Este castro de la Edad del Hierro es un mirador que quita el aliento en Galicia
La ría de Muros y Noya, la más norteña de las Rías Bajas, reúne mar, naturaleza, historia y el legado de oficios e industrias tradicionales
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Iniciar sesiónLa ría de Muros y Noya es la más norteña de las Rías Bajas y también la más 'virgen', ya que su situación hasta cierto punto aislada ha hecho que escapase a la masificación de otras rías. Pero ese relativo aislamiento esconde una región ... de importancia histórica que recoge en pocos metros un compendio de lo más característico de Galicia: imponentes paisajes marítimos, verdor natural, religión -incluyendo, por supuesto, lugares muy ligados al Camino de Santiago-, pueblos llenos de encanto, excelente gastronomía, restos arqueológicos y el legado de los oficios tradicionales ligados al mar, pero también de la industria.
De la importancia histórica de esta ría es ejemplo el Castro de Baroña, uno de los poblados fortificados de la Edad del Hierro más importantes de Galicia. No solo por el gran número de restos de edificios que se conservan, sino también por sus dos murallas precedidas por un foso excavado en el mismo granito y, muy especialmente, por su espectacular ubicación en un peñón rocoso unido a la costa por un istmo de arena y que cae al mar en imponentes acantilados. El paisaje desde lo alto de las rocas quita el aliento.
Las dos ciudades que dan nombre a la ría tuvieron su época de mayor esplendor durante la Edad Media. Muros fue uno de los principales puertos gallegos durante siglos, un gran centro de la pesca de la sardina y las salazones que atrajo muchos inmigrantes, especialmente catalanes. Y Noya lleva años luchando por que se reconozca su importancia como el 'Portus Apostoli', el puerto más cercano a Santiago de Compostela y a donde llegaban la mayoría de peregrinos que iban por mar a hacer el camino. Esta época de gloria ha dejado como legado joyas del gótico marinero gallego como la antigua colegiata de Muros (siglo XV, aunque con restos de una iglesia románica del s. XII y una torre barroca del XVIII) o las iglesias de Santa María a Nova (siglo XIV) y San Martiño (siglo XV) en Noya. La primera alberga el principal museo de lápidas gremiales de Europa, exponiendo más de 35 losas grabadas con referencias a oficios medievales; la segunda tiene aspecto de iglesia fortificada, un pórtico que intenta competir con el santiagués de la Gloria y fama de maldita, acrecentada por la muerte accidental en 1973 del cineasta Claudio Guerín al caerse de su torre durante un rodaje.
Con un campeón del mundo
Todos los lugares que hemos mencionado hasta ahora están relacionados con el mar. Un mar -un océano- que sigue siendo uno de los mayores atractivos de la ría, la cual cuenta con playas espectaculares como la de Area Mayor. Esta es una larga extensión de dunas al pie del Monte Louro (punto de comienzo de la ría) que separa el Atlántico de una laguna interior (la Lagoa de Xalfas) de gran importancia ecológica, sobre todo para las aves migratorias. En esta playa, además, ha montado una escuela de surf todo un campeón del mundo de kitesurf, el gallego Abel Lago, quien también ha abierto recientemente un albergue, la Area Surf House.
Como en toda la costa gallega, en la ría de Muros-Noya los montes empiezan casi al borde del Atlántico. Toda la zona tiene estupendos paisajes verdes, en los que los inevitables eucaliptos se alternan con árboles autóctonos. Parajes perfectos para el senderismo, como el de los alrededores del antiguo monasterio de San Xusto de Toxosoutos (hoy en ruinas), en el municipio de Lousame. Dando un pequeño paseo desde ahí llegamos a un par de espectaculares cascadas.
Patrimonio industrial
Un aliciente de estas rutas senderistas es que en ellas nos podemos encontrar, además, algunos lugares perdidos en plena naturaleza que harán las delicias de los amantes del patrimonio industrial. Por ejemplo, también en Lousame está la ruta de los ríos Vilacoba y San Xusto, a lo largo de la cual encontramos los restos de siete antiguas fábricas de papel que aprovechaban el agua de sus cauces para funcionar. Hoy, en sus naves de muros de piedra, ya sin techo, han crecido árboles que se cruzan y se confunden con las vigas de madera de castaño que aún se mantienen intactas. En las proximidades está el antiguo complejo minero de San Finx, donde se extraía estaño y wolframio hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Pero quizá el edificio industrial más singular que podemos encontrar entre los bosques de la ría sea uno aún en funcionamiento: la central hidroeléctrica del río Tambre, cuya sala de turbinas fue construida por Antonio Palacios (el mismo arquitecto de, por ejemplo, la madrileña estación de Atocha) en un estilo neorománico que recuerda a una iglesia. El interior no puede visitarse, pero sí el resto de edificios que pertenecían a la central (como las casas de los ingenieros o la escuela), convertidos en un hotel llamado Pesquería del Tambre, en recuerdo de la pesquería de lamprea que antecedió a la central hidroeléctrica.
Otros lugares de la ría recuperan la memoria de los oficios tradicionales de la zona. Es el caso del Estaleiro de Ciprián, antigua carpintería de ribera en el pueblo de Outes en la que varias generaciones se dedicaron a la construcción de barcos pesqueros y ahora musealizada para narrar la importancia que estos negocios tuvieron para la ría. Incluso hay establecimientos hosteleros que buscan conectar con ese pasado industrial, artesano y pesquero de la comarca. Es el caso del recién inaugurado (y muy recomendable) hotel Otantus, en Muros, que ha creado un pequeño centro de interpretación de las salineras tradicionales. O A Casa de Tella e Rosalía (en Portosín), restaurante especializado en pescado azul situado en una antigua conservera y lleno de recuerdos de la familia de la dueña, que también fueron conserveros y pescadores.
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