Artes&Letras
40 años de la Fundación Joaquín Díaz: refugio amurallado para la cultura tradicional
En Urueña (Valladolid)
En pleno aniversario de la creación del Centro Etnográfico, la entidad a la que da nombre el músico e investigador se amplía con una nueva biblioteca para sus 50.000 volúmenes que liberará espacio para los fondos museísticos
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C. Monje
Valladolid
Cada rincón de la Casona de Urueña cuenta una historia. Nada más entrar en el zaguán puede verse un arcón de una familia noble -los Fernández Maquieira, «emparentados con los Borbones»-, rescatado de los almacenes de la Diputación en el Hospital Viejo de ... Valladolid. Al lado, dos armarios de la antigua farmacia de los monjes del Monasterio de Prado -hoy sede de las consejerías de Cultura y Educación-. Sus vitrinas muestran las primeras piezas del museo sobre la cultura tradicional que alberga el edificio, concretamente de la colección de instrumentos musicales.
Tras los muros del siglo XVIII se conservan los fondos de lo que nació como Centro Etnográfico en 1985, hace cuarenta años, sobre el que se crearía la Fundación Joaquín Díaz en 1994. Custodia más de 50.000 libros, por encima de los 100.000 archivos sonoros, 14.000 fotografías y negativos en placas de cristal, 10.000 pliegos de cordel, 4.000 estampas y aleluyas, 2.250 instrumentos musicales...
El antecedente de todo ello hay que buscarlo en los años setenta, en una colaboración del músico e investigador que da nombre a la fundación con el periodista José Delfín Val: un programa de Radio Valladolid que viajaba de pueblo en pueblo para recoger el acervo popular de la voz de sus vecinos. La Diputación Provincial, entonces presidida por Miguel Molero, les encargó un cancionero a partir del material recopilado. Los seis libros publicados dejaron claro, también en los despachos políticos, que allí había un patrimonio que merecía la pena proteger.
En pleno proceso de creación del estado autonómico, Joaquín Díaz buscaba respaldo para preservar la memoria de la cultura tradicional regional. Finalmente fue otro presidente de la institución provincial vallisoletana, Francisco Delgado Marqués, quien en los primeros años ochenta cogió el guante y le habló al folclorista de la casona adquirida en Urueña «por unas noventa mil pesetas». El edificio estaba en proceso de restauración, con la idea inicial de convertirlo en Parador de Turismo. Hubo cambio de planes.
Joaquín Díaz hizo las maletas en 1988 para mudarse a Urueña y estar a pie de obra en el proyecto dirigido por el arquitecto Ángel Ríos. Los vecinos del pueblo amurallado pensaban que el recién llegado tenía que ver con el negocio de hostelería con el que aún se especulaba en los mentideros. En una ocasión, hasta se ofrecieron a enseñarle «a cortar jamón», recuerda. Las estrecheces del pequeño despacho en la calle Santiago de Valladolid, primera sede del Centro Etnográfico, se acabarían -al menos temporalmente- en la nueva ubicación de calle Real de Urueña, que abrió a comienzos de los noventa ya como museo y centro de documentación al que cualquier estudioso de cultura tradicional tenía que acudir sin remedio.
«La cultura tradicional es un tesoro que se mantiene de generación en generación. Saber valorar y estimar este patrimonio será el mejor camino para enriquecerlo y evitar su pérdida. Razón de ser de este Centro Etnográfico Provincial 'Joaquín Díaz' que la Diputación Provincial inaugura el 22 de marzo de 1991 siendo su presidente «el Ilmo. Sr. D. Félix Calvo Casasola», reza la inscripción en mármol de la placa de inauguración en una de las estancias principales de la Casona, sobre una muestra de la colección de grabado.
Lo que nació como un fondo sobre todo provincial y regional superó pronto ese marco geográfico para contar la cultura tradicional de toda España. Sus colecciones han dado pie a exposiciones reclamadas desde distintos puntos del país, más de sesenta hasta el momento, sobre etnografía, literatura, historia, música y organología. La web de la fundación ofrece otras muestras paralelas, con sus museos virtuales de instrumentos y el «Museo de Papel», con sus 'salas' dedicadas a la música, la religiosidad popular, 'Las historias de la Historia', carteles y programas de cine, el oficio de las amas de cría, las 'Memorias de una ciudad' (Valladolid), revistas satíricas del XIX, o tarjetas postales, entre otros asuntos.
Unos fondos que no han parado de crecer convierten la Casona de Urueña en destino ineludible para hablar del grabado sobre indumentaria o de los cuentos populares. Aunque la página web ofrece ya abundante material digitalizado, que se amplía con peticiones de los investigadores, la custodia de los originales ha terminado por dejar pequeña la sede, donde actualmente la Diputación construye una nueva biblioteca aledaña de veinte por ocho metros. «Se llenará», pronostica con seguridad Joaquín Díaz mientras recorre las instalaciones.
En el espacio físico, los archivadores rebosan con fotografías de colecciones como las de la Sección Femenina o los pliegos de cordel, que Díaz muestra mientras repasa los asuntos difundidos en esos impresos, los bailes de moda, novelas reducidas, sucesos... «Hemos pasado ya de los diez mil; hay cosas maravillosas, no me extraña que se vendieran tanto».
El trabajo interno sigue deparándole sorpresas diarias. Muchas surgen al intentar documentar las fotografías de las nuevas adquisiciones. Le ocurrió con una imagen de la Plaza Mayor de Valladolid de lo que parecía el funeral de un personaje ilustre. Tras investigar en las hemerotecas, resultó ser el del político José Muro, que llevó a más de diez mil personas a la capilla ardiente instalada en el ayuntamiento.
El espacio principal de la Fundación ha tenido que acoger la colección de campanas que antes ocupó una panera en otro lugar del pueblo. Las piezas reunidas por la saga de campaneros Quintana, de Saldaña (Palencia), ha sustituido en el museo a la muestra de fonógrafos de la colección de instrumentos de Luis Delgado, en una sala en la que también se muestran otras piezas, como uno de los claves más antiguos de España, de la familia vallisoletana de clavicordieros de Ceferino Fernández, construido en 1750 y reconvertido luego en pianoforte. Una selección de la colección musical de la fundación ocupa la segunda planta del museo, pero los instrumentos salpican otros muchos rincones del edificio, como un piano del XIX localizado en Navarra, con el mueble exterior hecho en La Habana y mecanismo fabricado en Londres. O la última pieza adquirida, un 'Orquestrone', que llegó a ser muy popular en España y que reproducía música grabada en rodillos, como las pianolas y los pianos mecánicos, también representados en el fondo.
La divulgación a través de publicaciones constituye otra faceta destacada de la fundación, anterior incluso a su creación formal. La revista 'Folklore' se presentó con un número 0 en 1980; desde el año siguiente apareció mensualmente en papel y mantiene esa periodicidad, ahora en formato digital. Alcanza ya su entrega número 522, todas ellas digitalizadas y descargables en la página web. A los artículos de fondo sobre diversas cuestiones relacionadas con la etnografía de esa cabecera, fuente obligada para estudiosos y aficionados, se suma el boletín 'Parpalacio', que trimestralmente da cuenta de las actividades realizadas, además de publicaciones monográficas propias y de otros autores -más de cien volúmenes en formato físico y digital-, así como discos que recuperan voces y sonidos de música tradicional.
Cuando empezó a recoger testimonios por los pueblos, el folclorista abandonó las actuaciones en directo, en 1974, momento en el que era conocido y aplaudido como intérprete, aunque no cejó en el empeño de recuperar el folclore de toda España, con un repertorio de mil cien canciones grabadas. Asegura que «generalmente» recuerda el nombre de sus muchos cientos de informantes, de quien aprendía romances y coplas. Desde las primeras, ambas zamoranas: Marcelina Pérez, de Padornelo, y María la Chasa, de Puebla de Sanabria.
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El patronato de la fundación está integrado en la actualidad por la Junta de Castilla y León, la Fundación Obra Social de Castilla y León (Fundos), el Ministerio de Cultura y Deporte, la Universidad de Valladolid y la Fundación SGAE. Además de la Diputación de Valladolid, que al calor del Centro Etnográfico ha impulsado otros proyectos culturales en Urueña: la Villa del Libro y el centro e-Lea Miguel Delibes. Como patrono ejerce también el propio Joaquín Díaz, alma de un proyecto que es también su vida.
Su despacho en la fundación es el de su padre, ingeniero de montes. Nació, literalmente, sobre la mesa en la que trabaja. Muy cerca se exhibe el piano de su madre, que recuperó tiempo después de que su abuelo lo vendiese cuando ella dejó de tocar y con sus propias partituras. Cada pieza de la Casona de Urueña cuenta una historia.
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