maratón madrileño.

«Al llegar a la Avenida del Manzanares, desde los edificios la gente nos tiraba naranjas a los corredores »; un avituallamiento natural y popular. Otros optaron por «entrar a los bares y pedir sobres de azúcar; y se los daban», relata.

En las últimas horas, comenzó a llover, complicando aún más la carrera a los valientes que aún quedaban; «muchos de los que corrían no tenían ninguna preparación física». Subiendo todo el rato -el maratón madrileño tiene uno de los perfiles más duros entre los que se celebran en el mundo-, se llegaba hasta Nuevos Ministerios, y muy poco más allá estaba la ansiada meta, de nuevo en El Retiro.

Javier recuerda que, al terminar la prueba, llamó a su casa desde una cabina para pedir que fueran a recogerle al Metro, porque estaba derrotado. «Vino mi padre a por mí, y con su ayuda llegué a casa». Tenía las plantas de los pies quemadas, y apenas soportaba el roce de un calcetín.

«Nos dijeron que a los pocos días podíamos pasarnos por la sede de MAPOMA, el organizador, para recoger una medalla conmemorativa de la participación, pero no fui a por ella», concluye Javier.

Entre los organismos que colaboraban con este primer maratón madrileño, estaban el Ministerio de Cultura, el Ayuntamiento de la capital, la Federación de Atletismo, o la Cruz Roja, por citar a algunos.

Capítulo aparte merecen los patrocinadores : no sólo Coca-Cola -que ha contribuido a la carrera en los 40 años que lleva desarrollándose-, sino también otros menos previsibles, como «Deportes Juja» , «Manufacturas Euca», «Caral Fiambres» o «Moype Sport».