PÁSALO
Carnicería de género
Ella no dimite, pero los carniceros siguen abandonando las cárceles por una ley del tebeo
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Iniciar sesiónNo hubieran desentonado, en absoluto, a la vera de carniceros que pasaron a la historia por su habilidad en la tortura y represión. Estos tipos que, en los últimos tiempos, se asoman a los periódicos para dejarnos helados antes de que el vórtice polar empiece ... a largar leña bajo cero, hubieran bebido la sangre de sus víctimas aliñada con el alcohol de las cantinas de Slobodan Milosevic, Reinhard Heydrich o Klaus Barbie, todos ellos carniceros de alta gama y afilados instintos criminales. Nombrarlos te deja en los labios el metálico sabor de la muerte y un olor a cuarto oscuro de tortura donde aún rebotan los lamentos inconsolables de sus víctimas. La carnicería, en este tiempo donde se empeñan en decirnos que la carne mata, ha abierto abundantes sucursales en los pórticos de la llamada violencia machista, rebaje léxico para ahorrarse el sincero exabrupto de llamarlos por lo que son: verdaderos hijos de la grandísima puta. El que tenga hijas o hijos, no me lo discutirá.
Así que la lista de carniceros de mandiles sangrientos y manos inspiradas por los ángeles negros del dolor, la angustia y la muerte sigue aumentando su nómina, lejos, muy lejos de los frentes de batalla. Es como una epidemia de odio inexplicable y depredadores sobrexcitados, que no se entiende desde la razón. Algunos son enigmáticos hasta en el sofá del sicólogo. Y revelan situaciones más dramáticas y crueles que las que llevaron a Truman Capote a escribir 'A Sangre fría'. Ha quedado libre en Lanzarote, por cumplimiento del tiempo de prisión provisional, un matarife que asesinó, troceó, desperdigó por los acantilados de la isla y montó una barbacoa con los restos de su pareja, Romina Celeste. En un ciclo extremo de cine gore no cabe una escena que la aventaje en crueldad y desatino. Problemas de administración de Justicia han puesto en la calle al mismísimo satanás con un jamonero en la mano. Oremos.
En las aguas de Marbella, otra mujer, descabezada y con las manos amputadas y sajado su estómago, apareció flotando sobre las olas de su terrible desgracia, sirena yerta de su terrible odisea. Ella también se encontró con otro carnicero del que estaba separada por motivos fáciles de imaginar. Se pasó la orden de alejamiento por donde aprietan los pantalones y fue a buscarla para cumplir con un destino abominable. Está en la cárcel, donde debió cumplir su condena, ha confesado que fue el autor del crimen y de la posterior profanación del cadáver. Los carniceros de género en España siguen actuando y afilando cúter y encendiendo barbacoas. Espanta pensar en la próxima performance que estos hijos de puta ingenien para demostrarnos su hombría y el óxido de su corazón. Los habrá y ninguna concentración en la calle guiada por la rabia y la buena voluntad será capaz de detenerlos. Tampoco servirá de mucho que una bien pagá ministerial ironice, en caliente, sobre esta lacra que, a día de hoy, la ideología no ha sabido erradicar. Ella no dimite, pero ciento sesenta y cinco agresores sexuales han salido de las cárceles por mor de una ley del tebeo. Lo que no haga la educación familiar no lo conseguirá ninguna morada… en Nueva York, en Marbella o en Madrid.
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