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Pásalo

Regresar

Otros en cambio cuentan las horas que les quedan para caer en el infierno

Felix Machuca

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En las maletas que ya estás preparando no cabe ninguna lluvia de estrellas, ni una tarde de reflexión con el horizonte que pinta el mar. Los sueños que envolviste entre tus blusas y pantalones regresan con la languidez de septiembre, ese mes que es pura ... melancolía y huele a bodega oscura. Son las tristes maletas del regreso donde, con suerte, te reincorporarás a la rutina laboral o, sin suerte, a la mucho más penosa rutina de la inactividad y los lunes al sol. Es hora de regresar. Se acabó lo que se daba. Se terminó las largas noches de beberse la vida con una chiva regia, levitar con el perfume del jazmín de la terraza y reír de la mejor forma que uno puede reír: sin preocupación inmediata. Mientras haces las maletas del regreso pactas con los recuerdos más generosos que te regaló el verano, echándolos entre la ropa: quizás una concha que se te reveló en la playa por su anacarado brillo malva, quizás un libro con el que trabaste una amistad duradera durante las beneficiosas horas de molicie bajo la sombrilla, quizás el gozoso trofeo familiar de aquella tarde en la que te internaste en el bosque con tus hijos para entender por qué las bicicletas son para el verano.

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