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Las nubes

Aristófanes es profundamente actual porque reivindicaba la razón por encima de los sentimientos

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Los clásicos siempre están ahí para enseñarnos algo. Aristófanes escribió su comedia 'Las nubes' en el 420 antes de Cristo y la obra no sólo no ha perdido interés, sino que merece la pena releerla a la luz de la actualidad. Es un acierto ... que el festival de Mérida haya repuesto la pieza en versión de Paco Mir. Aristófanes caricaturiza la ruina de un padre que no puede afrontar las deudas de su hijo y que recurre a las enseñanzas de Sócrates. Espera que el dominio de la retórica le sirva para convencer a los acreedores que renuncien a exigir la suma que les debe.

La comedia no sólo cuestiona el estereotipo de la sabiduría del filósofo griego, sino que además le presenta como un peligroso sofista que desprecia la verdad y que juega con el lenguaje. Aristófanes odiaba a Sócrates y creía que era una amenaza para la sociedad ateniense.

En su obra, Sócrates defiende que no existe Zeus y que los dioses son las nubes y otras fuerzas de la Naturaleza. Le vemos subido a un cesto hablando con el cielo, una ridiculización que molestó a Platón que dignificó su figura en sus 'Diálogos'.

La intención de Aristófanes era no tanto incidir en el conflicto generacional como alertar sobre los peligros de los sofistas, que consideraba una especie de chamanes que fomentaban la superstición y la palabrería. Han pasado 25 siglos y la advertencia del comediógrafo ateniense es muy útil en la sociedad del espectáculo en la que vivimos.

Hoy, como entonces, la demagogia, los mensajes engañosos, los relatos imaginarios y los falsos profetas no sólo tienen una gran difusión gracias a la tecnología, sino que además son más verosímiles que la propia verdad. Como decía Freud, la razón habla en voz baja. Tanto que no se escucha.

La característica común de estos nuevos sofistas es que nos ofrecen certezas en la era de la incertidumbre. Prometen felicidad y placeres, paraísos artificiales en estos tiempos de atrición y de dioses paganos. Nadie quiere reconocer que no sabemos lo que no sabemos y que nuestra vida está regida por el azar y la volatilidad, por un cambio que escapa a cualquier previsión.

Aristófanes es profundamente actual porque reivindicaba la razón por encima de los sentimientos y porque creía que los demagogos provocarían el final de una cultura basada en el logos, una palabra que apela a la inteligencia de la argumentación. No en vano significa etimológicamente en su raíz indoeuropea «recoger juntos».

El discurso político también ha sido contaminado por sofistas que quieren hacernos creer en la existencia de buenos y malos y en una idea simplista y maniquea de la realidad. En un mundo cada vez más complejo e interdependiente, lo que se impone es un relato que apela a las emociones. Ya va siendo hora de despertar de este sueño y abandonar esas nubes que pueblan la mente.

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