Quemar los días

La lección de Almudena

Es probable que algún día la foto de 2021 me parezca de una hermosura insoportable

La muerte de Almudena Grandes vino a darle la puntilla a un año que ha sido de los peores que recuerdo. Tuve la suerte no sólo de conocer a Almudena, sino de disfrutar de su generosidad. Quien no conozca en profundidad el mundo de las ... letras será ajeno a la evidencia de que en el aparentemente civilizado ámbito literario los cuchillos vuelan bastante bajo. Suele ser común que los escritores muy consolidados observen a los que venimos por detrás con cierta desconfianza. Almudena, demasiado grande para eso, se comportaba justamente de la forma contraria. «Es tu hada madrina», me dijo una vez Juan Cerezo, mi editor en Tusquets, en uno de los momentos en que ella me brindó su apoyo, como lo hizo siempre: sin el más mínimo aspaviento. Con su muerte, he descubierto que en realidad era el hada madrina de muchos escritores que, como yo, se abrían paso, a los que alentaba y cuidaba como una madre que no se da ninguna importancia.

El día de su fallecimiento, me topé con un retrato de Daniel Mordzinski que había publicado la editorial Páginas de Espuma en sus redes. Era del jurado del Premio de Relatos Ribera del Duero del año 2017, y en ella aparecían los escritores Sara Mesa, Juan Bonilla y Almudena. Se la mandé por whatsapp a Sara: me produjo consuelo ver aquella foto, y ser consciente de lo afortunado que soy al haber tenido la oportunidad de intercambiar chistes, emails y barras de bar con los tres talentos reunidos en el retrato. Ese fue el día que Sara había conocido a Almudena. «Antes de posar —me escribió por whatsapp— le dije: odio las fotos, siempre me veo fatal. Y ella contestó: háztela, que cuando la veas dentro de unos años te verás bien. Y tenía razón».

La anécdota expresa con precisión el carácter de Almudena. Las cosas pueden ir mal, pero siempre merecen la pena. Mirado desde ese ángulo, quizá tendría que reevaluar mi saldo de 2021. Me han ocurrido cosas feas, experiencias desagradables que no quisiera volver a revivir. Pero también sucedieron cosas estupendas. Por primera vez no tuve miedo de bañarme rodeado de peces en el Cabo de Gata; me fascinó observarlos tan de cerca. Mi hijo y yo fuimos a Madrid, y antes de regresar a Sevilla entramos en un Reina Sofía insólitamente vacío y pudimos contemplar el Guernica durante varios minutos completamente a solas. Mi mujer ha vuelto a trabajar después de más de una década. No conocía Barcelona, y los dos nos maravillamos al sumergirnos en las lisérgicas tripas de la Sagrada Familia de Gaudí. Fue también el año en que por fin alcancé la cima de ese K2 literario que es 'La montaña mágica' de Thomas Mann, una experiencia que todo lector debería acometer alguna vez en la vida.

No, definitivamente no fue un año tan pésimo. Aunque yo también me vea mal en todas las fotos, es probable, como Almudena le dijo a Sara, que algún día esta foto de 2021 me parezca de una hermosura insoportable.

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