PÁSALO
Bye, bye, Monchi
Al de San Fernando le deseo lo mejor y que alguna vez le ganemos una Copa en Europa
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Iniciar sesiónCayó Roma, los Beatles se separaron, el dinero dejó de medirse por el patrón oro, el PSOE perdió su inexpugnable castillo andaluz y Monchi y el Sevilla se devolvieron las cartas y rescindieron una tortuosa y, alguna vez dulce, historia de amor. Nada nace para ... durar. Todo pasa. Y todo llega. Y a Monchi y al Sevilla, porque el cartero siempre llama dos veces a la misma puerta, ya son historia. Rescindieron todo lo que tenían que rescindir la gobernanza del equipo y su más universal director deportivo. La separación ha sido tan traumática como suelen ser los divorcios cuando, tras el lógico desgaste de materiales emocionales, del fuego solo quedan levísimas cenizas. Y en donde antes hubo comprensión, complicidad y lealtad ahora se mueve un dragón de siete cabezas y ninguna de ellas cargada de buenas intenciones. El chicle no daba para más. No podía estirarse de tanto como se había estirado. Al chicle solo le faltaba que el globo hiciera pum y pringara la cara de todos los actores, primarios, secundarios e invitados, que suelen concurrir en este tipo de separaciones. Esta historia, como la de todas las rupturas que necesitan la intervención de traumatología, está repleta de héroes y villanos que, en algún momento, intercambiaron sus papeles. Huyamos de la moralina. En cualquier divorcio los buenos y los malos, como en las tragedias griegas, intercambian sus caretas. Somos humanos, joder.
En los años seminales del andalucismo, que los más veteranos de la clase recordarán como una joya de la narrativa política previa a la transición, un aforismo hizo fortuna y la calle y las paredes lo hicieron suyas: si el andaluz rico piensa en Madrid y el pobre en Barcelona ¿quién piensa en Andalucía? Durante el tiempo en el que las partes han empleado en decirse no te aguanto más, hasta aquí llegó la historia, la mayoría del sevillismo que aún no había recuperado la sobriedad tras la séptima Copa, se hacía un planteamiento muy parecido. ¿Quién piensa en el Sevilla? ¿Quién se ocupa de lo nuestro en un tiempo tan primordial como es el que precede a la vuelta a los entrenamientos? ¿Estamos resucitando, otra vez, sí, otra vez, el tiempo no resuelto que fue preámbulo de la campaña anterior y que casi nos descalabra esta temporada? Esa ha sido, al menos, la sensación que nos ha llegado. Es cierto que las máquinas nunca se paran del todo, que hay una inercia institucional que tira del carro en las grandes corporaciones. Pero resulta evidente que las cosas no salen como se planean y en estos casos el principio de incertidumbre suele imponer su ley. ¿Se pudo hacer todo más rápido? ¿Se pudo pensar también en el Sevilla como escudo, bandera y afición? ¿Se pudo decir hasta luego Lucas antes de convertirnos en un serial periodístico tan eterno como aquel Arrayán de Canal Sur?
Cargadas ambas partes de razones y de intransigencias propias del caso, el Sevilla, desde el viernes, se despidió de Monchi y tendrá que aprender a caminar sin él. Como comprenderán, al de San Fernando, solo le puedo desear lo mejor y, llegado el caso, ganarle sanamente una final de Copa europea, sin esto de acritud…
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