Locus amoenus
«¡Xivilla! ¡Xivilla! ¡Xivilla!»
El sevillano Juan Ortiz sobrevivió a dos ejecuciones, al ataque de un puma y al fuego amigo de una operación de rescate, después de vivir doce años entre los indios
Fernando Iwasaki
En las páginas de La Florida (1605) -crónica que el Inca Garcilaso de la Vega escribió para glosar las hazañas del capitán Hernando de Soto- encontramos la historia de un joven sevillano de la hueste de Pánfilo Narváez, que fue hecho ... prisionero por el cacique Hirrihigua en 1528. Al parecer, Pánfilo Narváez había arrojado a la madre del cacique a las fauces de sus perros de guerra, agravio que provocó la furia de Hirrihigua, quien capturó a cuatro soldados españoles para matarlos a flechazos. Sin embargo, cuando los arqueros se disponían a ejecutar al cuarto prisionero, la mujer y las hijas del cacique intercedieron por su vida «porque su poca edad le libraba de culpa» . Aquel cautivo era el sevillano Juan Ortiz, un joven de apenas 18 años.
Sin embargo, esquivar la muerte no libró a Juan Ortiz de las crueles torturas de Hirrihigua , porque unos días lo hacía correr mientras le disparaban flechas y otros lo apedreaban por toda la aldea, hasta que el cacique se hartó y después de hacer una enorme hoguera mandó « poner encima una barbacoa, que es un lecho de madera de forma de parrillas una vara de medir alta del suelo, y que sobre ella pusiesen a Juan Ortiz para asarlo vivo ». Al parecer, al escuchar los alaridos del sevillano, la mujer y las hijas de Hirrihigua salieron al rescate y «lo sacaron del fuego ya medio asado». Por lo tanto, Juan Ortiz volvió a ser salvado por esas mujeres principales, quienes lo curaron y protegieron hasta que el cacique le encomendó otra desagradable misión: defender los cadáveres de la tribu de las alimañas y predadores , porque los indios no tenían costumbre de enterrar a sus muertos. Así fue como Juan Ortiz pasó a pelear a brazo partido contra coyotes y lobos, aunque gracias a su lucha con un puma se ganó el respeto general, porque los indios tenían «por cosa de milagro matar un hombre a un león».
El repentino prestigio del matador de leones animó a la hija mayor de Hirrihigua a ayudar a escapar a Juan Ortiz, quien huyó hacia la aldea del cacique Mucozo , donde fue bien recibido y atendido durante diez años, hasta que la expedición del conquistador Hernando de Soto arribó a la Florida y lo rescató en 1539. ¿Cómo supieron de la existencia de Juan Ortiz? Al principio, los soldados creyeron que los indios hablaban de un oro extraordinario, pero aguzando el oído advirtieron que lo que decían era «Orotiz», y sólo entonces tomaron conciencia de que se trataba de un prisionero español que habitaba entre los indígenas. La expedición de rescate la formaron 60 lanceros , cuyo avance llegó a oídos de la aldea de Mucozo, quien autorizó al sevillano a unirse al escuadrón castellano. El encuentro se produjo en un claro del bosque y apenas Juan Ortiz divisó a sus compatriotas, echó a correr hacia ellos ululando como un poseso.
Según el Inca Garcilaso, Juan Ortiz estaba tan «confiado en que era español y que los suyos lo habían de conocer», que no reparó en su aspecto hirsuto y selvático , pues «no llevaba sino unos pañetes por vestidura y un arco y flechas en las manos y un plumaje de media braza en alto sobre la cabeza». Por lo tanto, cuando los soldados lo vieron, pensaron que un furioso salvaje se proponía atacarlos y le dieron con todo. Pero con todo. Y aquí viene lo inverosímil: después de tantos años de no hablar español, a Juan Ortiz no le salían las palabras y sólo atinó a gritar «¡Xivilla! ¡Xivilla!». Y al ver que un soldado se preparaba a rematarlo de una lanzada, Juan Ortiz se arrodilló e « hizo con la mano y el arco la señal de la cruz para que el español viese que era cristiano » y repitió sollozando: «¡Xivilla!»:
-¿Sois Juan Ortiz de Sevilla?
-¡Xí!
Juan Ortiz fue trasladado al campamento de Hernando de Soto, donde se convirtió en el intérprete de la conquista de La Florida y llevó a su capitán por los territorios de Carolina, Tennessee y Alabama , hasta descubrir el Mississippi. Murió en 1542 y jamás regresó a «Xivilla», la amada ciudad que le salvó la vida. ¿Y la hija mayor del cacique Hirrihigua se acordaría de «Orotiz» antes de morir? Aquella joven pudo ser la «Pocahontas» española . Y me apuesto a que también aprendió a decir «Xivilla».
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