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Roni Horn lleva sus inquietudes y sutilezas a la Fundación Miró
La artista neoyorquina, ganadora del Premio Joan Miró, reflexiona en Barcelona sobre la identidad y la realidad



Visitó Barcelona hace unos meses para recoger el Premio Joan Miró y conocer de cerca el interior del edificio de Sert. Ahora vuelve con «una exposición que busca el equilibrio con el espacio y que definitivamente no es una retrospectiva», explica la artista norteamericana.
Roni Horn (Nueva York, 1955) es tímida y se le ve a la legua que prefiere que la gente vea sus obras y busque su propia opinión. El jurado la eligió por «la producción de una obra sutil y compleja que, como la de Miró, queda siempre abierta». El Premio Joan Miró, en colaboración con la Obra Social «La Caixa», consiste en setenta mil euros y la producción de una exposición que en esta ocasión se inaugura en Barcelona y después visitará la sede de CaixaForum de Madrid.
Ahora queda el trabajo más difícil, que se lo cede al visitante, y que consiste en descifrar su vocabulario artístico. «Presento fotografías, vídeos y esculturas; no he traído los libros porque no eran adecuados para esta muestra», anuncia mientras confiesa que cada obra es fruto de muchos meses de trabajo. Por ejemplo, sus dibujos no reflejan algo concreto sino que son cien por cien conceptuales. Que nadie se rompa la cabeza pensando qué significan porque hay muchas lecturas y ninguna.
Identidad desconocida
El espectador descubrirá un gran álbum de imágenes de la propia Roni desde su niñez hasta nuestros días. «Cuando me miro en estas fotos no veo ninguna conexión con el sexo femenino ni con el masculino; me siento otra cosa, como si tuviera una identidad sin palabras». Este juego de la identidad también lo transmite cuando se mueve y cuando elige sus prendas de vestir.
La sutilidad de sus piezas culmina con la fuerza del oleaje del Támesis. «El Támesis ha sido una de mis obsesiones y muy poca gente sabe que es el río preferido de los que deciden suicidarse; en es agua oscura se diluyen miles de cadáveres, una historia que lo hace aún más fascinantes». A vueltas con el agua, Horn viaja a Islandia desde 1965 y ha visto la transformación de los glaciares. Los cambios climatológicos acaparan todo su interés aunque nunca ha trabajado con científicos.
No hay que abandonar las salas de la exposición sin pisar las baldosas de goma con mensaje. Roni quiere que experimentemos con los zapatos y sintamos cómo se pegan las suelas al plástico sin olvidar leer los poemas de «Agua viva».

