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ARMA Y PADRINO

VuELve

Y ahora (que si ambiente prebélico, que si alerta fascista) el tabernero de la calle Ave María ha visto la (otra) oportunidad

Fin del problema de la vivienda

Mi derecho a piscina y barbacoa

Rebeca Argudo

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Convendremos todos, presumo, en que el prematuro anuncio de la candidatura de Irene Montero a las generales, lo que supone no es su vuelta, sino la de Pablo Iglesias. El ciudadano Iglesias, que vino a tomar el cielo por asalto y acabó impulsando un crowdfunding ... para revitalizar una taberna, no parece haber entendido que la política hace tiempo que le abandonó. Él, como las novias tóxicas, no desfallecen ni ante (o especialmente ante) la ruptura. Y tras el fiasco de, sintiéndose mesías, designar sucesora (mediante el muy democrático método de señalar con el dedo y decir «esta») y que salga respondona, ha debido pensar que la única manera de reflotar el pecio que es hoy Podemos debe ser colocar a la parienta al mando. Que imagine usted que se pone creativo, convoca primarias, sale Ione Belarra y le da también por decidir por sí misma en lugar de asumir tutela. Si Podemos es una empresa familiar, pues se gestiona como tal y punto. A mí no deja de fascinarme que el partido más feminista de la historia funcione, en la práctica, como el más machista. ¿Recuerdan cuando el ciudadano Iglesias anunció a voz en grito que se cogía la baja por paternidad y dejaba a Montero encargada del cortijo? Que parecía que se iba a Vietnam, a cruzar el Rubicón. A la primera de cambio (hasta cuatro veces lo haría) se tomaba una baja de la baja para encargarse personalmente de los asuntos de Estado, en calidad de vicepresidente cuarto o quinto. Agárrame este pañal, Irene, y aparta que ya me encargo yo de esto. Que tú no sabes. ¿Y recuerdan su vuelta, la definitiva? Con cartelería, puño en alto, anunciando que volvía. VuELve. Con un 'él' en mayúsculas. Todavía mejor fue aquel 'nosotras' que presidía la sala de prensa de la formación morada, ante el que posaban, orgullosos, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Ramón Espinar respartiéndose el poder el las listas electorales de Madrid. Por no hablar de todos los casos de comportamientos machistas (más o menos delictivos) en sus filas. Ahora vuelve de nuevo, pero de tapadillo. En calidad de consorte de la candidata oficial. No tengo pruebas pero tampoco dudas: la vuelta de Irene Montero es la vuelta de Pablo Iglesias. Y no es casual que vuelva, ni lo es que se anuncie con tanto tiempo de antelación. Si en algo es especialista Podemos (y decir Podemos es decir «el ciudadano Iglesias») es en instrumentalizar el descontento social. Lo hizo en el río revuelto de aquella batucada brutalista que fue el 15-M y lo hizo más tarde en el brote esquizoide del feminismo. Y ahora (que si ambiente prebélico, que si alerta fascista) el tabernero de la calle Ave María ha visto la (otra) oportunidad. Que a lo Santa Catalina incorrupta, sentadita en su trono y oliendo a rosas, este quiere durarnos quinientos años, con sus quinientas noches, tomando el cielo por asalto (ora desde un canal de YouTube, ora desde la barra de un bar). Que la revolución ya no es lo que era, vale, pero peor sería trabajar.

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