Quemados, medicados e inestables: los sanitarios, al límite tras dos años de pandemia
El 8,4% de los médicos, enfermeras y auxiliares tuvieron ideas suicidas durante la primera ola del coronavirus, que disparó los problemas de salud mental

Se enfrentaron al coronavirus en los momentos más duros, cuando el virus aún era un auténtico desconocido . Lo hicieron desprotegidos, con el miedo a cuestas de no saber si se contagiarían a ellos mismos o a sus familiares. Durante unos meses, ... recibieron los aplausos desde la ventana de muchos españoles, y estos les ayudaban a soportar la sobrecarga con la que lidiaban día a día. Ahora, dos años después, siguen acusando el estrés y la ansiedad, y los problemas mentales han aflorado en los sanitarios más que en ningún otro grupo de la población, cuando sus condiciones laborales siguen siendo tan limitantes como a principios de 2020.
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Tras la primera oleada del coronavirus, casi el 46% de los profesionales sanitarios sufrían algún trastorno relacionado con la ansiedad (22,5%), ataques de pánico (24%), síndrome de estrés postraumático (22,2%), depresión (28,1%) o un abuso de sustancias (6,2%), frente al 23,6% de la población general. Son los datos que se desprenden del estudio Mindcovid , financiado por el Instituto de Salud Carlos III y coordinado desde el Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Biomédicas (IMIM) y que analiza la influencia que ha tenido la pandemia estos dos últimos años, además de entre la población, en 10.000 profesionales sanitarios.

Uno de los datos más relevantes que se desprenden del análisises que del 45,7% de estos sanitarios que adolecía algún trastorno, una cuarta parte (alrededor del 14,5%) presentaba, además, una discapacidad importante que limitaba su trabajo . «De los que están atendiendo a pacientes, hay una probabilidad muy importante de que sufran un trastorno mental, y una nada desdeñable proporción es discapacitante», según explicó el viernes durante la presentación del estudio Jordi Alonso, investigador principal del mismo.
El doble de incidencia
Consecuencia directa del estado de la salud mental de estos profesionales, es que la investigación descubrió que hasta el 8,4% de los sanitarios presentó en los 30 días antes de realizar la encuesta ideación o conducta suicida, mientras que en el resto de la población general esta tasa se situó en el 4,5%. Entre quienes incluso tenían un plan ideado para quitarse la vida, la tasa es del 2,7% (1,1% fuera del ámbito sanitario). Entre los factores que precipitan estos problemas se encuentran ser joven, mujer, padecer enfermedades mentales previas, y tener condiciones laborales malas, como falta de comunicación, supervisión y protección así como la pérdida de ingresos.
Fue el pasado verano cuando tras una sucesión de suicidios entre Médicos Internos Residentes (MIR) la sociedad puso el foco sobre este problema silenciado y que sigue siendo tabú. Fue entonces, tras conocerse más detalles sobre lo sucedido, cuando David -nombre ficticio- se vio reconocido en lo que a él le había ocurrido algunos cuantos años antes, siendo también residente. «Noté que tenía dificultades para realizar mi trabajo, de concentración y atención, por lo que me caían broncas o reprimendas, aumentaba el estrés y empeoraba todo», expone. Pero estas dificultades no se limitaban al ámbito laboral, sino también al personal: «Apareció irritabilidad, y en el poco libre que tenía estaba tan cansado que no quería salir, solo estar en casa descansando ».
David rompió con su pareja en aquel momento, y reconoce el «escaso» apoyo entre el personal no sanitario , debido al estigma de la salud mental. Su problema se solucionó con la intervención del Programa Integral de Ayuda al Médico Enfermo, gestionado por el Colegio de Médicos, aunque desde entonces no ha podido dejar la medicación ni el seguimiento. Renunció a la que es su especialidad -Medicina Familiar y Comunitaria- y ha desarrollado su carrera profesional en el campo de la salud laboral.
Sí que estuvo en el ojo del huracán Érika -nombre ficticio-, en plena pandemia en un hospital madrileño . Allí estuvo de UCI en UCI hasta que un día no pudo más. «Llamaba a mi madre y le decía que no lo soportaba, que no quería volver ni un día más . Los días que libraba no quería ni pisar la ciudad de Madrid, solo irme lejos». Cuando le dieron la baja por depresión se preguntó por qué no podía soportarlo más «si gente con 50 años lo estaba aguantando», y se castigaba «por ser tan blanda». Así, estuvo medicándose durante meses, tomando ansiolíticos y antidepresivos, y hoy, casi un año después de abandonar la primera línea de batalla y ponerse incluso a estudiar Economía, sigue necesitando pastillas para dormir. «Es que no se puede aguantar esa presión, ni el trato, porque sientes que no estás reconocido, ni por parte de la sociedad ni económicamente. Das mucho y no recibes nada a cambio», zanja.
Cuidar de los demás
Desde el sindicato médico AMYTS, Ángel Luis Rodríguez , responsable del Servicio Mental, explica que en un primer momento de la pandemia los sanitarios acusaron, sobre todo, la ansiedad. «Tenían miedo de llevar el virus a casa, y eso les acarreaba problemas de insomnio y de irritabilidad, además de dificultar las relaciones con el resto de compañeros», desgrana. «Tras ese momento de mucha adrenalina en sangre, pasaron a la depresión, con una falta de ilusión, y afloraron los casos de 'burnout' o 'quemados', el síntoma más característico actualmente junto al estrés post-traumático.
Pero entre los que han acudido a estos servicios, destaca que el 3,5% han pensado en el suicidio como vía de salida a una situación que creen que ya no pueden controlar más, con ideas incluso concretas de cómo y cuándo lo harían. Según explica, «entre los médicos es un estigma tener problemas de salud mental», porque parece «que no pueden hacer bien su trabajo» de cuidar a los demás.
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