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«Wel underfõn», Antonio Rivero Taravillo
La inmensa obra de Antonio supone casi 20 años de fecunda creación y trabajo a destajo
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Iniciar sesiónEN 'Otras inquisiciones' (1960), Jorge Luis Borges abrochó el ensayo titulado «Sobre Chesterton» citando una parábola del 'Pilgrim's Progress' (1678) de John Bunyan: el guardián de una ciudad amurallada custodiada por feroces guerreros pregunta si existe alguien digno que quiera inscribir su nombre en ... el Libro del Rey. Un hombre intrépido se allega al guardián para decirle «Anote mi nombre, señor». Aquel paladín sacó la espada, se arrojó sobre los guerreros, recibió y devolvió sangrientas heridas, hasta que logró entrar en la ciudad amurallada. En la última línea, Borges sentenció que Chesterton dedicó su vida a escribir esa parábola. Antonio Rivero Taravillo también ha escrito su nombre en el mismo libro.
Conozco a Antonio desde que estaba al frente de la finada The English Bookshop, de donde pasó a dirigir La Casa del Libro para convertirla en el epicentro de la vida literaria sevillana. Su dimensión como gestor la acreditó dirigiendo numerosas revistas y escuelas de letras, aunque lo que a mí me asombra es la fastuosa capacidad de trabajo de Antonio, materializada en una obra que comprende 15 poemarios, 4 libros de aforismos, 4 novelas, 1 libro de relatos, 7 ensayos, 4 libros de viajes, 3 biografías, 1 libro de memorias y 50 traducciones de títulos de primerísimos autores, sin contar la veintena de ediciones críticas que nos ha regalado, por no hablar de una inminente biografía de Álvaro Cunqueiro que Antonio sigue corrigiendo y anotando —a pesar de las adversidades—, tal como Borges imaginó a Chesterton: luchando para entrar en la ciudad amurallada.
Aunque Antonio publicó su primer poemario a los 26 años, podríamos decir que el resto de su inmensa obra es posterior a 2006. Es decir, que se concentra en casi veinte años de fecunda creación y trabajo a destajo. Y conste que sólo me he dedicado a enumerar sus publicaciones «visibles», porque los doctorandos del futuro que se acerquen a la obra de Antonio, sin duda rescatarán prólogos, artículos, columnas y textos que nos seguirán asombrando y fascinando a partes iguales.
El pasaje del 'Pilgrim's Progress' citado por Borges, trata del momento en el que el caballero Christian quiere entrar en la Ciudad Celestial. Como Chesterton se convirtió al catolicismo, Borges quiso imaginarlo así. Tratándose de Antonio, la ciudad amurallada es la Ciudad Letrada, por cuya ciudadanía Antonio ha combatido. Sin embargo, había una segunda parábola en el ensayo chestertoniano de Borges, donde Kafka se queda sentado esperando ser admitido en el Salón de la Ley, sin saber que el único que podía entrar era él. La parábola de Antonio también es kafkiana, porque siempre estuvo dentro de la Ciudad Letrada y no le hacía falta luchar para disfrutar de un lugar que siempre fue suyo, junto a Shakespeare, Cernuda, Keats, Octavio Paz y los poetas que son pasto de su alma.
Si Antonio Rivero Taravillo le dijera «Anote mi nombre, señor» al guardián de la Ciudad Letrada y Celestial, imagino la respuesta en sajón antiguo: «wel underfõn».
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