Médicos que huyen de los centros de salud: «Fui a pedir la baja llorando»
Las precarias condiciones laborales, agravadas por la pandemia, fuerzan a muchos facultativos a dejar la Primaria
Cuatro de cada diez médicos de familia descartan trabajar en ambulatorios y buscan otros destinos
Durante cuántos días contagia un positivo de Ómicron

El primer cuerpo a cuerpo con el SARS-CoV-2 se libró en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). La versión primigenia del coronavirus, la más novicia y letal, estalló como un polvorín en estas unidades, que afrontaron el mazazo como pudieron, con un déficit ... histórico de recursos que comprometió duramente su respuesta asistencial.
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Como en un cuadro de metástasis o expansión de un cáncer, la presión asistencial, que serían las células malignas de la pandemia, abandonó el tumor primario (las UCI), para expandirse por todo el sistema (en este caso sanitario) y se instaló en los centros de salud o ambulatorios, que han sido el gran campo de batalla durante las sucesivas olas que nos han azotado en estos años de emergencia sanitaria.
Extasiados y sin recursos
Sin apenas aliento, los médicos de familia han resistido atrincherados en estos espacios de contención adaptándose a las nuevas eventualidades de un virus que muta a su antojo y al que se han enfrentado exhausos y sin recursos suficientes. Después de años de resistir al límite de sus posibilidades, la variante Ómicron , medallista de oro en contagios, ha cargado sin compasión sobre el castigado hombro de la Atención Primaria todo el peso de la sexta ola de contagios.
Ha sido un golpe certero para una especialidad que lleva décadas infrafinanciada y para sus profesionales, que empiezan a optar por ejercer otras tareas para «trabajar en condiciones más dignas y preservar su salud mental». Según datos del Instituto Catalán de la Salud (ICS) facilitados a ABC por el sindicato Médicos de Cataluña (MC), cuatro de cada diez facultativos que acabaron la especialidad entre los años 2017-2021 eligieron desarrollar su profesión en otros espacios que no son los centros de salud o ambulatorios. El principal motivo , según apuntan desde el sindicato, son las condiciones laborales en estos espacios .
Los datos que maneja la central son contundentes. En el citado período, que incluye los dos años de pandemia, un total de 924 Médicos Internos Residentes (MIR) acabaron la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria en Cataluña. De éstos, 551 (59 por ciento) se quedaron a trabajar en los centros de salud del sistema público catalán (ICS) y un total de 373 (41 por ciento) decidieron ejercer su especialidad fuera de estos centros, haciendo guardias y otros servicios hospitalarios. Otros optaron por ejercer en la sanidad privada o bien marcharon a otros países en busca de mejores condiciones laborales y salariales.
Desde el sindicato médico mayoritario en Cataluña, expresan su «preocupación» por la cifra. «Un 40 por ciento es mucho . Aunque dentro de ese porcentaje también hay facultativos que van a los hospitales, a la privada o deciden no ejercer en este país, el grueso son profesionales que se han formado para ir a un centro de salud a ejercer pero las precarias condiciones laborales les han hecho replantear su opción», explican. Desde la consejería de Salud ofrecen, sin embargo, datos diferentes. En una respuesta facilitada a este diario, la Generalitat asegura que el grueso de los residentes que acaban su formación recala en la Primaria. Destaca, entre otras, las cifras de 2021. «De los residentes que acabaron ejerciendo en Cataluña ese año, un total de 233, la práctica totalidad (232) están trabajando en la Atención Primaria». A Médicos de Cataluña las cifras del departamento le sorprenden. «No cuadran con la realidad que vemos ni con los datos del Instituto Catalán de la Salud», aseguran.
Lo prueban y abandonan
Según el sindicato, al elevado porcentaje de facultativos que descarta los ambulatorios se añade el de los que recalan en un primer momento en estos centros y debido a la dureza de las condiciones laborales abandona. Es el caso de Augusto Natali, un médico de familia de 35 años, que acabó sus años de formación en el CAP de La Mina de Barcelona, emplazado en uno de los barrios de mayor problemática y conflictividad social de la capital catalana.
Sus inicios, según dice, «fueron duros». «Allí entendí que la asistencia primaria era la descarga del sistema sanitario , un ritmo de trabajo que acaba quemando a cualquiera», dice. Eran finales de 2015 y la pandemia ni se intuía, aunque la Atención Primaria ya adolecía de un mal endémico: su infrafinanciación. Esa falta de recursos hacía, según denuncia el médico en declaraciones a ABC, que en su frenética jornada laboral tuviera que asumir tareas de lo más dispares. «Igual autorizaba pañales, que firmaba bajas o indicaba analíticas; todo sumado a la agenda de visitas, cada vez más apretada. Las tareas médicas eran solo un 20 por ciento de mi tiempo y eso era muy frustrante» , señala.
«En un solo día veía 25 pacientes a los que dedicaba siete minutos de media y hacía casi 20 llamadas telefónicas»
Durante un solo día, Natali atendía de forma presencial, según explica, a unos 25 pacientes, a los que dedicaba siete minutos de media, y casi 20 llamadas telefónicas. «Llegaba a casa frustrado. Con la sensación de haber hecho mal mi trabajo y sin tiempo para leer y formarme. Solo pensaba en escapar de esta situación», dice el facultativo. Fue en ese momento cuando realizó su primer plante y decidió dejar la consulta y pasar a las unidades de urgencias de los centros de salud. Ejerció como médico adjunto en estas unidades durante un tiempo pero lejos de reconciliarse con la especialidad eso acabó de reafirmarle en su idea de abandonarla. En 2019 forzó otro giro en su trayectoria. Quería salir fuera y tomar oxígeno . Por eso, empezó los trámites para ejercer en un centro de primaria de Irlanda. Lo consiguió –fijó su primera guardia en abril de 2020– pero la pandemia frustró sus planes.
Las condiciones se agravaron con la emergencia sanitaria. Aún así, Natali resistió atrincherado en la Primaria casi un año. En diciembre de 2020 se puso en manos de una psicóloga y pidió la baja. «Fui a pedir la baja llorando», recuerda . Fue el punto de no retorno y decidió estudiar otra especialidad que le permita trabajar «sin la angustia de ver que no ejerces bien». Empezó a formarse para trabajar en un laboratorio de análisis. Ahora se levanta cada día a las 06.00 horas para coger un AVE dirección Gerona. A las 08.00 horas empieza a trabajar en el laboratorio del hospital de la capital gerundense, donde analiza muestras biológicas, valida pruebas, etc... Llega a su casa sobre las 19.00 horas, cuatro horas más tarde que cuando trabajaba en Primaria, pero con la satisfacción de haber hecho bien su trabajo. «Cobro menos pero la salud mental no tiene precio. Ya me compraré un piso más adelante», concluye.
«Los médicos tienen vocación, pero no dudan a la hora de dar el salto a otra alternativa que le brinda su especialidad»
«Hay mucha movilidad»
A Àlex Mayer, residente de Medicina Interna del Hospital Parc Taulí de Sabadell (Barcelona) y vicepresidente de la Asociación MIR España, le preocupa que médicos que tienen asegurado un puesto en su especialidad lo rechacen. «Es muy significativo. Ven las malas condiciones de trabajo que hay en los centros de salud y prefieren ejercer en otro sitio para sentirse menos frustrados con su trabajo», advierte el facultativo. Reconoce que «hay hartazgo entre los profesionales». «Los médicos tienen vocación y se resisten a colgar la bata y dejar un trabajo que les gusta pero no dudan a la hora de dar el salto a otra alternativa que le brinda su especialidad», apunta. Como otros médicos residentes, Mayer ha visto cómo la pandemia desmontaba su residencia. «Nos ha hecho crecer muy rápido en detrimento de nuestra formación», denuncia.
Salvador Tranche, presidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (SemFYC), destaca «el riesgo de ‘burn out’ –síndrome de estar quemado en el trabajo– entre los que empiezan a ejercer la especialidad. Subraya, sin embargo, la «versatilidad» de estos facultativos y recuerda que «muchos siguen en las trincheras» . «Pueden trabajar en otros ámbitos de la especialidad», aclara. La sexta ola de contagios está tocando techo. El temporal epidémico arrecia pero se ojean nubes que auguran nuevos temporales. Los médicos de familia siguen con las batas arremangadas, preparados para el chaparrón pero con los huesos entumecidos de tanta agua.
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