Quemar los días
El Rey no tiene quien le escriba
No se puede contar bien sin buenos periodistas
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Iniciar sesiónBuena parte de la música que escuchamos hoy se la debemos a un edificio. No tanto a un edificio como al talento que se concentró allí durante varias décadas, y que permitió el nacimiento de algunos de los hits más célebres del pop universal. El ... edificio era el Brill, en pleno corazón de Manhattan, que dio nombre a un sonido, el sonido Brill Building, responsable de éxitos imperecederos de los 50 y los 60 que hablaban de juventud, amores rotos y chicas hermosas. El Brill Building demostró que era posible desarrollar la creatividad de manera programada, con un enfoque rentable, dando su sitio a los artistas: durante largas jornadas, en sus cubículos de oficinistas, compositores como las parejas formadas por Carole King y Gerry Goffin, o Leiber y Stoller, producían de forma compulsiva canciones pop inolvidables. Algunos de los temas manufacturados en aquella factoría, como el célebre ‘Hound Dog’, permitieron a Elvis convertirse en el Rey del Rock. El talento de las personas que creaban allí dentro, fabricando éxitos de forma rutinaria, era el único patrimonio verdadero de aquel proyecto.
No tardarían en llegar los Beatles, que dinamitaron aquel modelo de negocio, pero la culpa principal del declive del sonido Brill Building fue, como suele ocurrir a menudo, de los directivos y sus malas decisiones. Con la vanagloria desatada, consideraron que el Brill se les había quedado pequeño, y trasladaron el negocio a la Quinta Avenida, a una lujosa sede situada nada menos que junto a la mítica joyería Tiffany’s. El nuevo espacio era pomposo y arrogante, pero no estaba pensado para los trabajadores. Incómodo y poco funcional, el principal patrimonio del proyecto Bill, sus compositores, se sintieron maltratados y arrinconados. Los promotores quisieron seguir adelante, pero era ridículo hacerlo sin su motor. En poco menos de un año, el sonido Brill era Historia.
Lo que está ocurriendo con el periodismo hoy me recuerda bastante a la Historia del Brill. Volvemos a conocer noticias aciagas de despidos de periodistas de larga trayectoria e incontestable talento. Tendemos a un modelo de empresa periodística gestionada a base de volcado de teletipos y colaboraciones precarias, sin estructura, sin criterio. Sin periodistas. Una mudanza hacia otro modelo dominado por marketeros que imponen dinámicas de clickbait y obsesión por el SEO. Estos marketeros, curiosamente, defienden que «el contenido es el Rey». Pero al mismo tiempo lo maltratan, vaciando de sentido el negocio, que siempre consistió en contar, y sobre todo en contar bien. No se puede contar bien sin buenos periodistas. Porque Elvis nunca habría sido el Rey sin su movimiento pélvico, pero sobre todo sin sus compositores. Como aquel coronel de la novela de García Márquez, llegará un momento en que el Rey ya no tenga quien le escriba.
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