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Juicio Diana Quer

El mejor amigo del Chicle lo hunde: «Íbamos juntos a los institutos a ver a chicas jóvenes»

El testimonio del compañero de salidas del acusado por la muerte de Diana lo dibuja como un depredador con una querencia por las «morenas delgadas»

Rosario Rodríguez, a su llegada a los juzgados de Santiago para declarar/ El dolor de Valeria en el juicio por la muerte de su hermana MUÑIZ
Patricia Abet

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Uno a uno, los nueve testigos que desfilaron ayer por la sala de vistas en la que se juzga el papel del Chicle en la muerte de Diana Quer fueron desmontando la versión con la que José Enrique Abuín trata de zafarse de la prisión permanente . Los golpes de efecto más contundentes se los asestaron su exmujer y su mejor amigo, que lo dibujaron como una persona «mentirosa» que siempre negó su participación en el crimen. Durante su declaración, alrededor de media hora, la expareja del Chicle reconoció que le dio coartada durante más de un año porque él se lo pidió e incluso le ayudó a montarla. «Llevaba un año preguntándole seguido si tenía algo que ver, pero él decía que nunca la había visto delante» comentó Rosario Rodríguez sobre el tiempo que medió entre la muerte y la detención. Las cosas cambiaron cuando se vio en la televisión con su hija y decidió poner punto y final a la farsa. «Ahí me cabreé y dije que se iba a saber la verdad», señaló rotunda.

A lo largo de su declaración, Rosario desgranó el día a día con un hombre que no varió en absoluto su comportamiento tras la noche de autos. «Volvió a dormir conmigo como todas las noches y al día siguiente fuimos a la playa» comentó la ex, que también anotó que su relación ya no era la de antes. «Iba a pique. Hacía tiempo que nuestras relaciones sexuales no eran normales porque no estábamos bien», reveló para indicar que se acostaban «en días alternos». La exposición de Rosario dejó al descubierto un par de infidelidades que el mejor amigo de Abuín antes de su ingreso en prisión se encargó de ampliar con todo lujo de detalles. Según la versión de este hombre, compañero de correrías del acusado, el Chicle le mentía a Rosario para «irse de discotecas en busca de chicas altas, morenas y delgadas» , un perfil muy determinado y por el que Abuín siente especial querencia. Entre otras cosas, el testigo afirmó que acompañó «muchas veces» al Chicle a institutos de la zona para ver a menores y «ligar con ellas», así como a discotecas y clubes de alterne, donde siempre buscaba el mismo tipo de mujer. Insistiendo en el carácter de depredador sexual que las dos acusaciones tratan de demostrar, el amigo expuso que el Chicle llegó a «acosar» y «ser pesado» a través de las redes sociales con menores de edad a las que conocía en sus salidas.

Al margen de este determinante testimonio a propósito de los gustos del procesados, su mano derecha ofreció ayer otro dato de vital importancia. «Un día me dijo si quería ver un pozo» , introdujo. El lugar al que el Chicle lo llevó, en efecto, era la nave de Asados donde meses después de esta visita se deshizo del cuerpo de Diana. Atendiendo a este relato, Abuín sabía cómo levantar la tapa del aljibe, que había agua en su interior e incluso la profundidad que tenía. «Levantamos la tapa para ver cuanta agua tenía con un hierro, con el que hicimos cuña» describió el amigo. Tanto este testigo como la exmujer confirmaron que en el maletero del coche del presunto asesino había siempre bridas y una palanqueta, aunque Rosario matizó que la brida que apareció rodeando el cuello de Diana era «mucho más larga» que las que él solía utilizar.

La carga de los testimonios escuchados ayer en sala motivó un cambio de comportamiento en el procesado, que ayer se mostró mucho más atento y despierto que en la sesión anterior. Pendiente de cada una de las acusaciones que su entorno vertía sobre él, negó con la cabeza en multitud de ocasiones e incluso levantó la cara hacia el jurado popular que se sienta frente a él. Ni siquiera la presencia de la familia de Diana en sala lo hizo bajar la mirada en los momentos más determinantes.

Hoy están llamados a declarar los amigos con los que Diana Quer pasó sus últimas horas, el mariscador que encontró su teléfono móvil en el fondo de la ría y algunos de los feriantes sobre los que los agentes pusieron el foco en los primeros compases de la investigación.

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