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LA TOURNEÉ DE DIOS

El duque, la pólvora y el betún

España olvida las fechas y batallas, pero cuida la moda

La inquilina

El secreto de la sal

María José Solano

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Hay pueblos en España que viven tan tranquilos, sin sospechar que un día fueron el epicentro del drama europeo. Almansa, por ejemplo: igual que hoy fabrica zapatos, en 1707 fabricó una victoria que cambió el curso de la Historia.

Aquel 25 de abril, bajo un ... sol manchego de esos que derriten hasta la dignidad, media Europa decidió darse de palos por la sucesión española. De un lado, los partidarios del archiduque Carlos (ingleses, portugueses, catalanes y valencianos con ganas de lío). Del otro, los Borbones de Felipe V, con franceses y castellanos dispuestos a convencerles a cañonazos de que el futuro era borbónico y centralista. Y al mando de los Borbones, un señor fascinante: James Fitz-James, duque de Berwick, bastardo anglo-francés, hijo ilegítimo de Jacobo II y sobrino del mismísimo Marlborough. Vamos, una novela de Dumas corregida por Shakespeare y uniformada por Luis XIV. El tipo tenía el descaro de los que nacen fuera del matrimonio pero dentro del talento: puso en fila a sus hombres, ajustó el reloj de la artillería y barrió del mapa a sus paisanos ingleses con una eficacia que haría sonreír al mismísimo Napoleón. El resultado: la vieja Corona de Aragón a tomar viento y España convertida en un Estado centralizado. Felipe V feliz, el levante no tanto. Y luego, silencio. Almansa volvió a dormir la siesta de los siglos mientras el polvo cubría los cañones, los héroes y las banderas. Hasta que, trescientos años después, el duque de Berwick volvió... en forma de zapatos.

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