Enfermeras andaluzas en Cataluña: «Usar traductor en tu país es indignante»
Cinco profesionales explican a ABC cómo la «obsesión» del Govern por el catalán «pone en riesgo a los pacientes»
Llegaron buscando trabajo y agradecen la oportunidad, pero dicen que si sigue la presión linguïstica no dudarán en irse
«Tú no bonita, que venga un hombre que sí sabe»: las enfermeras denuncian los estereotipos sexistas
Barcelona
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Iniciar sesiónLlegaron a Cataluña en busca de mejores condiciones laborales o porque vieron en la sanidad catalana, donde el acceso a un contrato es más fácil que en otras comunidades, una oportunidad para mejorar su currículo durante un tiempo y regresar después a su tierra ... natal para aspirar a puestos más cualificados. Solo en los dos últimos años, la Generalitat ha contratado a 1.400 enfermeros llegados de Andalucía, Ceuta y Melilla para cubrir vacantes en los principales hospitales de Cataluña. La sanidad catalana los recibe con los brazos abiertos, sin advertirles de que están ante un regalo «algo envenado», como algunos de ellos definen.
La mayoría de los que emigraron a tierras catalanas -muchos lo hicieron después de que el Sistema Andaluz de Salud (SAS) extinguiera sus contratos tras el pico más fuerte de la pandemia- llegaron confiados, agradecidos, sin imaginar que el idioma, siendo una comunidad bilingüe donde el castellano es lengua cooficial, acabaría siendo una traba. Un mes después de que estallara la polémica por el vídeo de la enfermera andaluza Begoña Suárez en el que ésta criticaba el nivel C1 de catalán -«el puto C1», decía- que deben superar todos los sanitarios para aspirar a un puesto fijo en la sanidad pública de la comunidad. Cinco compañeros suyos que ejercen en hospitales públicos catalanes se pronuncian sobre la polémica y ofrecen a ABC su testimonio sobre cómo están viviendo la presión institucional por fomentar el uso de la lengua autonómica en su ámbito de trabajo.
Piden utilizar un nombre ficticio y que no se les identifique con el hospital en el que trabajan para preservar su anonimato ante el temor a posibles represalias. Esa misma precaución hace que ninguna acceda a aparecer en la foto, aunque sea de espaldas. Pese a la gran sensibilidad que hay en estos momentos en Cataluña a raíz del hostigamiento político y social hacia su compañera, Sonia Martínez está dispuesta ofrecer un relato en primera persona. «Creo que es hora de que hablemos sobre la situación», señala la enfermera, que llegó a Cataluña hace cuatro años y ha ejercido en tres hospitales públicos. «Me planteé venir aquí porque lo vi como una buena oportunidad para formarme a nivel laboral en mi profesión», explica Martínez. Sus expectativas se frustraron, en parte.
«Me temo que irá a más»
«Si te digo que no estoy bien aquí te mentiría. Cataluña nos ha acogido bien. Estoy trabajando en hospitales de primera línea pero la lengua es un problema cada vez mayor para ejercer y me temo que irá a más», dice Martínez, que, según avanza a ABC se plantea marchar en uno o dos años. Entiende que el dominio del catalán «puede ser un mérito si quieres optar a un puesto fijo en la sanidad catalana, pero me parece increíble que sea una imposición para personas como yo que solo nos planteamos estar aquí unos años y volver a ejercer en Andalucía», denuncia Martínez. Comparte «en el fondo» la denuncia que hizo la enfermera del Vall d'Hebron, que no fue renovada a raíz de la polémica y ahora ha vuelto a Cádiz, pero «no las formas». «En Cataluña trabajamos muchísimos profesionales andaluces, muchísimos. La mayoría podemos estar de acuerdo con lo que denunció en el vídeo, pero, desde luego, nos hubiera gustado que trascendiera de otro modo», precisa a este diario. A su entender, «lo grave del caso» es que «la obsesión del Govern por imponer el catalán puede poner en riesgo a los pacientes». «En algunas ocasiones, he tenido dificultades serias para entender protocolos, o cuando me han dicho algo en catalán y no lo he comprendido. Podría haber puesto algún paciente en peligro, aunque lo he solventado con traductor», dice la profesional, que confiesa que «a veces me he sentido excluida por los compañeros por no hablar catalán».
«Me he sentido excluida»
«A veces (imagino que de forma inconsciente), inician una conversación en catalán en grupo y no te enteras de nada o si ya te conocen pues te hablan en catalán como si supieses y no es así», indica Martínez. «Hay personas que vienen a trabajar ni que sea simplemente de paso, inclusive de otros países, y llegan aquí con la idea de hacer prácticas en castellano y no es así. Deberían saberlo», concluye. Jose Álvarez, almeriense de 30 años, comparte su opinión. «Lo grave -dice- es que la batalla política por la lengua acaba perjudicando al paciente». El enfermero, de 30 años, llegó hace tres años y medio a Barcelona, invitado por una amiga. «Vine de turismo y me quedé. Me habían hablado otros compañeros de las facilidades para trabajar aquí y quise probar suerte», indica. Desde entonces, ha ejercido en un centro concertado y en otros dos públicos, siempre en el servicio de urgencias. Lamenta que todas las instrucciones, protocolos e informaciones internas de los hospitales públicos de Cataluña estén redactadas exclusivamente en catalán.
«Te dan información importante que impacta en la atención que das a un paciente; por ejemplo, nuevas indicaciones sobre la forma de dispensar un fármaco o cambios en la dosis a administrar, y te la dan solo en catalán. Te apañas como puedes. Nunca pensé que tendría que usar un traductor para trabajar en España. Es indignante», denuncia José. Al igual que Martínez, apoya la denuncia que hizo con un vídeo la enfermera del Vall d'Hebron, pero matiza que «no supo decir bien las cosas». Censura también el hostigamiento político hacia ella. «Se ha intentado decir que se la expedienta y no se le renueva por grabar vídeos en su horario de trabajo con uniforme, pero está claro que es porque ha tocado un tema sensible como la lengua.», mantiene José. Aprovecha la entrevista para expresar también su indignación por la mofa que se hizo en TV3 de la Virgen del Rocío. «Nos piden que tengamos humor para encajar la parodia, pero ellos son incapaces de hacerlo cuando les tocas la lengua», dice el enfermero, que el mes que viene vuelve a Andalucía. «Cobramos un poco más aquí, pero la vivienda es muy cara y también la vida. Encima nos ponen la barrera lingüística. No nos sale a cuenta dejar a nuestras familias», indica. Y antes de acabar la entrevista lanza una advertencia a la Generalitat: «Aquí hay déficit de enfermeros. Hemos venido a trabajar con mucho gusto, pero si siguen poniéndose tan estrictos con la lengua nos iremos. Los pacientes serán una vez más los perjudicados».
Manuel Romero, de 27 años y natural de Ceuta, lleva ya cinco años ejerciendo en Barcelona. El catalán, según afirma, «nunca me ha supuesto una gran traba». «No obstante, comprendo que para muchos compañeros sea un problema», declara a ABC. Advierte de que «hacer política con la sanidad es peligroso, porque lo pagan los pacientes». No comparte tampoco el hecho de que «el catalán sea un criterio básico para acceder a una plaza».
«Hacer política es peligroso»
Los meses más duros son los primeros. Todos coinciden en ello. «Piensas que encontrarás bilingüismo porque el castellano es también lengua oficial aquí, pero te encuentras solo catalán. Lo tienes complicado, pero no tienes otra que adaptarte», señala María Ruíz, enfermera de Melilla de 26 años, que llegó hace dos y medio a Cataluña. Vino a cursar un máster, pero también a probar suerte y ver si encontraba trabajo en la sanidad catalana. Pese a que ya se defiende con la lengua autonómica, se muestra tajante respecto a la imposición de ésta como requisito para acceder a una plaza en el sistema sanitario público. «Opté por no moverme de mi país para no tener que aprender una lengua nueva y resulta que me la acaban imponiendo. Si lo hubiera sabido me voy a Noruega, que allí cobramos 6.000 euros al mes», denuncia Ruíz. En el hospital en el que ejerce se atiende a un grueso importante de pacientes castellanohablantes. «Ellos también lo sufren», apunta la enfermera. Como el resto de compañeros considera que, más allá de la «injusticia» que supone imponer una lengua a un empleado sanitario público dentro del mismo país, están «las consecuencias de esa imposición en algo tan importante como la salud de la población».
Mónica Miguélez, de 25 años y natural de Jaén, agradece a Cataluña el hecho de que le haya dado una «oportunidad laboral», aunque reconoce que la adaptación ha sido dura por el «monolingüismo institucional». «Vine en 2019 porque me dijeron que aquí se trabajaba mejor que en Andalucía y realmente fue así. Es una lástima que luego esté el problema del catalán», lamenta. «Estamos en España y deberíamos tener derecho a ejercer en nuestra lengua», subraya. Como el resto de sus compañeros, se plantea regresar con los suyos. En 2022, el Govern aprobó un nuevo plan de impulso de la lengua que incluye 100 medidas; entre ellas, reforzar el catalán en la sanidad. Los profesionales de la enfermería consultados por ABC creen que ese nuevo giro de tuerca puede ser, «para muchos, el motivo definitivo para hacer las maletas y abandonar Cataluña».
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