Joaquín Díaz: «El tiempo me ha demostrado que mi forma de entender la existencia ha tenido sentido»
Un emotivo y merecido homenaje al músico, etnógrafo y folclorista pone este domingo el broche a la Feria del Libro de Valladolid
Joaquín Díaz reivindica la «memoria de las cosas, de los lugares, de los momentos, de las horas»

Apenas tres semanas después de haber recogido el título de Hijo Predilecto de la Ciudad de Valladolid, el músico, etnógrafo y folclorista Joaquín Díaz (Zamora, 1947) será homenajeado este domingo en la Feria del Libro, trece años después de que el certamen ... ya le rindiera tributo, entonces 'descafeinado' por el enfrentamiento que mantenía el Gremio de Libreros con el Ayuntamiento. En esta ocasión, estará rodeado de familia, amigos y con el lustre que merece su «trayectoria ejemplar» y «honestidad intelectual», destacan desde el consistorio. Él, abrumado, achaca a su edad las sucesivas muestras de cariño, que le obligan irremediablemente a mirar hacia atrás. Al hacerlo, ve «una apuesta por un modo de vida» que el tiempo le ha demostrado que tenía «sentido».
—Recibe este homenaje apenas tres semanas después de recoger el título de Hijo Predilecto de la ciudad. ¿Se siente querido y respetado?
—No sé si respetado, pero querido desde luego que sí. Últimamente creo que son demasiadas cosas las que me vienen y lo achaco, más que nada, a la edad. Al final de la vida siempre es cuando se hacen homenajes a las personas que han tenido una trayectoria, pero no le doy más importancia.
—Este tipo de tributos obligan a mirar atrás.
—La verdad es que sí.
—Y para un hombre acostumbrado a indagar en el pasado, ¿qué supone?
—Lo bueno es que veo que hice una apuesta por un modo de vida y por una forma de entender la existencia que el tiempo me ha demostrado que tuvo un sentido. El mirar atrás me da menos miedo que el futuro. Ahora, lo que me importa del futuro es dejar colocados los 50.000 libros que tengo. Uno empieza a darse cuenta de que hace falta un orden y precisamente estamos haciendo un edificio en la Fundación para albergar la biblioteca y que todos esos libros estén en un solo lugar.
—Este 2025 el Centro Etnográfico que lleva su nombre en Urueña celebra 40 años. ¿Considera que ha cumplido la función para la que fue destinado?
—Desde mi punto de vista sí ha cumplido una función social, de recordatorio. La gente que dispone de un patrimonio que ha ido acumulando de sus padres y de sus abuelos no tiene que olvidarse de que lo debe administrar de un cierto modo. Luego, también está haciendo las funciones de archivo sonoro. Todas las voces de gente que he entrevistado y me han transmitido sus conocimientos están ahí. Habrá casi 200.000 archivos. Además, se han organizado exposiciones, simposios, conferencias... y eso es un corpus enorme. Se ha configurado un material importante.
—Este tributo reconoce su trayectoria ejemplar y honestidad intelectual. ¿Qué le dicen estas palabras?
—Se supone que me reconocen como lector, como escritor y como coleccionista. En realidad, como coleccionista creo que he tenido mejor papel que en las otras dos facetas porque como escritor, he escrito lo que me obligaba mi oficio y muy pocas veces lo que me apetecía; luego, como lector, soy un poco anárquico. Si estoy preparando una exposición compro de pronto 50 libros que luego se quedan en las estanterías. En cambio, como coleccionista, he ido haciendo colecciones que tenían sentido tanto para el Museo de Urueña como para dar importancia a determinadas cosas que aparentemente no la tenían.
—En su condición de etnógrafo, investigador, lleva más de 50 años estudiando al ser humano. ¿Es pesimista sobre su deriva actual?
—No, a pesar de todo. Sé que puede reaccionar, y la reacción puede venir por algo externo o porque piensa que no lo está haciendo bien. Es una cualidad que no se le puede quitar al ser humano. Tiene esa facilidad para darse cuenta de que a lo mejor no está haciendo el papel que debería ni como sociedad ni como individuo. En cuanto a las costumbres, reconozco que veo más positivas algunas del pasado que las actuales, pero eso siempre ha sido así. Los que nos dedicamos a estudiar el ser humano y sus reacciones vemos que se han ido perdiendo muchas costumbres a lo largo del tiempo, pero hay otras que se mantienen, y eso es justamente el valor de la tradición. Las que se han mantenido hay que tratar de potenciarlas.
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—En su momento, salió descontento de la universidad porque no encontró unos estudios específicos relacionados con lo que le gustaba. ¿Cómo ve la universidad hoy? ¿se acerca más a las demandas de la sociedad?
—La universidad y muchas instituciones del pasado creo que, sin perder su condición y carácter, deberían intentar comunicarse mejor con la sociedad. Si no, corre el peligro de aislarse. Nunca está de más conocer opiniones de gente que no dispone de esa formación académica, pero sí tiene sentido común, que sigue siendo nuestra asignatura pendiente. Muchas veces funcionamos más por cosas que tienen que ver con la entraña que con el cerebro.
—Abandonó los escenarios en los 70 para dedicarse a la investigación, pero siempre le han considerado el padre del folk.
—Es un título que me dan, pero no lo veo. En mi época lo que sí que creo que hice fue recuperar para los músicos la labor que habían tenido siempre, que era la de creadores y artistas, porque se habían convertido –Menéndez Pidal lo expresaba bien– en algo repetitivo. Afortunadamente, se pueden crear muchas cosas dentro de un estilo o un cauce pertenecientes a la tradición. No me considero tanto el padre, pero sí una persona que ha respetado la tradición y la ha convertido en lo que debe ser, evolución y creación artística.
—Siguen surgiendo músicos que parten de la música tradicional para llegar a algo más. ¿Le piden consejo?
—Sí, en ese sentido es en el que creo que he tenido más influencia. Cualquier persona puede crear sobre un estilo, lo importante es conocerlo. Lo que no me gustaría es que me copiasen, pero sí que se inspiren en ese valor de lo popular y lo tradicional para hacer algo nuevo. Hay gente que está haciendo cosas muy buenas y me alegro. Tengo idea, además, de que me están preparando una especie de homenaje en noviembre.
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