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El Recuadro

Una riada para la Historia

La Sevilla que vivimos es hija de la riada del Tamarguillo de 1961

Antonio Burgos

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La Sevilla que vivimos es más hija de la riada del Tamarguillo de 1961 que de la expansión de la ciudad hacia al Sur con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929 o que las modernidades y desaparición del dogal ferroviario con motivo de la ... Exposición Universal de 1992. Tal es la tesis que don José María Cabeza Méndez, antiguo director del Alcázar, aparejador junto con Alfonso Jiménez de la primera restauración de la Giralda, expuso en su discurso de ingreso como numerario de la Real Academia de Bellas Artes. El discurso de Cabeza es más importante para la Historia de la Sevilla contemporánea de lo que pueda parecer; está a la altura del libro de Borja Palomo sobre las riadas, y habrá que consultarlo cada vez que queramos saber un dato de la transformación de la ciudad en la España del Desarrollo. Que no fue aquí a golpe de subvención estatal, sino de sufrimiento de los sevillanos que vieron primero anegadas y luego inutilizadas sus casas, en muchos casos lo que ahora llamamos «infraviviendas». Y tiene la grandeza el discurso de Cabeza que cumple fielmente el mandamiento divino de «honrarás padre y madre», pues no se olvidó de la decisiva tarea en aquella tragedia de su padre, a don Gregorio Cabeza Rodríguez, responsable de la Secretaría Municipal de Viviendas y Refugios que auxilió y terminó dando casa a todos los sevillanos damnificados desde la riada. Y lo hizo Gregorio Cabeza sin grandes aparatos administrativos, humilde y modestamente pero de un modo honradísimo, desde una accesoria en el ahora recién cerrado Bar Citröen.

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