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Un hammam no es un circuito de spa: así puede ayudar a iniciarse en la meditación

La reinterpretación contemporánea de los antiguos baños árabes propone un viaje a través de los sentidos para conectar con el interior y mejorar la salud emocional

Una de las estancias de Hammam Al Andalus en Granada.
Raquel Alcolea

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Inmersos en la era del «piloto automático», en la cultura del «hacer, hacer y hacer» y en la hiperconectividad extenuante y exprimidora no es raro que al adentrarse en un espacio en penumbra, vaporoso y cálido como el de un hammam uno se sienta ... perdido: «¿Qué tengo que hacer? ¿Me baño primero en el agua caliente o en la fría? ¿cuánto tiempo tengo que estar en cada terma? ¿me dan un masaje antes o después de los baños? ¿dónde están los chorros?»... Y así, desorientado y en traje de baño, uno observa el entorno en silencio, da algunos pasos sin rumbo fijo, aspira el vapor y los aromas, conecta con el calor o con el frío e intenta calmar la mente hasta descubrir que lo único que «hay que hacer» en ese espacio es «dejar de hacer y de pensar». Como explica la fundadora y directora de Innovación de Hammam Al Andalus , Marichu García-Trejo, a diferencia de lo que sucede en un spa, donde se propone un circuito con un recorrido y unos estímulos concretos, lo que plantea el hammam es que cada persona «viva su experiencia, siga su propio camino y se deje llevar por sus sentidos (aromas, música, temperaturas, sensaciones...), sus deseos o su intuición».

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