Tres verdades que desmienten un bulo sobre uno de los pueblos más bonitos de España

Su nombre deriva del monasterio que los benedictinos levantaron en el siglo IX en honor de Santa Juliana . Primero fue una sencilla ermita para albergar los restos de la joven Iuliana de Nicomedia (hoy en la Anatolia turca), que fue martirizada por orden del emperador romano Diocleciano. Con el tiempo el cenobio se convirtió en abadía (colegiata con abad y canónigos). Declarado Monumento Nacional en 1889, está considerado como uno de los mejores ejemplos de arte románico de toda Cantabria.

Si puedes visitarla de la mano de Ana Llera, guía oficial de la Comunidad Autónoma, te contará algunas de las leyendas que rodean este edificio y más concretamente esta sepultura. De Sancta Iuliana , la villa pasó a llamarse Santillana. Así que sí es santa, al menos en sus orígenes.

Desde la conquista romana, todo el lugar se llamó Planes , como lo prueba un documento latino del 980: «Baseleca Sancta Iuliana locum qui dicitur Planes». Y Planes pocedería de «planum», paraje despejado entre montañas , es decir, llano. Un pequeño valle en el que se fueron construyendo las casas a partir de la colegiata. Es verdad que hay cuestas, pero están en lo que fue el ensanche del pueblo primitivo, no en su núcleo.

Toda la zona se encuentra precisamente en la comarca de la Sierra Llana (el hospital de la cercana Torrelavega, por ejemplo, se llama Sierrallana), un nombre que ya nos da una pista de la orografía del lugar. Es verdad que a solo 63 km. en línea recta se encuentran los Picos de Europa , con una altitud de 2.650 en el monte Torrecerredo, pero también es cierto que Santillana está a solo 82 metros sobre el nivel del mar. Así que Santillana también es llana.

Algunos historiadores aseguran que el nombre completo de la villa en sus orígenes fue el de «Santa Juliana Venida del Mar» , pues sus restos mortales habrían llegado en barco. El pueblo como tal no es ribereño, pero sí su municipio, que cuenta con algunas de las playas más bonitas de Cantabria .

La de Santa Justa , por ejemplo, es una pequeña cala de arenas finas y doradas entre altos acantilados que, dependiendo de las mareas, puede tener una longitud de 100 metros y una anchura de 50. Hemos llegado hasta allí junto con Francisco Javier González Sanz, primer teniente alcalde de Santillana, quien nos ha contado que además de la ermita de Santa Justa (del s. XVI declarada Bien de Interés Local en 2010) y las ruinas de la Torre de San Telmo , allí hubo un molino que derribaron en 2006 para construir el mirador actual.

Muy cerca, a solo 15 minutos a pie por un camino de tierra, llegamos a la cala Zapera, una piscina natural entre afiladas rocas donde, con mar agitada, rompen las olas espectacularmente. Se puede bajar hasta el agua por unos escalones excavados en las piedras.

En la web del Ministerio para la Transición Ecológica Santa Justa aparece como una playa de Santillana del Mar. Así que Santillana sí tiene mar. Tres mentiras que son verdades.