«Las 80 vacas de mi primo salvaron el pueblo»
En Palacios de Jamuz, las lágrimas brotan de los ojos de los vecinos al recordar una semana después el día que el fuego rodeó a esta localidad de León
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Palacios de Jamuz (León)
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Iniciar sesiónLlevaban ya un par de días viendo «el humo a lo lejos», pero el pasado martes todo cambiaba casi en un abrir y cerrar de ojos. El fuego que el domingo anterior había comenzado en Molezuelas de la Carballeda (Zamora) se aproximaba, iba hacia ... la zona «de la Valdería, hacia el este, y parecía que librábamos». Pero el viento que tan malas pasadas está jugando a la extinción tuvo un «cambio radical y en hora y media lo teníamos encima», recuerda Rubén Fariñas, de esa tarde imborrable en la memoria.
Los mayores se fueron. Él, como otros vecinos en esta lucha imparable contra las llamas desbocadas, se quedó intentando contenerlo. En parte, lo consiguieron, pero las llamas lograron enganchar unas construcciones más viejas de madera y adobe y una calle entera casi ardía ante la mirada impotente de los vecinos y la UME (Unidad Militar de Emergencia), cuyos efectivos grababan la desoladora imagen de ver prender como auténticas teas lo que ahora se utilizaba con garajes, almacenes...
Al fondo de la calle Real, una cruz casi marca el punto del milagro. Donde ya no ardieron y por la que justo una semana después, Rubén pasa acompañado de sus tres perros: Tilena, Neo y Eria, con sus pezuñas totalmente tiznadas del negro de las cenizas al que ha quedado reducido todo alrededor. Nombres que en su Barcelona de residencia le recuerdan a su pueblo, a su entorno, apunta, al que regresa todos los años.
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«Poco a poco» ha vuelto a pasar por ahí, recorrer el campo que tanto le gusta y que solía ver a vista de pájaro con paramotor. «Ya no sé si quiero volver a volar», afirma casi sin poder contener las lágrimas sólo de recordar ese día. «Ha ardido un modo de vida», lamenta, crítico con estas «políticas europeas que no te permiten hacer nada». Era tierra en la que se explotaba la resina de unos pinos que han ardido, se sacaba brezo de unas urces que no existen, setas que tardarán años en volver a salir, abejas sin colmenas ni polen, castaños calcinados…
«Las vacas de mi primo salvaron el pueblo», pues gracias a lo pastado por las reses de Celes en toda una franja al lado de Palacios de Jamuz las llamas se abrieron para continuar con su veloz y voraz avance en uno de los mayores incendios de la historia de España, con unas 31.500 hectáreas quemadas entre las provincias de León y Zamora. Ninguna casa habitada ardió, subraya. «Si no fuera por esas 80 vacas, no salvamos el pueblo», recalca. Y recuerda que «hace diez años se quemó un pinar y ha vuelto a arder». «¡Es increíble!».
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