Buenos Aires, una ciudad palpitante que se ha vuelto a enamorar del agua
ARGENTINA
En una segunda visita a la capital argentina, ya visto lo típico, es el momento de descubrir su arte, las zonas más modernas y los paseos junto al río
La librería más bonita del mundo está en una ciudad que ama la lectura
Buenos Aires
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Iniciar sesiónEl Obelisco, la Casa Rosada, el tango, las casas de colores de La Boca, el mercado de antigüedades de San Telmo, el Café Tortoni en Avenida de Mayo, una parrilla para comer carne asada, La Bombonera o el estadio de River Plate... Al hablar de ... Buenos Aires las imágenes de sus postales más icónicas van pasando en carrusel por la cabeza de casi cualquier español. En muchos casos, forman parte ya de recuerdos de vivencias, pues no son pocos los que visitan la capital argentina buscando estos paisajes tantas veces relatados y recomendados.
Mesas con acento argentino en Madrid
Laura PintosLa capital vive un 'boom' de nuevos locales que ponen a la parrilla criolla como centro de su propuesta, aunque tienen mucho más que contar
Pero esta gran ciudad encierra innumerables atractivos para una segunda visita. Una nueva oportunidad puede ser estupenda para, ya cumplido con el cometido turístico básico, descubrir algunos de los rincones y las experiencias que están en tendencia allí y la hacen, además de rabiosamente cultural e intensa como lo fue siempre, una urbe actual, renovada, pujante aún con la complicada realidad política y económica argentina.
Y que, además, se ha reconciliado con el agua. Buenos Aires ha recorrido la mayor parte de su historia de espaldas a ella. Aun cuando tiene a su vera el cauce más ancho del mundo, el Río de la Plata, sobre el que apoya 15 kilómetros de orilla (tiene otros 14 sobre el contaminado Riachuelo, donde estuvo el puerto original que daba salida a la ciudad en su origen), la urbe se consolidó entre ladrillos sin su paisaje, y para la mayor parte de sus habitantes el paisaje costero no formaba parte de su rutina ni de sus paseos habituales.
La recuperación de Puerto Madero
En los últimos años, las cosas han comenzado a cambiar. El proyecto de recuperación de Puerto Madero, que se inició en la década de los 90, fue el puntapié necesario.
Esta zona de viejos muelles y grandes edificios portuarios de ladrillo rojo, que estaban completamente abandonada y cubierta de maleza, se limpió y recuperó con fines residenciales, para oficinas, locales y restaurantes. Esto dio lugar a un área céntrica pujante, muy moderna y lujosa, cruzada por puentes nuevos –como el más fotografiado, el Puente de la Mujer, del arquitecto español Santiago Calatrava–, con senderos, circuitos deportivos al aire libre y la vuelta de la pasión local por la náutica y los deportes acuáticos –hay desde clubes de remo y vela hasta barcos turísticos y de transporte hacia las islas y hacia Uruguay–. Además, en las dársenas 3 y 4 están atracados dos buques históricos de la Armada Argentina: la Fragata Sarmiento y la Corbeta Uruguay, que pueden visitarse por dentro. Y muy cerca está el Yacht Club Argentino, que conserva los aires de grandeza que tuvo y desde el que se puede disfrutar de unas vistas privilegiadas sobre el Río de la Plata.
Con todo ello, Puerto Madero es ahora el barrio más joven y también el más exclusivo de la ciudad. Pasear por allí es un plan que lo tiene todo, desde ambiente y servicios –sede de grandes empresas en sus rascacielos de cristal y de varios hoteles de lujo– hasta historia y paisaje.
Nueva vida en Costanera Sur
A unos pasos está Costanera Sur, una larga ribera que durante décadas estuvo igualmente sumergida en el olvido, el deterioro y la inseguridad, tras su auge en la primera mitad del siglo XX como popular balneario, que finalmente cerró y dio paso a una escombrera y a un intento de parque deportivo y reserva natural.
Todo ello también se ha limpiado y acondicionado, y hoy es un área vital en el que disfrutar de la naturaleza –la Reserva Ecológica ha sido mantenida y potenciada, se puede visitar– y de diversos bares, discotecas y clubes.
Por la zona demás hay diseminadas –durante mucho tiempo, tapadas por pastos y basura– una serie de esculturas, entre ellas la monumental fuente de las Nereidas, obra de la tucumana Lola Mora, considerada la primera escultora argentina.
Del centro al arrabal
A Puerto Madero y Costanera Sur se puede llegar desde Plaza de Mayo o bajando por la avenida Corrientes. Este último camino desemboca en un imponente y bello edificio que fue el Correo Central de Buenos Aires y hoy alberga el Centro Cultural Kirchner, de acceso gratuito y uno de los más importantes actualmente de Sudamérica.
En Puerto Madero, además, está ubicada la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, una de las mayores colecciones privadas de Latinoamérica, y en toda esta zona se pueden ver edificios de emblemática arquitectura original.
Continuando este camino en paralelo al agua que sirve de eje de esta segunda visita a la capital, se puede coger un taxi o autobús para llegar hasta La Boca, el barrio que fue arrabal de marineros y de artistas pobres y que el turismo ha ido impulsando en las últimas décadas. Allí está el famoso Caminito, un entramado de calles de coloridas viviendas de colores –la chapa y la pintura que sobraba de los barcos– repletas de turistas, bailarines de tango callejeros, terrazas, parrillas y tiendas de 'souvenirs'.
Pero si eso ya está tachado en la lista, pues es uno de los puntos más visitados, hay que saber que La Boca tiene lugares de gran interés artístico e histórico: la Usina del Arte, el Museo Benito Quinquela Martín (emblema y precursor de este área), Fundación Proa y el más nuevo, Colón Fábrica, donde se exponen las escenografías y vestuarios de las obras que se presentan en el Teatro Colón –un imprescindible, si no se vio antes hay que hacerlo– y que se fabrican a mano y a medida de cada producción en sus espectaculares talleres de artesanos.
Rumbo a Tigre
No solo la capital ha renovado sus votos en el que parecía un matrimonio echado a perder con el agua. También los barrios del gran Buenos Aires que comparten límite con el río han ido redescubriendo sus costas, limpiando matorrales para abrir la vista y habilitar el paso e inaugurando instalaciones y servicios específicos. Especialmente, los de la zona norte, que, unidos por el Tren de la Costa, enhebran playas de río, demandados restaurantes con terrazas y vistas, discotecas, pistas deportivas, carril bici, parques, juegos infantiles y más atractivos. El Paseo de la Costa de Vicente López, la Playita de Olivos o su puerto y el de San Isidro, entre otros puntos, invitan al local y al turista en cualquier momento del día.
Pero, sin duda, la localidad que más se ha revolucionado en los últimos tiempos es Tigre, que alberga uno de los mercadillos de artesanía, muebles y decoración más visitados de Buenos Aires y un casco antiguo típico, junto con preciosas casas isleñas reformadas por nuevos moradores y enormes urbanizaciones que sus atractivos en seguridad, vivienda e instalaciones añaden la vinculación con el agua y las actividades acuáticas.
Forman parte de este municipio un gran entramado de canales navegables e islas, lo que se conoce como Delta del Tigre, y que durante décadas estuvo igualmente abandonado, escondido entre su abundante vegetación y reservado solo a sus pocos habitantes y a algunos extranjeros –alemanes, ingleses– que se atrevieron con la aventura.
Es todo un descubrimiento recorrerla y conocer la vida en las islas e islotes, que cuentan con colegios, clubes, hoteles, restaurantes y bares unidos por el trasiego continuo de lanchas autobús, supermercado, taxi, gasolinera, o lo que haga falta. Desde el propio Puerto Madero se puede coger una para navegar este submundo fluvial, con paisaje, fauna y flora absolutamente únicos.
En una de estas numerosas islas, sobre el río Sarmiento, una de las principales estrías que dibujan el Delta, en su confluencia con el arroyo Albarracín, funciona El Descanso.
Se trata del sueño loco del abogado y empresario Claudio Stamato y de su pareja, Felipe Durán, con quien lleva 30 años sumando parcelas a las que liberan de humedales para convertir en un jardín de diseño poblado de flores y árboles de gran variedad, increíbles espejos de agua, senderos, puentes, pérgolas y una destacada colección de esculturas e instalaciones artísticas al aire libre (hay más de 50 piezas de artistas internacionales de renombre).
Además de pasearlo, en este remanso de paz se puede pasar el día, comer en su excelente restaurante de cocina internacional con buen producto local y próximamente alojarse en el hotel boutique que está en construcción.
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