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Íñigo Errejón, del 'núcleo irradiador' de la nueva política al descenso a los infiernos
El que fuera mano derecha de Pablo Iglesias antes de su abrupta salida de Podemos pone fin a una década de protagonismo político que no se tradujo en puestos en el Gobierno
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Editorial | Errejón se marcha acorralado
Madrid
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Iniciar sesiónÍñigo Errejón Galván (Madrid, 1983) irrumpió en la política española hace una década con términos enrevesados -de los que epataban con facilidad al bisoño alumno universitario que le tuvo de profesor asociado en el Campus de la Complutense en Somosaguas, o más tarde al ... espectador que le escuchaba en tertulias televisivas- y se ha ido este jueves con idénticas herramientas retóricas. Aunque con una realidad muy distinta, la que media entre las promesas de regeneración de sus inicios a las sombras sobre su conducta privada que ya han empezado a airearse y sobre las que habría tratado de establecer un cierto control de daños en su comunicado de despedida.
Del « núcleo irradiador» y la «hipótesis populista» con la que encandiló a tantos seguidores en los albores de Podemos, siempre bebiendo de la retórica de su admirado Ernesto Laclau, a la «forma de comportarse que se emancipa a menudo de los cuidados»; la «estructura afectiva y emocional» y por último, pero no menos importante, la «subjetividad tóxica que, en el caso de los hombres, el patriarcado multiplica, con compañeras y compañeros de trabajo, con compañeros y compañeras de organización, con relaciones afectivas e incluso con uno mismo», términos de su adiós político que han revolucionado este jueves el mundo político español.
Por el medio, y en una década de vertiginosa actividad, el alumbramiento de Podemos junto a su entonces íntimo Pablo Iglesias, los roces y cuitas permanentes con él, que terminaron por apartarle de la cúpula del partido, la escisión de Más Madrid en el año 2019 junto a la entonces alcaldesa Manuela Carmena… y más recientemente la creación de Sumar junto a la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz.
Errejón, un madrileño criado en el exclusivo barrio y antiguo municipio de Aravaca, en la zona más rica al norte de la capital, doctor en Ciencias Políticas y ferviente admirador del comandante golpista Hugo Chávez, cuyo legado político siempre defendió y con cuyo régimen colaboró, siempre estuvo ahí. Primero como número dos y mano derecha de Iglesias, puesto del que terminó descabalgando a uno de sus más íntimos enemigos, Juan Carlos Monedero, luego como aspirante fallido a la presidencia de la Comunidad de Madrid y efímero portavoz de su grupo en la Asamblea regional, haciéndole oposición a Isabel Díaz Ayuso, en los inicios de ésta como presidenta autonómica.
Y en su última etapa como portavoz parlamentario de Sumar, cargo que ya había ejercido en Podemos, y que quedaba pequeño a las aspiraciones de quien siempre pujó por «asaltar los cielos», como proclamaba ufana la retórica podemita de 2014. Su sonoro primer apellido, incluso, dio nombre al errejonismo, según las versiones una corriente, una familia interna del partido o, para sus detractores, con Iglesias en lugar muy destacado, una simple «camarilla». Así la describió el más tarde vicepresidente segundo cuando en 2016 decidió destituir fulminantemente al entonces secretario de organización de Podemos, Sergio Pascual, dirigente de indubitada obediencia errejonista. Al poco de nacer, la formación que, con permiso de Ciudadanos (CS), abanderó la llamada «nueva política» mostraba ya comportamientos tendentes a imitar los peores vicios orgánicos de las viejas organizaciones.
Apartado de la cúpula morada, que él mismo había contribuido a construir, tuvo unas semanas de asueto que pudo dedicar a reflexionar. Se especuló incluso con una retirada, pero no hubo tal. Errejón siguió su camino dentro del grupo parlamentario de Podemos, entonces con un gobierno en minoría de Mariano Rajoy, apoyado por CS, y lentamente fue rumiando su siguiente golpe de efecto, la creación de Más Madrid. La distinción y las disputas entre errejonistas y pablistas, aunque este último término cuajó mucho menos, hicieron correr ríos de tinta, y horas y horas de discusión en diferentes foros de debate, incluidas las tertulias radiofónicas y televisivas, allí donde el verbo fácil de ambos dirigentes hicieron crecer el fenómeno de la formación morada. Aunque nadie pudo precisar cabalmente nunca si se trataba de algo más que el choque de dos egos, de una lucha interna por el poder, o de una simple diferencia estratégica, entre el populismo de Errejón, que se presumía transversal y por tanto capaz de ensanchar la base del espacio a la izquierda del PSOE, y el repliegue hacia posiciones más nítidamente izquierdistas en el que poco a poco se fue enrocando Iglesias y su grupo más estrecho de colaboradores.
Nadie pudo precisar cabalmente nunca si las disputas entre errejonistas y pablistas eran algo más que el choque de dos egos, de una lucha interna por el poder o de una simple diferencia estratégica
Doctores tiene la Iglesia, desde luego, aunque tampoco el pensamiento retórico de Errejón contribuye a aclarar las cosas. Y ni siquiera todo lo que salía de su puño y letra validaba el prestigio intelectual que le suponían sus seguidores. En una tribuna publicada en el diario 'El País' el 10 de marzo de 2015, en su momento de mayor apogeo, cometió un error básico de teoría de juegos que un lector catalán del diario le afeo en una carta al director publicada días después. En el texto, elaborado se supone que con detenimiento, incluso con la revisión de algún colaborador, se afirmaba que la 'suma cero' es aquella donde «todas las partes perderían». En realidad, como sabe cualquier estudiante mínimamente avezado de Ciencias Políticas, la 'suma cero' se refiere al fenómeno en el que uno pierde lo que gana el otro. «¿De dónde es profesor este caballero?» se interrogaba escandalizado el lector que había escrito al periódico.
En una lectura menos teórica y más estratégica, el errejonismo pudo interpretarse como una argucia estratégica para, desde una retórica que abrazase la transversalidad y menos el acento izquierdista (la lucha contra 'la casta' fue parte fundamental de esa praxis) sortear el rechazo de amplias capas de la población e inluso de cierto establishment político y empresarial.
La vuelta a la política nacional
La repetición de las elecciones generales en noviembre de 2019, al no lograr Pedro Sánchez formar gobierno ni con CS, por el rechazo expreso de Albert Rivera, ni con Podemos, del que entonces el PSOE estaba más alejado, le dio la oportunidad de volver a la política nacional. Lo hizo al frente de Más País, marca de la formación que había alumbrado en Madrid, con la que obtuvo de nuevo su acta de diputado por esa circunscripción, aunque apenas 200.000 votos y otro escaño más, muy lejos de las expectativas generadas por él mismo y su órbita intelectual.
En su escaño del gallinero del hemiciclo, dentro del Grupo Plural, en el que entre otros figuraban los diputados de Junts per Catalunya, vivió desde la barrera la consolidación de la coalición entre el PSOE y Unidas Podemos y una de las legislaturas más turbulentas, pandemia incluida, de la historia de la democracia. En el debate de investidura de Sánchez, los primeros días de enero de 2020, defendió el sí a la misma y, en un gesto de distensión que no volvió a repetirse se dirigió a Iglesias para decirle con tono coloquial: «gracias Pablo».
De vuelta a su escaño se detuvo en el del entonces líder de Podemos para estrecharle la mano, no sin cierta frialdad. No hay noticia de que ese contacto físico haya vuelto a repetirse. Al contrario, quienes un día fueron grandes amigos y fieles colaboradores han ido distanciándose aún más con el paso de los años. En la hora postrera de Errejón como dirigente político, ese distanciamiento no es del todo ajeno a las informaciones de los últimos días en las redes, sugiriendo un comportamiento machista, o quizás algo más, del ya exportavoz de Sumar. Informaciones que salen, por ejemplo, de Cristina Fallarás, una periodista que ha sido candidata de Podemos y que colabora estrechamente con la cúpula de ese partido.
No es la primera información, rumor o insinuación de ese tipo que le afecta. Siendo aún diputado en la Asamblea de Madrid, fue acusado de agredir con una patada en la calle a un hombre en el barrio de Lavapiés de la capital. Según alegó, el individuo en cuestión le había increpado. Finalmente quedó absuelto. Más tarde, una joven que se identificó como simpatizante política suya le acusó en las redes sociales de haberse propasado con ella en una fiesta. Poco después borró los mensajes, algo que personas próximas a Podemos atribuyen a la presión ejercida por el equipo de Errejón hacia la joven.
El comunicado de despedida hecho público este jueves casi parece, en alguno de sus párrafos más crípticos, un control de daños ante lo que se pueda venir. Además de un nuevo reconocimiento de sus problemas de salud mental que ya hizo públicos en su día y de cuya advertencia ha hecho bandera política estos años, recibiendo por ello el elogio incluso de rivales políticos.
El próximo mes de diciembre cumplirá 41 años fuera de la política en la que milita, como explica en su adiós por escrito, «desde que tengo uso de razón». En su cuenta corriente hay 150.000 euros y posee una moto Suzuki UH, como consta en su declaración de bienes en el Congreso. Su examigo Iglesias llegó a vicepresidente del Gobierno, en el actual Consejo de Ministros de Sánchez se sienta el que fue uno de sus grandes colaboradores, y siempre errejonista de pro, el titular de Derechos Sociales, Pablo Bustinduy, quien incluso llegó a ser postulado seriamente como eventual número dos del partido si Errejón hubiera llegado a liderarlo.
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Salvo un giro insospechado de la historia, ese alto honor político quedará vedado para siempre a quien soñó con la posibilidad del sorpasso electoral al PSOE desde la izquierda y no estuvo lejos de conseguirlo en el año 2016.
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