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Vacaciones en «territori independència»

Lazos amarillos, altares a los políticos golpistas e incluso campistas belgas con esteladas conforman la postal veraniega en muchas localidades de la Costa Brava

Una estelada junto a una bandera belga en un camping de la Costa Brava E.D.S.

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Era martes y la selección ya había fracasado en Rusia. El Mundial transitaba por las semifinales y en este camping de la Costa Brava -de una localidad que mantendremos en secreto para que no termine de ser arrasada por el turismo- los chavales, que mataban la tarde como podían antes de tomar posiciones frente a la televisión del bar, hacían una pregunta a todo el que se cruzaba en su camino: «¿France ou Belgique?» . En francés, sí. Será que el tema de la tienda de campaña no termina de convencer al veraneante patrio, pero los francófonos, entre belgas y galos, ganan por goleada en este tipo de establecimientos. Cayó la noche, Francia eliminó a Bélgica y los campistas belgas regresaron, resignados y silenciosos, a sus tiendas y caravanas, donde volvieron a colgar las banderas con las que animaron a su conjunto en su sitio. Justo al lado de las esteladas.

De los 19 millones de turistas extranjeros que el año pasado visitaron Cataluña, 446.000 llegaron desde Bélgica. A tenor de las numerosas matrículas belgas que durante estas fechas se pueden distinguir en territorio catalán, miles de ellos completan por carretera un trayecto similar, pero al revés, al de Puigdemont en su fuga tras el 1-O. Eso sí, a ellos no les hace falta esconderse en el maletero al atravesar fronteras. Más allá del chascarrillo, las exhibiciones de símbolos independentistas catalanes por parte de turistas belgas dejan claro que allí ha calado la propaganda secesionista. La misma que deja su rastro prácticamente en la totalidad de municipios del Alto Ampurdán, comarca de calas extraordinarias y pueblos mediterráneos donde hoy lucen multitud de lazos amarillos y se levantan altares que rinden honores a los organizadores del referéndum ilegal.

«Rococó» secesionista

En Cadaqués, para Salvador Dalí el pueblo más bonito del mundo, hay ocho esculturas que homenajean a los artistas e intelectuales que, como el genio de Figueras, allí dejaron huella. Una de ellas es una especia de réplica de la Estatua de la Libertad que guarda un surrealista guiño daliniano . En lugar de levantar un brazo, como ocurre en Nueva York, tiene los dos apuntando hacia el cielo. No sabemos qué opinaría Dalí, que en su testamento dejó todos sus bienes a España, si hoy viera en lo que se ha convertido una escultura en su honor: la Libertad sostiene dos esteladas , una bandera que pide libertad para los políticos presos y otra enseña con la cara de los Jordis. Además, bajo sus pies se ha improvisado un altar en el que se aprecian los retratos de los Puigdemont, Junqueras o Gabriel, entre otros líderes independentistas, coronados por un lazo amarillo. Lo que antes era surrealismo ahora es una suerte de «rococó» secesionista.

Amarillo rural

Gasolina, un coche, buena compañía y ganas. Poco más hace falta para recorrer las calas que adornan la Costa Brava. Conste en acta que todas ellas son de visita obligada, pero también hay que advertir que entre baño y baño, al circular por las carreteras provinciales que vertebran la Gerona rural , tampoco es raro que el visitante se tope con símbolos independentistas que, por su ubicación y estado, parecen especialmente dispuestos para destacar en verano, época de mayor afluencia turística.

A medio camino entre Rosas y Portbou -último pueblo antes de llegar a la frontera con Francia- se vislumbra, en una de esas carreteras, un curioso mural. En letras negras sobre fondo amarillo y bajo un lazo del mismo color, se puede leer un homenaje a los secesionistas dispuesto en el lateral de una vivienda. Las letras rojas componen la palabra «Llibertat», escrita en múltiples tapias y muros de municipios de la zona. La duda es si el vecino en cuestión ha decidido colocarlo ahí de forma altruista o el Ayuntamiento de la localidad, seguramente adscrita a la red de «municipis per la independència» teniendo en cuenta lo que se estila en la comarca, ha tenido algo que ver.

Uno de los murales por la independencia S.I.B.

Lo normal, al menos después de consultar los resultados de las últimas elecciones, es que el alcalde del lugar sea independentista. En las autonómicas de 2015, los partidos por la secesión (Junts pel Sí y la CUP) consiguieron el 59% de los votos en la comarca del Alto Ampurdán. Dos años más tarde, esas mismas formaciones (articuladas esta vez en Junts per Catalunya, ERC y CUP) alcanzaron una cifra similar al recabar el 57% de los apoyos, lo que se traduce en diez puntos porcentuales por encima de los resultados globales en toda Cataluña.

Ingenio contra las pintadas

Un poco más al sur, en el Bajo Ampurdán, la situación se replica. Allí los secesionistas obtuvieron el 61% de los votos en los comicios de 2017 y los constitucionalistas -que están en minoría- optan por agudizar el ingenio en lugar de levantar la voz para evitar así cualquier enfrentamiento.

Las pintadas son más difíciles de camuflar. En Palafrugell, segundo municipio por población de dicha comarca, hay estrellas al lado de los pasos de cebra, que ahora parecen esteladas en blanco y negro. Allí, en una tapia perdida, aparecieron una mañana varios lazos amarillos grafiteados. Seguramente así permanecieron varias jornadas hasta que un valiente anónimo decidió darle un giro a la reivindicación: convirtió los lazos en pollitos y la tapia volvió a ser constitucionalista .

La tapia «constitucionalista» de Palafrugell S.I.B.

No hay duda de que este ingenioso recurso enfadaría entonces a los más secesionistas. Es igualmente seguro que alguien aplaudió el gesto y, probablemente, habrá algún turista despistado que todavía se pregunte, al llegar a su país de residencia, por qué en los pueblos de la Costa Brava les gusta tanto el amarillo. También habrá quien se haya ido encantado y quien este año haya decidido no volver a pasar sus vacaciones allí , molesto ante semejante despliegue independentista. Los más afortunados, por su parte, todavía estarán tomando el sol en alguna cala del Cabo de Creus.

A todo esto, al final Francia ganó el Mundial y en la Costa Brava hay una estelada menos: a la familia belga de aquel camping perdido se le acabaron hace unos días las vacaciones.

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