Un maratón cortito

Con todos estos elementos para asegurar el éxito, al maratón de Sevilla le falta algo fundamental para coronarse mucho más alto. Es lo mismo que le falta a la ciudad para superar sus retos más urgentes: presupuesto. Basta ver la diferencia con otra gran prueba española de este deporte como es el de Valencia. Mientras Sevilla no alcanza los dos millones de euros, el levantino en esta edición destina 6,5 millones a la organización y más del doble en premios que Sevilla.

El sino de Sevilla es ir cortita de presupuesto. Siempre quedamos por detrás. Echamos no hace mucho las cuentas a los servicios de limpieza municipales y el presupuesto de Málaga supera en 34 millones al de Lipasam. Salir de este bucle es difícil. Sobre todo cuando tienes problemas endémicos y retos como mejorar los barrios que las estadísticas, año tras año, incluyen entre los más pobres de España.

Sevilla necesita incrementar sus ingresos para situarlos a la altura que merece la ciudad y sus expectativas. Hay que reclamar más esfuerzo e interés de las administraciones autonómica y estatal por mejorar los registros. Y por supuesto reprochar que se le regateen ingresos, como los 71 millones que le corresponden en participación de los tributos del Estado y que nos retrasa el ministerio de María Jesús Montero, la nueva líder andaluza del partido que con Espadas y Muñoz dejó en el Ayuntamiento mil facturas sin pagar; la que ha negociado la quita de 17.000 millones de deuda a Cataluña.

Pero también es preciso agudizar el ingenio. En la encuesta que publicamos este fin de semana, los sevillanos se muestran mayoritariamente favorables tanto a la aplicación de una tasa turística como al cobro por el acceso a la Plaza de España. Entienden que es un monumento de la ciudad que cuesta conservar y que debe mejorar, al que hay que dotar de nuevos usos en su interior y rentabilizar.

Sevilla requiere de un plan de ingresos extraordinarios para paliar su ya histórico déficit presupuestario que, unido al déficit de infraestructuras, supone un pesado hándicap para intentar alcanzar metas sin desfallecer, por muy lejanas que se planteen cuando la situamos como la mejor ciudad del mundo. Que de autoestima estamos sobrados para ganar.