Entrevista ABC
Joe Arlauckas: «Ya no juego al baloncesto; me da hasta asco»
El mítico exjugador estadounidense, que triunfó bajo los aros en el Real Madrid y el Baskonia, estrena nuevo trabajo como comentarista de la NFL
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Eduardo Barrero
Madrid
Joe Arlauckas (Rochester, Nueva York, 1965), exjugador del Real Madrid y figura histórica del baloncesto europeo, vuelve a ponerse en primera línea del deporte, esta vez desde otro ángulo: como comentarista de fútbol americano. Junto a Arvydas Sabonis, formó una de ... las duplas más temidas del continente. Juntos, guiaron al equipo blanco a la victoria en la Euroliga de 1995 y en la Liga ACB de 1994. Con su imponente físico, su paso por la élite y su carisma, Arlauckas encarna ahora una mirada diferente: la de un veterano de lo duro, de lo físico, de lo auténtico; un hombre que ha vivido el deporte desde dentro y ahora lo analiza desde otro prisma, la NFL. Su voz dará vida a los partidos para el público hispanohablante en Dazn.
— Este año debuta como comentarista de fútbol americano. ¿Cómo afronta este nuevo proyecto? ¿Tiene ilusión?
— Muchísima. Aunque llevo muchos años en el mundo del baloncesto, este proyecto con fútbol americano me motiva como si fuera algo nuevo. Ya el año pasado hablamos de algo parecido, pero por unas cosas u otras no pudo ser. Este año lo voy viviendo poco a poco, con tranquilidad, pero con muchas ganas de contribuir. Encima, con el impulso que está dando aquí la NFL, con el partido entre los Dolphins y los Commanders en Madrid, me hace creer que el fútbol americano va a crecer muchísimo en España.
«Yo era muy de béisbol; y probé el fútbol americano, pero enseguida vi que no tenía capacidad de aguantar tantos golpes»
—Todos conocemos su faceta como jugador de baloncesto pero ¿de dónde viene su afición al fútbol americano?
— De pequeño. Creo que vosotros aquí nacéis con el fútbol; nosotros allí, con el béisbol más o menos. Yo era muy de béisbol, pero como siempre digo, a veces intentas hacer cosas que no puedes hacer. Yo también quise ser cantante… pero canto fatal (ríe). De niño probé el fútbol americano porque me gustaba el contacto, pero enseguida vi que no tenía la capacidad de aguantar tantos golpes. Es un deporte durísimo. Jugué una temporada para hacerme más fuerte pensando en el baloncesto. Cuando terminó ese medio año dije: 'Vale, ya está bien'. Me quité el casco, la protección, me puse la camiseta de baloncesto y pensé: 'Voy a jugar, pero más duro'.
— ¿También consumía la NFL desde pequeño, o solo era un hobby?
— Siempre. Te cuento: soy de los Miami Dolphins y en mi casa el domingo era sagrado. Mi madre era italiana: domingos de pasta, pan… lo típico. Yo siempre le decía: 'Mamá, cocina a las 12', para poder comer y sentarnos a ver el partido. Ella se sentaba en su sillón y, si Miami iba ganando, yo decía: 'No te levantes, no te puedes mover'. Era superstición pura. Mi madre me decía: 'Hijo, tengo que ir al baño'. Y yo: 'No, no puedes'. Yo era así de loco desde pequeño. Era una tradición familiar: ver los partidos juntos, mis padres, mis hermanos…
— ¿Equipo favorito entonces: Miami Dolphins?
— Miami, siempre.
— ¿Cuál es el partido que recuerda con mayor cariño?
— He visto millones de partidos, pero si tengo que quedarme con uno, la Super Bowl entre los Patriots y los Falcons. Brady perdiendo 28–3 llegando al último cuarto… y remontan. Fue espectacular. Increíble. Otro: el año que los Giants ganaron a los Patriots, con aquella recepción pegada al casco. Fue impresionante. Te he dicho dos Super Bowls, pero también hay partidos de Wild Card y 'playoffs' que son buenísimos. Pero lo de los Patriots fue… para mí, increíble. Ver a Brady decirle a su equipo: 'Vamos a ganar este partido', perdiendo de 25… y ganar.
— ¿Qué cree que necesita un deportista para triunfar en la NFL?
— Suerte, mucha suerte. Las lesiones son determinantes. Antes, la media de carrera de un jugador eran dos años y medio. Y muchos contratos ni estaban garantizados. La gente piensa en los dos o tres años en la NFL, pero antes han jugado en el instituto, en la universidad… llevan golpes en rodillas, espalda, cabeza. Y muchos no ganaban ni un duro. Y luego, algo de locura hay que tener. Un chip que se activa cuando te pones el casco y dices: 'A jugar, a dar golpes y disfrutar tres horas'.
«Trabajar poco sí garantiza que no vas a llegar; y lo más difícil hoy es superar los momentos malos»
— Como deportista de éxito, ¿qué consejo le daría a cualquier joven que quiera triunfar en este mundo?
— Todo el mundo dice 'trabajar duro', pero es la respuesta fácil. Yo creo en el trabajo, sí, y también en la suerte. Lo que les digo siempre es: trabajar más duro que los demás no garantiza nada. Pero trabajar poco sí garantiza que no vas a llegar. Eso es seguro. Y lo más difícil hoy en día es superar los momentos malos. Veo que a muchos jóvenes les falta esa marcha más para decir: 'Vale, hoy he dado dos pasos atrás, mañana tengo que dar cuatro hacia adelante'. Un día malo es igual que un día bueno: hay que seguir, seguir y seguir.
— ¿Sigue jugando al baloncesto?
— Ni de coña. No toco un balón. Me da hasta asco. Mis hombros están fatal y no puedo tirar. Y yo era un tirador. Ahora no meto ni un tiro libre. Y además soy autónomo: si me rompo algo, ¿qué hago? Ya no tengo los médicos de cuando tenía 20 ni el cuerpo de cuando tenía 25. Antes un esguince de tobillo eran dos semanas; ahora son seis meses.
— ¿Y ve baloncesto?
— Lo veo por trabajo. La ACB no la veo nada: no me pagan. Así de claro (ríe). La Euroliga sí, porque comento partidos.
«Antes si te dolía un dedo jugabas igual; ahora muchos piensan en sus porcentajes, sus números…»
— ¿Qué piensa que necesita un equipo para ganar la Euroliga este año?
— Suerte también. Hay lesiones, claro, pero ahora son diferentes: antes si te dolía un dedo jugabas igual; ahora muchos piensan en sus porcentajes, sus números… También es clave mantener el equipo sano durante la temporada. A veces un equipo llega tocado hasta marzo y recupera a todos al final, con energía, y gana fácil. Como el Madrid hace un par de años. Otros, como Fenerbahçe en su momento, llegaron sin cinco jugadores. Las lesiones también deciden títulos.
— ¿Cómo empezó a jugar al baloncesto?
— Por mi padre… Yo jugaba al béisbol como todo niño en Estados Unidos, pero él me animó a probar el baloncesto.
— ¿Qué papel jugó su familia — por ejemplo su padre — para que eligiera el baloncesto como camino profesional?
— Mi familia fue clave. Mi padre me dio un consejo fundamental: que fuera a la universidad. Eso me abrió la puerta a la estabilidad, al estudio, al baloncesto de verdad. Estoy convencido de que sin ese empujón familiar, quizá hoy no estaría hablando contigo. Fue una mezcla de responsabilidad, oportunidad y convicción. Y funcionó.
— Vivió una época que muchos recuerdan con nostalgia, esa pareja imparable con Sabonis. ¿Cómo ve el baloncesto actual comparado con el que usted jugaba?
— Ha cambiado mucho. En algunas cosas para bien, en otras no tanto. Hoy el juego es más físico, más táctico, con más preparación y profesionalidad. Eso es positivo. Pero echo de menos la parte más visceral: ese instinto callejero, el talento de anotador puro, el orgullo competitivo. Ahora todo es más estructurado, más medido. Pero es la evolución del deporte. Hay que aceptarlo.
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