TIRO AL AIRE

Coser velos o minifaldas

La guerra cultural no es exactamente por el largo de una falda ni por destapar la cabeza de las mujeres. Tampoco por un Dios. Es por poder

Saturno (17/10/2023)

La suerte del clima español (12/10/2023)

Para confeccionar una minifalda recta no se necesita mucho más de un metro de tela. Como el ancho estándar de las tiendas suele ser un metro y medio, nos sobraría bastante. Con esa medida y un buen corte se puede hacer un apaño rápido ... sin aguja e hilo. Basta con ceñirnos a la cintura el trozo de tela, como hacemos en la playa, en la piscina o al salir de la ducha, hombres y mujeres. Para lucirlo con nivel ya hay que ponerle un poco más de gracia a la hora de enrollar el trapo al cuerpo y jugar con pliegues y nudos.

Siempre que veo a las musulmanas con sus pañuelos o hiyab en la cabeza me imagino que ellas deben ser las mejores en estos juegos del dominio de la tela –lo confirman los tutoriales en Youtube–. Al pensarlo, me sale mi lado más frívolo de europea pro trapitos y me reconcome tal desperdicio de habilidades. Esas mujeres podrían vestir sus cabezas como divas, como las francesas cuando llueve. Evocar a Audrey en 'Desayuno con Diamantes' o a Susan Sarandon en 'Thelma y Louise'. Es sólo cuestión de colocar de una forma u otra la tela. Pero no pueden.

Tal prohibición me cabrea, más aún cuando escucho ese «son sus tradiciones y hay que respetarlas» o «aquí en España, sólo se lo ponen las que quieren». Como si el velo no fuera impuesto, no representara el yugo, la subordinación y la anulación de la mujer. Como si ellos también lo llevaran. Como si en Irán no hubieran matado a Mahsa Amini. Como si quemarlos no atrajera la furia de los que mandan sobre ellas. Como si su velo fuera como nuestra minifalda: opcional, libre de medidas y patrones impuestos.

Estampados y colores aparte, para un hiyab y una minifalda se necesita más o menos la misma cantidad de tela. Y para empezar a vestir uno u otra, casi la misma edad. Miro a esas chicas a las que anteayer vi pasar con la melena suelta y hoy caminan sin que se les vea una greña. Tienen la misma cara, la misma piel, pero quizá ya no la misma mirada.

Ver tolerancia donde no la hay debe ser uno de los 'guilty pleasures' de esa parte de la izquierda que confunde la multiculturalidad con darle a su vida un toque exótico. Demasiados equidistantes del velo eligen luego los colegios de sus hijos mirando con lupa el sistema educativo. ¿Su apuesta siempre? La máxima libertad.

La guerra cultural que ha vuelto, o que nunca se ha ido, no es exactamente por el largo de una falda ni por destapar la cabeza de las mujeres. Tampoco por un Dios. Es por poder. El invento de Mary Quant hace ya 60 años ayudó a conquistar algo de libertad, y con ello, algo de poder, a las mujeres occidentales. Con la misma cantidad de tela, una parte del mundo no les permite a las suyas ni soñar con él. Por eso, las únicas adolescentes verdaderamente libres de elegir llevar o no velo son nuestras hijas occidentales. Que sigamos cosiendo minifaldas en vez de velos no me parece un mal motivo para elegir una cultura sobre otra.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios